Nuestra humanidad y el trabajo

Primer punto: El trabajo ocasión de descubrimiento
Me interesa mirar al trabajo y a cómo estamos ante este. En él aparece un signo muy evidente de la situación que estamos viviendo. En la actualidad se están dando una serie de fenómenos que todos conocemos: la llamada “gran renuncia”, el malestar generalizado en el trabajo, la dificultad de retener a los trabajadores porque cambian cuando quieren… todo es fruto de una ebullición. Algo se está produciendo en la vida laboral. En una experiencia tan exigente como el trabajo, si uno quiere, puede interceptar las señales de alarma que nos indican que algo está en juego. Es un tema que nos urge.
Hace poco me decía un chico: “Una de las primeras señales de malestar es que por la mañana ya me ahogo solo de pensar en la lista infinita de tareas que tengo que hacer. Vivo con la sensación de estar dominado por todo lo que tengo que hacer.” Antes de gestionar y controlar lo que le pasa a este chico, es interesante tomar lo que cuenta como un dato muy significativo de su experiencia. Otras personas me contaban que están viendo como decae la confianza en las relaciones, por una serie de motivos en los que no hace falta entrar ahora. Esto hacen que el trabajo sea particularmente pesado. Está, entre otras, la preocupación por lo que los demás pensarán de mí. Todo esto hace del trabajo y de la experiencia laboral un desafío en muchos aspectos. Uno no sabe cómo avanzar y, por eso, trata de buscar el origen de ese malestar.
Ese malestar puede tener muchas causas –que vosotros sabéis mejor que yo porque lo vivís en vuestro trabajo personalmente-: desde la organización de la empresa, la falta de reconocimiento etc. Toda una serie de factores que no quiero abordar esta noche porque sería demasiado complicado hacerlo en una hora. Lo que me interesa es ver si esta puede ser una gran ocasión para afrontar algo que nos interesa a todos de un modo u otro. El trabajo se está convirtiendo en una oportunidad para ir al fondo de la vida. No solo es un aspecto de la vida sino uno de los más consistentes. Basta ver la cantidad de horas que le dedicamos. No estamos hablando de un determinado momento de relax o de un momento especialmente estresante, estamos hablando de horas y horas que nos desafían de verdad. Por eso, esta noche quiero detenerme en un aspecto que nos permita entender en nuestra experiencia personal qué significa esto y cómo puede ser una ocasión para nosotros.
El trabajo es una parte tan decisiva de la vida que compromete la totalidad de la persona. El trabajo es duro, son muchas horas, nos compromete de la mañana a la noche. Tanto es así, que a veces uno se siente ahogado por todo lo que tiene que hacer. Cuanto más se compromete la persona, más emergen sus factores constitutivos. Esto no es gratis, pensemos en el rapero Marracash. Uno puede esforzarse en hacer una gira espectacular con un montón de conciertos y al final lo resume en un post de una línea: “éxito abrumador pero siento dentro un vacío y un silencio antinaturales”. ¿Y entonces? No es que haya tenido que retirarse al desierto o hacer unos ejercicios espirituales para preguntarse por el sentido de su trabajo. La pregunta por el sentido del trabajo surge en las entrañas de la experiencia de la vida y por tanto es algo que nos afecta a todos, sea cual sea nuestra situación, puesto de trabajo, tarea, etc., incluso cuando uno tiene mucho éxito como él.
Entonces, cuanto más se compromete uno en las circunstancias, más asoman a su conciencia todas las exigencias que constituyen su yo. Las razones por las que uno hace las cosas no bastan. Por eso, toda la exigencia de plenitud, de felicidad, de totalidad, emerge viviendo, no se trata solo de un momento de reflexión. El trabajo nos pone hasta tal punto contra las cuerdas que nos hace tomar conciencia de todo lo que somos. Por eso decía Giussani que a quien se le ahorre la fatiga del vivir no podrá tomar conciencia de sí ni podrá ver la vibración de su razón. Porque cuanto más se compromete uno, más se sorprende de cómo salen a la luz todas esas exigencias que constituyen nuestro ser. Pero esto es un descubrimiento. Marracash, por ejemplo, dice que lo percibe como algo antinatural. Él pensaba que, si tenía éxito, todo estaría cumplido. En cambio, se sorprende cuando descubre algo en él que no pensaba que fuera a descubrir. Cuántas veces cualquiera de nosotros ha soñado con alcanzar una meta, lograr cumplir un sueño, conseguir un puesto, y luego ha descubierto dentro de sí algo que no se esperaba.
