¡¿Cómo no dejarse la vida en cada golpe?! Sinner vs Alcaraz

Hace unos días me dijo un amigo con altas capacidades atléticas, por mucho que se dedique ahora a cuestiones analíticas y de gestión para ganarse la vida, que – tras haber escuchado durante años del ápice baloncestístico que supuso la rivalidad entre Celtics y Lakers que él no vivió – decidió verse todos esos partidos en internet cuando estudiaba en la universidad en los 2010. Impertérrito, me declaró que la cosa le decepcionó profundamente, ese baloncesto era demasiado lento. No reaccioné, torcí una mala sonrisa y cambié de tema porque aquel baloncesto fue bello para mí, tanto como el aristocrático intercambio de bolas entre McEnroe y Borg que devoré en YouTube tras ver la película de 2017.
Lamento la digresión, pero este era el pensamiento dominante mientras veía la final de Roland Garros 2025. Pareciera que el partido de 1980 en la pista rápida de Wimbledon ente el neoyorquino y el sueco fuera un carrusel de fotogramas a cámara lenta comparado con este tenis de Playstation que Sinner y Alcaraz se gastan. ¿No nos hemos pasado de velocidad? Esta tierra batida es más histriónica que la pista rápida de principios de esta misma década; el irrepetible Big Four, que aún no se ha apagado, se desvanece en la historia del tenis ante estos dos sur-europeos, ¡menuda ironía!, que parecen encarnar – también en el deporte – la sociedad actual, la postmoderna, la del multiverso de Marvel que conjuga una celeridad y fantasía difíciles de asimilar al ritmo que suceden.
Mientras se juega la final en la Philippe Chatrier disparo un whatsapp a un par de amigos italianos que saben mucho de tenis: “Mi auguro di non offenderti, ma direi che guardare la partita Sinner vs Alcaraz sembra sia la battaglia finale fra Ingegneria ed Arte” (“Espero no ofenderte al decir que ver el partido entre Sinner y Alcaraz pareciera la batalla definitiva entre Ingeniería y Arte”). En realidad, se trataba de una forma esnob de preguntarles si les gustaba este tenis tan avanzado de novísima generación.
Corre el tercer set y Sinner va arriba 2-0. Con un cierto desasosiego ante esta nueva versión del más elegante deporte que jamás existiera, vuelvo a centrarme en el televisor para descubrir a dos chavales de 22 y 23 años que se dejan la vida en cada golpe, en cada movimiento de su oficio; como yo, como nosotros en nuestros trabajos, nuestras familias y nuestros empeños a cada segundo que vivimos, deseando siempre entender nuestra existencia y vivir la vida que se nos ha regalado.
Por cierto, ganó Alcaraz. ¡Gracias, maestros!
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