Virus zika. No hay razones para la alarma social

Mundo · Nicolás Jouve
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16 mayo 2016
El virus del zika ha dado lugar a una declaración de emergencia sanitaria por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) a comienzos de este año. Este virus pertenece al grupo de los Flavivirus, que incluye entre otros a los agentes causantes de enfermedades como el dengue y la fiebre amarilla. Estos virus tienen en común ser transmitidos por los mismos tipos de mosquitos, siendo el más común el Aedes aegypti. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre con los casos del dengue o la fiebre amarilla, los efectos del zika no son graves para las personas infectadas. 

El virus del zika ha dado lugar a una declaración de emergencia sanitaria por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) a comienzos de este año. Este virus pertenece al grupo de los Flavivirus, que incluye entre otros a los agentes causantes de enfermedades como el dengue y la fiebre amarilla. Estos virus tienen en común ser transmitidos por los mismos tipos de mosquitos, siendo el más común el Aedes aegypti. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre con los casos del dengue o la fiebre amarilla, los efectos del zika no son graves para las personas infectadas. Apenas padecerán algo de fiebre, sarpullido, dolor en las articulaciones, conjuntivitis, dolores musculares y erupciones cutáneas, síntomas todos ellos que desaparecen en unos pocos días. El revuelo que ha causado este virus de baja agresividad se debe a su inesperada expansión, en zonas de América Central y el Caribe, y a su posible implicación en la aparición de casos de microcefalia y otros defectos en el desarrollo del cerebro en el feto en el caso de que la infección afecte a mujeres embarazadas.

¿Existe realmente una relación entre la microcefalia y la infección? Son muchos los trabajos de investigación que tratan de desvelar este asunto. En una reciente revisión sobre el tema publicada en el New England Journal of Medicine [1] se incluyen evidencias de la detección del virus zika en los tejidos cerebrales de fetos y de niños nacidos afectados. En este análisis, a la vista de un buen número de estudios, se llega a la conclusión de que existe la relación zika-microcefalia, pero se añade que no hay una prueba concluyente de que la infección sea la causa de la microcefalia y que hay que seguir investigando para conocer mejor el grado de riesgo relativo y absoluto de resultados adversos sobre los fetos en mujeres que fueron infectadas en diversos momentos a lo largo de su embarazo.

Como todo esto causa una cierta alarma social -nadie desea que sucedan cosas así, sobre todo si son evitables¬-, hay que puntualizar que si durante el embarazo hubiese una infección por el virus zika, eso no significa que vaya a haber necesariamente problemas de salud para el bebé, sino solo que existe el riesgo de que eso ocurra. Los estudios, durante el brote actual de zika en países como Brasil y Colombia, demuestran que muchas mujeres infectadas han traído al mundo bebés perfectamente sanos.

En todo caso, Tom Frieden, director del CDC (Centers for Disease Control and Prevention, Atlanta, USA) cree que la acumulación de evidencias científicas testifican la sospecha inicial e insta a las mujeres embarazadas a tomar todas las medidas preventivas necesarias para evitar la infección del zika.

A primeros de marzo el Dr. Declan Butler, editor y colaborador de la revista Nature, comentó en este medio el primer caso de un niño con microcefalia nacido en Colombia, cuya madre había sido infectada por el virus zika. Pero como bien señalaba dicho artículo un caso no puede ser considerado significativo entre miles de personas infectadas como ocurre en Colombia que es el segundo país en el que más presencia del zika hay después del Brasil. En el artículo se presupone la relación zika-microcefalia pero se apunta que han de seguir investigándose otras posibles causas, incluyendo un grupo de infecciones que colectivamente se llaman STORCH (sífilis, toxoplasmosis, sarampión, infección del cytomegalovirus y herpes simplex), que desde hace tiempo se sabe que pueden ejercer efectos negativos sobre el desarrollo fetal [2].