Me llama la atención una frase que me dijeron después de leer la biografía de Giussani. Violante al leerla interceptó de manera genial una perla y, por eso, decía: “He visto que uno de los puntos cruciales, de mayor claridad del pensamiento de Giussani, es que la solución de los problemas no llega cuando se afrontan directamente, sino afrontando la naturaleza del sujeto que los vive”. ¡Cuántas veces nos afanamos en afrontar todas las cuestiones! Sin embargo, lo sorprendente es que en esta situación lo que sale a la luz en nuestra conciencia es la naturaleza de nuestro corazón. Cuanto más me empeño, más sale a relucir todo lo que yo soy.
Por tanto, el primer punto del que quería partir esta noche es que esta es una ocasión estupenda para descubrirnos a nosotros mismos, desafiando las imágenes que tenemos de nosotros. Porque, ¡cuántas veces creemos que la vida se cumplirá cuando tengamos éxito!, pero él (Marracash) reconoce que habiendo logrado todo ese éxito se encuentra con algo que no esperaba. Un descubrimiento con el que tendrá que medirse. Por eso, si uno no se compromete no logra captar, no llega a tomar conciencia de todas las exigencias que constituyen al ser humano. Porque el problema del trabajo no es un problema económico, sino que nos ofrece a todos la posibilidad de descubrirse a uno mismo. No haciendo un curso de filosofía ni cursos de reciclaje laboral, sino viviendo, afrontando la pesadez del trabajo, comprometiéndose en el propio trabajo con todo lo que somos. Por eso el que no tiene trabajo sufre un gran atentado a la conciencia de sí mismo.
El trabajo se está convirtiendo cada vez más –lo estamos viendo en el malestar que genera–en algo que no esperábamos. ¿Qué es lo que no esperábamos? Que nuestros deseos fueran tan grandes, tan ilimitados, tan inconmensurables que ni siquiera cuando llega el gran éxito nos quedamos a gusto. A medida que nos damos cuenta de esto, más deseamos que se cumpla ese deseo que uno descubre que tiene dentro.
Segundo punto: La realización de uno mismo.
El trabajo se convierte en un intento de responder a ese deseo que el propio trabajo saca a relucir ante nuestra conciencia. Cuanta más conciencia tengo de mí mismo, más deseo que el trabajo corresponda, esto es, que pueda responder a lo que ese deseo exige, que cumpla lo que deseamos o, en última instancia, que responda a la exigencia que el mismo trabajo ha puesto de manifiesto ante nuestros ojos. ¿Cómo se hace eso? Lo sabemos todos. Haré simplemente un listado de lo que nos pasa. Uno puede pensar que logrará su plena realización haciendo carrera y cumpliendo sus sueños, otro puede pensar que es mediante su crecimiento humano, otro pone sus esperanzar en la creatividad, la competitividad, o, un aumento de sueldo, otro en el reconocimiento y la estima de los demás… la lista es infinita. Cada uno busca responder como puede a esa exigencia que ha salido a la luz y que urge profundamente. Cuanto más consciente soy de esta exigencia de cumplimiento, más me quema por dentro. La exigencia no me deja mirar la vida desde el balcón, sino que cuanto más trabajo más deseo mi realización, mi plenitud. No me quedo inerme, sino que estoy constantemente provocado por el descubrimiento continuo del deseo como meta del vivir.
Tercer punto: No basta
Esto nos lleva inmediatamente a que cualquier intento que hagamos para responder a nuestro deseo, sea cual sea nuestra fijación en un aspecto u otro, nos empuje a hacer una comparación entre lo que ha salido a relucir, lo que hemos descubierto dentro de nosotros mismos, toda la naturaleza de nuestras exigencias, y ese intento de realización de mí mismo. Este descubrimiento lleva a la persona a ver si lo que intenta hacer logra cumplir esas exigencias que han salido a la luz y que ahora son plenamente conscientes. No es solo como un padre que tiene ciertas expectativas para su hijo, es que ahora las tengo para mí mismo y no puedo dejar de desear esto que ha asomado en mi conciencia.
