A vueltas con la asignatura de religión en la escuela

Mundo · Antonio Amate
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21 octubre 2015
El Partido Socialista ha propuesto en el borrador de su programa para las elecciones generales del 20 de diciembre sacar la asignatura de Religión del currículo y del horario escolar para ´promover una escuela laica´. Hasta aquí, y a pesar del ruido producido, no hay ninguna novedad. Sus organizaciones afines en la comunidad educativa llevan años exigiendo la denuncia de los Acuerdos Iglesia-Estado y la eliminación de la asignatura de religión de las escuelas, por supuesto rellenando el hueco con la ensalzada educación para la ciudadanía. Es la misma bronca del año 2006, nunca resuelta y ahora reeditada.

El Partido Socialista ha propuesto en el borrador de su programa para las elecciones generales del 20 de diciembre sacar la asignatura de Religión del currículo y del horario escolar para ´promover una escuela laica´. Hasta aquí, y a pesar del ruido producido, no hay ninguna novedad. Sus organizaciones afines en la comunidad educativa llevan años exigiendo la denuncia de los Acuerdos Iglesia-Estado y la eliminación de la asignatura de religión de las escuelas, por supuesto rellenando el hueco con la ensalzada educación para la ciudadanía. Es la misma bronca del año 2006, nunca resuelta y ahora reeditada. Electoralismo puro, y otra demostración del empecinamiento ideológico y político que estamos padeciendo, y que parece pretender sustituir el debate sobre los temas más urgentes y sustanciales de la educación por las polémicas estériles de siempre, pero que gozan con generosidad del altavoz de los medios: ya se sabe, la asignatura de religión, los conciertos educativos y la escuela diferenciada (segregadora en su torcido vocabulario). Nada hay más socorrido en una reunión de amigos o en un corro de tertulianos que sacar algún tema religioso para animar la conversación y llevarla hasta la discusión más acalorada e inútil. Es un recurso que nunca falla.

No parece muy inteligente caer una y otra vez en la misma piedra por parte de partidos que aspiran a ser Gobierno. Nos asomamos al precipicio de otra reforma legislativa sobre la espalda de la educación, un nuevo lío que nos alejará un poco más de una solución duradera, que se transformará en un campo de batalla, una lucha sin vencedores. Por este camino es imposible concederle a nuestro sistema educativo la categoría de asunto de Estado para que pudiera, de una vez por todas, quedar fuera del enfrentamiento electoral de los partidos y de la vorágine de las promesas electorales. Ya tenemos precedentes, por ejemplo en el caso de la sostenibilidad de las pensiones mediante el Pacto de Toledo.

No hace mucho escribí en este mismo diario con motivo de la polvareda y el ruido mediático que se formó como consecuencia de la publicación de los nuevos contenidos curriculares de esta asignatura. Para no repetir los mismos argumentos de entonces, que creo plenamente válidos y actuales, me centraré en el planteamiento realizado por partidos como Ciudadanos, que en el fondo coinciden en el diseño de la escuela laica, pero sin el efectismo de poner en primera línea del debate este tipo de disputas.

En un ejercicio de habilidad política, Albert Rivera ha declarado que este “es un debate del siglo pasado que está solventado con la libertad y con las asignaturas optativas donde los padres pueden elegir qué estudian sus hijos”. Pienso que es un planteamiento correcto y además realista, pues recoge los dos elementos que la izquierda educativa elude nombrar nunca: la asignatura de religión es optativa, voluntaria, y cuenta con una demanda social importante (casi el 60% de las familias la eligen de media). Además, sus actuales contenidos están claramente diferenciados de la catequesis parroquial y se centran en la interpretación e influencia del hecho religioso de manera transversal con el conjunto de los conocimientos humanísticos. Pero a continuación, Ciudadanos propone un rediseño de la asignatura hacia la historia de las religiones e impartida por personal funcionario, descartando al importante colectivo de los profesores de religión actuales. Entramos así en el terreno de prometer lo imposible dentro del marco jurídico que tenemos en España, pues para llegar hasta ahí sería necesario igualmente redefinir los actuales Acuerdos Iglesia-Estado. En conclusión, acaban proponiendo metas muy próximas con una presentación menos frentista y en apariencia más conciliadora y razonable.

Tampoco el actual Gobierno ha sabido resolver la situación en la LOMCE. Es verdad que le ha dado a la asignatura de religión una optativa equivalente como valores éticos y la ha incorporado plenamente al currículo como evaluable a todos los efectos. Pero también es verdad que al incrementar el horario de las asignaturas instrumentales (matemáticas, lengua, lengua extranjera…) y ampliar la autonomía de los centros, ha provocado que en muchas Comunidades se haya producido una reducción horaria de la Religión desde el 50% hasta del 75% con respecto a la anterior LOE. Como muestra cualificada está Ceuta y Melilla, únicos territorios competencia del Ministerio de Educación.

El mercado de los programas electorales no nos está deparando ninguna sorpresa positiva. Se compra y se vende cualquier propuesta que tenga repercusión en los resultados de las encuestas y en los barómetros del CIS. En esto consiste el marketing político que domina la vida pública. Y hay que reconocer que en una significativa franja social, escuela y conocimiento positivo, bilingüe y cientifista, son hoy en día un binomio triunfador. De ahí proviene en gran medida el declive de las humanidades en el actual currículo. No faltarán tampoco voceros desde todas las tribunas políticas, culturales o sindicales, que se muestren escandalizados porque en un Estado moderno existan organizaciones con más de dos mil años de historia que pretendan tener algo que decir todavía hoy sobre las personas y sobre el significado de la realidad. Pero ésta, por el momento, es una ecuación sin solución, porque no hay incógnitas que despejar para llegar a un contrato social básico en educación, tan sólo ideología que imponer en el vaivén de las mayorías electorales.

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