A más pluralismo, más libertad
Según la vicepresidenta, se trata de avanzar en la laicidad del Estado y de adaptar la norma a las nuevas circunstancias de pluralismo religioso en España. No se entiende muy bien cuál es el "avance" que pretendería realizar el Gobierno Zapatero, ya que los ejes de esa laicidad (que nuestra Constitución denomina "aconfesionalidad") están perfectamente claros: mutua independencia y colaboración. En el fondo, el problema no radica en el desarrollo práctico del precepto constitucional, que hasta ahora ha sido diáfano, sino en la sustancia misma del artículo 16, que algunos socialistas aceptaron de mala gana y que ahora refutan sin ambages. En el fondo, lo que el Gobierno pretende es vaciar de contenido dicho artículo, considerado como demasiado favorable para la Iglesia Católica. Viene a la memoria la tesis del cardenal Angelo Scola sobre una nueva laicidad, según la cual un gobierno verdaderamente laico debería tener muy en cuenta la tradición religiosa mayoritaria del pueblo: aquí se trata de lo contrario, hay que agredir a esa tradición para menoscabar su influjo.
En cuanto al argumento del nuevo pluralismo religioso en España, es también falaz. A más pluralismo debería responderse con mayor libertad, pero desgraciadamente lo que ya está en curso es una restricción cotidiana del sentido y la amplitud de la libertad religiosa, que por cierto nuestra Constitución señala que no es una mera libertad de culto. La prueba la tenemos en el escándalo farisaico construido por el Ejecutivo y sus medios afines a cuenta de la posible presencia de sacerdotes en los comités de ética de los hospitales madrileños. Éste ha sido un "caso" perfectamente pilotado para desembocar en el anuncio realizado ayer por De la Vega, para quien esa presencia de sacerdotes en dichos comités atentaría contra la libertad religiosa de muchos españoles.
Que nadie se engañe: no se trata de ampliar la libertad religiosa para que se beneficien de ella los miembros de otras confesiones (eso ya lo aseguraba la ley de 1980) sino de restringir al máximo el significado de dicha libertad, que en los planes gubernamentales debe quedar confinado en el ámbito privado. Por eso se rechaza que los representantes de la tradición católica (por tanto de una sabiduría probada por la experiencia histórica y arraigada en nuestro pueblo) contribuyan a conformar un criterio sobre las cuestiones éticas que atañen al cuidado de la vida humana, en un diálogo abierto con otras tradiciones religiosas y filosóficas. El resultado de todo esto no será que en los comités entren a partir de ahora imanes y rabinos, sino simple y llanamente que la experiencia religiosa (experiencia de humanidad integral, no lo olvidemos) sea excluida de esos foros, por supuesto en nombre de la libertad.
En el sopor de esta legislatura que el Gobierno acuna y en la que la oposición no entra, Zapatero ha lanzado ya tres andanadas bien claras: ampliación del aborto (eso sí, se debatirá en la Comisión de Igualdad, no en la de Justicia), reforma de la Ley de Libertad Religiosa y nada de cambios ni consensos en Educación para la Ciudadanía. Bien decía Pepe Blanco tras el 30-D que "ya nada volverá a ser como antes". Se entiende tu amenaza Pepe, pero no es así: el PSOE sigue en lo mismo, en cambiar desde el poder el tejido ético-cultural de la sociedad española. Lo que ocurre es que ahora, bendecido por los votos, aprieta el acelerador. ¿Querrá el PP dar esta batalla, en nombre de la libertad de todos?