¿Y qué más descubrimos de nosotros mismos en esta comparación? Nadie lo ha expresado de manera más sintética que Leopardi porque incluso cuando lo tenemos todo, la experiencia que uno tiene, aunque tenga el universo infinito, es que descubre que todo es poco, pequeño, para la capacidad del alma. ¿Por qué? Porque siente que algo falta, siente aburrimiento y que nada basta. Acaso, ¿no quieres algo más?, como dice la canción Shallow. ¿No estás cansado de intentar llenar ese vacío? ¿Eres feliz en este mundo o deseas algo más? Las canciones son expresión de esta irreductibilidad de la persona que emerge viviendo. No lo dice un padre de la Iglesia ni un teólogo, lo dice la gente que metiendo las manos en la masa, haciendo todo lo posible e imaginable para alcanzar el cumplimiento de las exigencias y deseos que salen a la luz en el compromiso con la realidad, se encuentran con que todo es poco, pequeño, para la capacidad del alma y entonces descubrimos que tal vez ahí está el origen del malestar. Entonces se entiende que no se trata de afrontar el problema sino de la naturaleza del sujeto que los afronta. Porque si no respondemos a esto, podemos seguir probando a tientas, una tras otra, pero si uno no entiende por qué pasan estas cosas el malestar crece, aumenta el escepticismo ante la posibilidad de encontrar algo que responda.
Cuarto punto: Intentos de solución
Ahí empieza el segundo round, los intentos de solución. Cuando has visto que no basta, ¿qué se te ocurre? Lo primero, cambiar de trabajo. Obviamente porque si no funciona, mejor busco otro trabajo. Quizá otro me ofrezca algo que este no es capaz de darme. Otra opción es buscar beneficios en la empresa. He estado en Irlanda, donde están las grandes multinacionales americanas, como Microsoft, Google, Apple… que llenan de dinero y de beneficios a todos sus empleados para intentar retenerlos, para que no se vayan después de 3-4 años (que es la media del tiempo que aguantan). Con todos los beneficios que reciben, nada de eso basta para colmar la exigencia que tienen y, por eso, se van a buscar otro trabajo. En el fondo porque piensan que yéndose podrán responder a la cuestión. Pero si uno tiene un tumor en el estómago, de nada sirve irse. Se lo lleva consigo. Lleva consigo lo que no ha resuelto allí donde estaba. O piensa que si le suben el sueldo podrá llenar lo que el trabajo no ha logrado llenar, o quizá el reconocimiento de los demás. Llamamos a uno o llamamos a otro para ver si con esto podemos llenar lo que nosotros no logramos llenar en nuestra vida. Cada uno puede ver que puede darse una cosa u otra, o una mezcla de todo. Todo es poco y pequeño para la capacidad de nuestra alma, y como no nos basta seguimos buscando a tientas. Pero lo que sale a la luz es lo que dice Leopardi. No es algo malo, como pensamos. Nos parece que es malo pensar en lo que nos falta y que tenemos que ir al psicólogo porque tenemos algún problema mental o de otro tipo. No. El problema es que no hemos entendido que todo lo que el hombre desea emerge en la experiencia y que es algo inconmensurable. En este sentido, se puede aplicar al trabajo lo que dice Pavese sobre los placeres: lo que buscamos en los placeres es el infinito y nadie se contentará con menos que esa infinitud.
Si no entendemos que lo que nuestro empeño en el trabajo saca a relucir es algo que muchas veces desconocíamos, es decir, que lo que buscamos es el infinito. Y esto no es porque estemos mal hechos sino porque somos más que todo lo que podamos hacer o expresar con nuestra creatividad, somos más que todo lo que podamos alcanzar con nuestro esfuerzo… estamos hechos para algo más. Esta es nuestra naturaleza, el misterio de nuestro ser del que habla Leopardi: ¿cómo es posible que siendo algo tan frágil, tan alto sientas? ¿Cómo es posible que, siendo tan limitados, podamos desear tanto? Hasta el punto de que todo es poco y pequeño para la capacidad del alma. Si no entendemos esto, viviremos siempre a merced de una cosa u otra. Sin encontrar una respuesta adecuada. El malestar no se calmará con más dinero y reconocimiento porque nada de eso es capaz de resolver el problema.
