¡Feliz Navidad, mundo griego!

Hace algunas semanas, la cadena “SER” entrevistó a Rosalía, una de las cantantes más famosas en este momento, quien, con su disco “Lux”, ha sorprendido al poner ante el mundo entero su búsqueda religiosa. La cadena de radio se caracteriza por su línea editorial anticlerical y por una visión ilustrada frente al hecho religioso. A pesar de ello, el locutor, Carles Francino, introducía su entrevista con la canción “Anthem” de Leonard Cohen, retomando concretamente las palabras “Forget your perfect offering. There is a crack, a crack in everything. That’s how the light gets in” (olvídate de tu ofrenda perfecta, porque hay una grieta en todo y así es como entra la luz).
De forma contemporánea, se estrenaba la película “Los domingos” (de la directora Alauda Ruiz de Azúa), que narra el terremoto que provoca en una típica familia española el deseo de una de las hijas, de 17 años, de entrar en un convento de clausura. Con motivo del disco de Rosalía y del estreno de la película, mucho se ha escrito sobre “el giro católico” (así lo llama el diario El País, del mismo propietario que la cadena SER) o, más genéricamente, sobre “la vuelta a lo religioso”. Todo ello apoyado en estadísticas que reflejan un cambio en los jóvenes menores de 35 años. Is there a crack? ¿Verdaderamente se abre una grieta en una sociedad que, cada vez más, sufre las consecuencias de una vida privada de significado último? Para algunos no son más que expresiones de una espiritualidad genérica, no religiosa. Para otros, un mero boom sentimental, una moda, algo pasajero. ¿Cómo leer estos signos?
El discípulo Juan nos cuenta en su evangelio aquella primera vez que unos griegos se acercaron a Jesús. Lo hicieron por mediación de Felipe, cuyo nombre griego delataba su procedencia. “Queremos ver a Jesús” (Jn 12,21). Se trata de un pasaje poco conocido, poco citado, pero que no pasó inadvertido para la sensibilidad del sacerdote italiano Luigi Giussani, atento a sorprender, en los relatos evangélicos, las reacciones de Jesús: “Jesús se conmovió”. De hecho, “era la primera vez que se expresaba la gran, aunque tal vez inconsciente, espera del mundo”. No en vano, el mundo griego representaba la cultura dominante en aquella época, la gentilidad.
Aquella curiosidad de los primeros griegos que querían ver a Jesús tenía, para don Giussani, la misma naturaleza que la espera del pueblo elegido: “es justo lo que Moisés pidió a Dios sobre la montaña: «Muéstranos tu rostro»”. Conmueve pensar que esta petición de Moisés, que expresa la exigencia más radical, tal vez confusa, de la humanidad entera, encontraría su acogida en el rostro de aquel niño que adoraban los pastores en la cueva de Belén. La prohibición de hacer imágenes que recibió Moisés en la montaña no mortificaba la exigencia del pueblo elegido de ver y tocar, sino que escondía un designio más grande. Como si Dios dijera: “no os hagáis imágenes de mí porque jamás podréis encontrar un artesano capaz de captar lo que soy en una talla. Yo mismo os daré mi imagen”. En la plenitud de los tiempos Dios nos ha dado su verdadera imagen en su Hijo: de hecho, Jesucristo es “imagen de Dios invisible” (Col 1,15).
Es curioso que la conmoción que hoy nos embarga al contemplar en un niño el rostro de Dios nace en el fondo de aquella otra conmoción con la que ese mismo niño, ya crecido, miraba a los griegos que buscaban su rostro. Esta es, sin duda alguna, la gran noticia: ha nacido Aquel que mira con simpatía radical toda nuestra humanidad inquieta… y se conmueve ante nuestra rica creatividad que busca saciar esa inquietud.
Los “griegos” de nuestro tiempo no son, básicamente, muy diferentes de los de entonces. ¿Tal vez más “creativos”? Lo que marca la diferencia a la hora de mirar las variopintas expresiones de búsqueda de significado sigue siendo este acontecimiento que hoy celebramos: ha entrado en el mundo una mirada de conmoción sobre nuestra sed.
¡Feliz Navidad, mundo griego! Tu intuición, tu deseo, tu exigencia inconfesada, no son una maldición. Como la estrella de Belén, te ponen en el umbral de lo inesperado, de donde nace una invitación: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré” (Mt 11,28).
- Artículo publicado en Ilsussidiario.net
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