Benedicto XVI, la verdad como camino de reforma

La carta confirma el camino de reforma eclesiástica emprendido por el actual Papa, voluntad que ha marcado su vida desde su juventud como teólogo en el Concilio Vaticano II, como arzobispo y después como prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. Una vocación que le ha valido la incomprensión de diversos sectores de fieles y clérigos en todo el espectro eclesial, más la inquina de no pocos intelectuales, periodistas y medios de comunicación en Occidente. Baste recordar el caso de los seguidores de Lefebvre, que incluso requirió de una dura y bella carta del Papa, o bien el de los anglicanos, por no mencionar el discurso de Ratisbona y sus propuestas sobre liturgia. Lo cierto es que, conforme sus pasos reformadores avanzan, los ataques se hacen más virulentos e injustos y no solamente en el álgido tema del abuso y maltrato a menores. Parece que desde dentro y fuera de la Iglesia se le quisiera hacer fracasar. Sin embargo, de una cosa podemos estar seguros, Ratzinger no se detendrá.
La carta marca un camino para la Iglesia de Irlanda, y en ella para la Iglesia universal, de penitencia, conversión y purificación en la verdad para alcanzar justicia. La verdad es un método de vida cuya premisa es el reconocimiento de la realidad. Así, en Irlanda -como antes en Estados Unidos-, se procedió a realizar una investigación altamente profesional en la cual participaron las víctimas de los abusos, autoridades civiles y eclesiásticas, jueces civiles y eclesiásticos, más académicos independientes. En el caso de Irlanda se condensan en el Informe Ryan y en el Informe Murphy.
El camino escogido por el Papa, que es la purificación en la verdad, remonta sus orígenes a la predicación y testimonio de Cristo. Es la ruta de la penitencia, que parte del reconocimiento del pecado, que en este caso también es un crimen gravísimo acorde al Derecho Canónico, la reparación y justicia para víctimas y agresores, de cambio radical de vida (conversión) y de reconciliación, que es la reconstrucción, por la caridad, de una comunidad de hermanos. Cualquier católico que se haya acercado alguna vez al confesionario conoce muy bien de su enorme poder liberador y transformador.
Bien sabemos que la verdad primero duele, después purifica y en el proceso nos libera y nos transforma. El planteamiento del Papa es muy sencillo: por la verdad volver a Cristo pues él es el camino, la verdad y la vida. Los males en la Iglesia proceden su abandono.