O nos damos cuenta, por la experiencia que vivimos, de cuál es la grandeza de nuestra naturaleza –como dice Leopardi: esto es signo de nuestra grandeza– o cualquier cosa que podamos hacer no será suficientemente adecuada. ¿No te falta algo? Solo un descubrimiento así podrá llevarnos a mirarnos con pasión, con ternura por nuestra persona. Sino echaremos la culpa al trabajo, a las circunstancias, a la falta de suerte… siempre habrá un culpable en el que descargar todo nuestro malestar. No hay culpas porque todo lo que hay en la realidad es limitado. Entonces es inútil que le echemos la culpa a la gota porque no es capaz de llenar el vaso. Porque la gota es gota y el vaso es vaso. Si uno no entiende la naturaleza del vaso, la toma con la gota, pero no es eso lo que resolverá el problema de la falta o el vacío. Lleno el tiempo pero no el vacío.
Si no lo entendemos, seguimos complicándonos la vida echando la culpa a todo lo que se nos ocurra porque no hemos entendido de qué se trata. Cuando daba clase en el colegio tenía que pensar ejemplos que mis alumnos pudieran entender y les decía: ¿qué pensarías de uno que intenta curarse un tumor con una aspirina? Se reían igual que vosotros ahora. Si no entendemos la naturaleza del tumor, entiendo que se pueda buscar consuelo en la aspirina, pero si entiendes la naturaleza del tumor, ¿realmente crees que te vas a curar con eso? Si uno ha entendido la naturaleza de la exigencia humana, la naturaleza de la persona, la naturaleza de su grandeza, de su deseo, ¿podrá pensar que puede resolverlo con cualquier aspirina que se le ocurra? No es un problema de voluntarismo ni de empeño, porque cuanto más me empeño más me doy cuenta de que eso no podrá resolver el problema. Es una concepción de mí mismo, y si no cambia estaremos buscando una respuesta que es totalmente inútil. Nadie niega la buena intención con que podemos hacerlo. Uno que reconoce que estás enfermo, que tienes un tumor y se preocupa por ti y que está conmovido realmente por tu enfermedad puede decidir traerte una aspirina tras otra… Le podrás dar las gracias por su preocupación pero todo lo que estás haciendo es inútil. Es bonito que surja esa caridad entre nosotros. Pero, también tenemos que reconocer que no sirve de nada porque para echar una mano a otro hace falta haber entendido la naturaleza del problema. Si no lo entendemos cuando nos pasa a nosotros, menos aun cuando les pasa a otros. Creo que esto nos pone delante una cuestión radical. Puede haber muchos aspectos que habrá que organizar y cuidar específicamente, cambios que habrá que hacer y relaciones que cuidar, pero si no se mira el origen el problema permanecerá intacto, aun en las mejores condiciones y cuando todo vaya a la perfección. Porque es un problema de conocimiento más que de voluntarismo. Se trata de entender cuál es la naturaleza del problema, la naturaleza de lo que el trabajo suscita en nuestra conciencia, de entender quién soy, y si no respondemos a esto seguiremos perdiendo el tiempo y estaremos cada vez más escépticos, cuando no aún más ansiosos y estresados, generando más estrés en todo lo que tocamos porque si uno no encuentra respuesta acabará extendiendo su malestar en todo lo que toque, como suele pasar.
Por eso la cuestión del trabajo desvela el drama del vivir. No es una cuestión accesoria y afecta a cuando volvemos a casa después de una jornada de trabajo. Si uno llega cansado, agobiado, deprimido, ¿con quién compartirá esto y lo pagará? Con el primero que encuentre en casa, con las relaciones más queridas. Pero no por maldad, no es un problema de egoísmo, es que nadie puede dar lo que no tiene. Y si estamos llenos de ese malestar, será malestar lo que ofrezcamos, creando aún más malestar en todo lo que toquemos.
