Entre suspiros y latidos
En este momento un latido sostiene la vida. Siempre es un latido. Un latido deseado y esperado, que lo esperamos bajo el derrumbe de los edificios de Turquía y Siria, o en el herido que cae al suelo en Ucrania, o en el accidente de tráfico que vemos, cómodamente, tras la ventanilla, mientras suspiramos.
Lo que no va en lágrimas, va en suspiros, dice nuestro refranero, y también dice mi madre. Lo que no se pierde por un lado, se pierde por otro. Ese suspiro es casi más fugaz que el latido del corazón. Suspiro y latido cabalgan nuestros miedos, nuestros deseos, nuestras ganas de vivir. En el suspiro anhelamos, y en el latido, fugaz, vivimos. Suspirar mucho puede paralizarnos en el vivir, hacernos sufrir. ¿Por qué suspiráis? Dice la canción. Latir, en cambio, siempre es vivir, aunque como todo buen drama, también sufrir.
Ese suspiro se escucha de nuevo en la política española. En nosotros siempre está. No duerme. El latido, es igual, está dentro de nosotros, no descansa, pero estaba extramuros de la política.
Puede ser un suspiro de ansiedad, para muchos, o de hartazgo y fatiga, para otros, o cargado de razones, porque el aborto es así. Vuelve a estar en primera página en los medios, Tribunal Constitucional mediante, VOX mediante, 8-M mediante e Ideología de Género, mediante y, ya se sabe, a los suspiros los carga el diablo y lo que no va en lágrimas, va en…
Suspirar dice mucho de nosotros. El objeto por el que suspiramos, lo dice todo. Suspirar también puede ser llorar. Suspirar puede ser albergar esperanza. Suspirar puede ser tratar de acelerar el reloj. Suspirar es un misterio, cómo todo lo humano. Suspirar por el latido de un niño es, hoy por hoy, un acto de humanidad, un misterio, algo humano.
Lee también: ¡Llego tarde!
Por el latido también suspira la madre (y el padre) que ya lo es (ya lo son), antes del parto, llena de miedos, y llora o ríe, o llora y ríe. La madre violada, que siempre llora y a veces, reirá, si llega a ver su hijo. La madre drogadicta que vive en la calle y aborta, por suspirar un mejor futuro para ese primer latido.
Escuchar un latido es tal vez la prueba del algodón de nosotros mismos, de nuestra sociedad. Ese latido está lleno de vida, de una suma de suspiros contradictorios, de miedos o esperanzas. Lo que no va en lágrimas, va en suspiros. ¿Qué llevo ahí, en mi suspiro? ¿Qué siento al oír mi propio latido, que me acompaña desde antes de nacer? ¿Quién soy yo para que te acuerdes de mí?
¡Sigue en Twiter los artículos más destacados de la semana de Páginas Digital!