Por eso el trabajo supone un gran recurso para afrontar la vida, una oportunidad grandiosa para entender cuál es el objetivo de la vida. Cuanto más nos demos cuenta de esto, más entenderemos que hay que hacer un trabajo dentro del trabajo porque no es el trabajo la solución sino algo que uno tiene que descubrir para poder encontrar respuesta a ese malestar que sentimos tantas veces en esta situación.
Reconocer el error
Cuántas veces, aun reconociendo nuestra exigencia de infinito, nos avergonzamos de nuestros errores y nos defendemos. ¿Qué tiene que suceder en una persona para que no dependa del reconocimiento de los demás? ¿Qué consistencia debe tener para no esconder sus errores debajo de la alfombra? De nada servirá que le echen la bronca si no tiene una consistencia que le permita ser libre de lo que piensen los demás, de tal modo que no identifique su propia consistencia solo con lo que es capaz de hacer. Cuando su consistencia está en otra parte, eso le permitirá incluso reconocer su fragilidad, su incapacidad o su error. Solo ese trabajo dentro del trabajo, o fuera del trabajo, puede llevar a una libertad así, de reconocer los propios errores, que por otro lado resulta sorprendente porque cuando algo sale mal todo el mundo se dedica a buscar culpables y reconocer un error es algo excepcional, pasa muy pocas veces. Afrontarlo hasta el fondo, sin caer en el moralismo de pensar que eso es algo que solo pueden hacer los mejores, los que se inmolan por la causa, cuando poder hacer algo así es lo más humano, pues significa que uno sabe que su vida no consiste en lo que es capaz de hacer. Pero como solemos pensar que nuestra consistencia está en lo que hacemos, reconocer que nos hemos equivocado nos hace pensar que es como si todo se fuera a derrumbar. Cualquier situación nos permitirá ahondar en la naturaleza de este problema y ver cómo podemos afrontarlo. Basta con dejar de dedicarnos a dar respuestas superficiales en vez de ir hasta la raíz, hasta el origen de lo que provoca que sucedan estas cosas tan excepcionales.
Relaciones laborales desafiantes y reemplazo generacional
Mientras esperas a que tu socio se jubile, ¿qué haces hasta que llega el siguiente? ¿Cómo estar con la persona que tienes al lado mientras tanto? Porque uno puede estar tentado de dejar pasar la situación, pero tú ¿cómo estás delante de esa persona? Puedes dejarlo pasar, no mirarlo y esperar a que llegue el cambio sin más. O puedes aprovechar y ver que no se te ahorra nada en la vida para afrontar todas las situaciones que se te ponen delante. Como esta persona. Si no, te apañas como puedas a la espera de que llegue el cambio. Pero cuántas veces nos toca trabajar con personas con las que tenemos dificultades. Siempre recuerdo una vez que le pedí a una persona que colaborara con otra que tenía mal carácter. Lo primero que me respondió fue: “pídeme lo que quieras menos esto, por favor”. ¿Por qué? “Porque me vuelvo loco solo de pensarlo”. Ahí entendí una cosa que he contado varias veces. Le dije: “No te preocupes entonces, que ya busco a otro. Pero no sé si te conviene porque muchas veces culpamos a los demás de las dificultades que tenemos, pero los demás no son los que crean la dificultad. Este con su mal carácter no es tu problema, este te hace consciente del problema que tienes tú. Porque yo también tengo que aguantar su carácter, pero a mí no me vuelve loco”. El problema no es el otro, sino tu fragilidad delante de su mal carácter. Si tú quieres crecer sin depender de todos los que te encontrarás por el camino con mal carácter, puedes irte con tu úlcera y tu debilidad a otra parte, o puedes aprovechar la ocasión para liberarte por fin y para siempre de todos los personajes con mal carácter que te vas a encontrar el resto de tu vida. Entonces el trabajo puede ser un lugar donde aprender cómo crece la persona, si no nos dedicamos a mirar a otra parte. Yo agradezco que la vida no me haya ahorrado nada porque al afrontarlo he visto que me convenía humanamente afrontarlo todo porque todo era una ocasión para crecer si no miraba para otro lado. Eso es lo primero, porque ese es el problema de la persona. Uno puede descargarse o buscar respuestas en otra parte, no pasa nada, pero eso no supondrá que tú crezcas, que la vida te haga crecer.
Satisfacción
La cuestión no es que tú vayas a estar más satisfecho con ciertas cosas porque lo vemos en otros que pueden tener un gran éxito. Leía con mis alumnos un artículo sobre deportistas que obtuvieron grandes logros en las olimpiadas, como Phelps con todas sus medallas en natación, que hablaba de insatisfacción, y de hecho el artículo hablaba de la depresión post-victoria, post-éxito. ¿Y ahora qué hago?, se preguntaban. ¿Basta con alcanzar la satisfacción que uno buscaba? Porque muchos de estos personajes habían superado con creces sus expectativas, trabajando durante años a un ritmo bestial de entrenamiento para lograr su objetivo, de tal modo que cuando lo logran deberían estar satisfechos con creces. Sin embargo, se encuentran con un gran vacío que persiste cuando se acaban todos los reconocimientos y ovaciones. ¿Qué hace falta entonces? No es solo el éxito, porque cuántos vemos que han tenido un gran éxito y después se deprimen. Uno puede vivir una satisfacción que no dependa de eso, y entonces disfruta, pero hay que añadir el factor que permita una satisfacción así, en cualquier situación, porque si no, los que no lo tengan, buscarán esa satisfacción en otra parte y no serán capaces de vivir. Si uno no sabe qué es lo que da la verdadera satisfacción, nunca podrá disfrutar plenamente de esa satisfacción. Ese trabajo dentro del trabajo nunca se acaba porque cuando no se hace, sufrimos las consecuencias. Todos estos fenómenos nos desafían para ver cómo vivimos nosotros ante estas situaciones.
Entorno favorable… o no
Lo que te permite estar presente en tu trabajo es saberte querida. No es por lo que haces. Cuando uno se siente querido, aunque sea fuera del trabajo, puede estar delante del trabajo, justamente por el amor que recibe. Porque la persona es una. Si tú recibes un amor desbordante en tu vida, sea cual sea la situación que tengas que afrontar, ese amor te hace libre y puedes estar en cualquier situación laboral, y disfrutas del trabajo. Siempre es mejor un clima favorable que otro desfavorable, no nos confundamos, no da todo igual, pero lo interesante es ser libre en cualquier situación, sin depender de que hoy alguien genere un mal ambiente de trabajo y eso nos haga la vida imposible a todos. Yo quiero ser libre incluso en esa situación. La clave para poder ser libre no es que yo sea capaz de hacer algo sino de que yo reciba algo que es lo que me libera, lo que me hace vivir cualquier situación con esta libertad. Porque la libertad es reconocer el cumplimiento de lo que uno necesita para vivir. Cuando ves esa plenitud que desborda, puedes vivir cualquier cosa sin que te determine el ambiente, aunque tengas que sufrirlo, pero esa plenitud determinará tu vida a pesar de ello. Entonces la situación ya no tendrá poder sobre ti. Su poder es directamente proporcional a nuestra debilidad, a nuestra falta de plenitud, a nuestra falta de consistencia. Cuanto más frágiles seamos, más dependeremos de la situación. Recuerdo a una persona que durante años vivió en un clima laboral precioso pero cuando cambió de trabajo sufrió tal impacto que perdió la confianza. Al final es el mismo problema que el que tiene que trabajar con alguien que tiene mal carácter. ¿Tengo que esperar a que todo esté en orden para que vuelva a suceder? ¿O puedo hacer algo que me permita, incluso en esta situación, hacer un camino que me permita ser libre también ahí? De nuevo, el trabajo dentro del trabajo. Porque a veces no todo va sobre ruedas. A veces tienes la suerte de que sí, pero otras no. Si uno depende de que la situación vaya bien, bastará con que por un motivo u otro cambie la situación para que volvamos a tambalearnos. Pero yo, como deseo, quiero ser libre en cualquier situación, no vivir bajo la espada de Damocles, con miedo a que pueda suceder algo, a que alguien se atasque, o cualquier circunstancia, lo que quiero es hacer un camino que me permita ser libre en cualquier circunstancia.
Ante el pesimismo de Leopardi, un punto de equilibrio entre el deseo de infinito y la realidad
Esta es la cuestión que saca a relucir el trabajo. Pero eso no me lleva al pesimismo de Leopardi sino al contrario, puedo mirarlo a la cara, y el mero hecho de atreverse a plantear la pregunta indica que el pesimismo no ha vencido. El problema es que yo puedo mirar esto precisamente porque no soy pesimista. Y no lo soy no porque razone así sino porque puede darse una situación donde yo recibo un amor que me hace libre de cualquier pesimismo. Por eso puedo mirar con realismo la situación. En la carta a los romanos, san Pablo hace una lectura apocalíptica del mundo y mis alumnos se sorprendían porque hiciera una descripción tan pesimista, a pesar de haber conocido a Cristo resucitado, que les parecía motivo de sobra para un optimismo. ¿Cómo puede mirar entonces con este realismo la situación del mundo? Como si tuviera que edulcorarlo para poder mirarlo sin deprimirse. Uno puede mirarlo todo, aparentemente con pesimismo, solo por el optimismo de tener la respuesta. Si no, ciertamente tendría que edulcorarlo para poder vivir: al final se arreglará, podremos poner algo de nuestra parte… Ese es el desafío que tenemos, cada uno tiene que decir si todo lo que hemos dicho hoy es pesimista o realista, y debe empezar a hacer este trabajo dentro del trabajo para responder.
El hecho de que yo no logre alcanzar la respuesta que anhelo no significa que no se me pueda dar. La cuestión es que “hay más realidad entre el cielo y la tierra, Horacio, que en nuestra filosofía”. ¿Es posible que todo eso que deseamos sin ser capaces de alcanzarlo, en vez de llevarnos a la frustración, podamos recibirlo donado? Las cosas más bellas que suceden en la vida son las que se nos donan. Entonces, ¿quién dice que todo aquello para lo que estamos hechos…? Porque al final es como si echáramos la culpa a que deseamos demasiado y tenemos que conformarnos para evitar la frustración, atenuar nuestros deseos, la hybris como decían los griegos es demasiado, hay que rebajar el nivel del deseo para dejar de frustrarse. Cada uno que vea si es capaz de regular los deseos para conformarse con un poco menos. Yo no puedo reducirlos, ni tampoco cumplirlos. ¿Queda otra posibilidad? Que otro que me ha hecho así de grande pueda darme lo que yo no soy capaz de alcanzar con mis intentos. El hecho de que toda la exigencia de plenitud que bulle dentro de mí no logre hallar respuesta es el primer signo de que hay otro que me está dando esa exigencia para cumplirla. Solo así la vida puede adquirir un significado sin tener que reducir la exigencia de la vida para que no resulte frustrante. Pero eso es un don, lo siento. Cuando uno lo recibe ya no es pesimista ni tiene que reducir la exigencia de su corazón.
Competitividad, excelencia, descarte
El problema fundamental es que la exigencia también la tiene la otra persona. Cuando uno quiere a otro le dice: pero ¿tú no tienes ganas de progresar?, ¿te basta con esto? Si uno empieza a darse cuenta de todo esto, lo mejor que puede hacer por el otro es despertar esa exigencia en él. ¿Y cómo despertarla? No con sermones, sino mostrando con la propia vida que uno puede dar pasos y cuando uno ve a otro con una vida tan plena le dan ganas de seguirlo porque ese es el único método adecuado a nuestra humanidad. Todos seguimos aquello que nos atrae, la plenitud que vemos en otro. Al mismo tiempo, le damos todo el espacio necesario a su libertad, todo el tiempo que necesite para alcanzarlo, para secundar ese atractivo que tiene delante. Eso ya depende de la otra persona. Si no queremos pisotear su libertad, tendremos que respetar los tiempos que necesite para decidirse. Si no se decide y se conforma con lo que tiene, en el pecado ya tiene la penitencia porque en vez de disfrutar, se quedará como está. Qué le vamos a hacer.
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