Pero esto tampoco es nuevo. Desde hace mucho se previene a las madres embarazadas sobre los efectos negativos que ejercen sobre el bebé en desarrollo el tabaco, el alcohol, las drogas, las radiaciones y múltiples fármacos, incluida la quimioterapia en los casos de cáncer. Es oportuno recordar el caso de la talidomida, un calmante que se recetaba en los años sesenta en muchos países europeos para tratar las nauseas propias de las mujeres embarazadas y que fue la causa de miles de nacimientos de bebés afectados con unas tremendas focomelias, caracterizadas por la carencia o excesiva cortedad de las extremidades, debido a fallos en el desarrollo del tejido óseo y muscular de los miembros superiores o inferiores.

Cada vez se conoce más y mejor la influencia negativa que pueden ejercer determinados factores ambientales y fisiológicos inductores de modificaciones durante el desarrollo embrionario y fetal, con posibles consecuencias en la aparición de defectos congénitos y discapacidades al nacer (agentes teratógenos). No es de extrañar por tanto que entre estos agentes se encuentren los virus, como el zika y los demás incluidos en el grupo denominado STORCH. De ahí la importancia de mantener un buen equilibrio fisiológico, nutricional y buenos hábitos de vida durante el embarazo.

Dicho todo lo anterior, hay otra faceta a tener en cuenta. Está muy bien pensar en la madre embarazada y ponerse en su lugar cuando se plantean situaciones tan indeseadas como las que afectan al bebé que lleva en su seno, pero veámoslo desde la perspectiva del bebé y pensemos, al menos por un momento, que se trata de un ser humano. Ya hemos dicho que la infección por zika no es grave para la persona infectada ni tampoco es seguro que vaya a dar lugar a un bebé con microcefalia. Ante un caso así, el valor fundamental a proteger no es la salud de la madre sino la vida del bebé. ¿Qué hacer con él?

Lo primero, no perder la perspectiva de que realmente es un ser humano en formación -ser y existir son equivalentes de acuerdo con el diccionario de la RAE-. No es un preembrión ni un conglomerado de células, no es tampoco un parásito o una parte del cuerpo de la madre, sino un ser distinto, con su propia identidad genética que crece y se desarrolla en el seno materno. Un ser totalmente vulnerable y dependiente de su madre. Un ser que, estando perfectamente equipado para desarrollarse sin alteraciones, podría torcerse el curso normal de su desarrollo, aunque no necesariamente tiene por qué producirse una microcefalia. Ante casos así, lo importante es volcar toda la atención médica en el bebé en gestación. Entre los valores que están en juego se debe anteponer la vida del no nacido por encima de cualquier otra consideración, de acuerdo con el hecho de que «el ser humano es un fin en sí mismo en todas las fases del ciclo biológico, desde la concepción hasta la muerte…», como nos recuerda el art. 51 del código de deontología médica español en su última reforma de 2011.

Lo que ya no resulta de recibo es la celeridad con la que tanto en países de Latinoamérica como en España se han promovido campañas de sesgo pro-abortista a las mujeres embarazadas infectadas con el zika, aun cuando no exista evidencia de que el feto esté afectado en su normal desarrollo. Es un revival de lo que pasó con la tragedia de la talidomida hace cincuenta años en los Estados Unidos. Las imágenes de niños sin extremidades promovieron una campaña pro-aborto que empezó en California, en 1966 y que seis años más tarde había alcanzado a veinte Estados de la Unión, donde se terminó legalizando el aborto aun cuando ni la vida ni la salud física de la madre estaban amenazadas.

Volviendo al presente, los comisionados de la salud de las Naciones Unidas han anunciado cuatro millones de infecciones del virus zika en los países de América para los próximos meses, y han puesto en marcha toda la maquinaria proabortista para presionar a los legisladores de los países en los que o no existen o son restrictivas las leyes que permiten abortar, como Brasil, Colombia o El Salvador, para que legislen a favor del aborto. No es fácil decidir qué resulta más perverso e inhumano, si la presión a que se somete a las mujeres embarazadas ante la duda de cómo se desarrollará el bebé que llevan en su seno o el aprovechar la coyuntura para promover leyes contra la vida humana.

No, lo prioritario no es eso. Como en tantas cuestiones relacionadas con la salud, hay que anteponer la vida a la muerte… y antes que nada habrá que promover las medidas necesarias para evitar consecuencias mayores. Hay que evitar antes que lamentar. Si tras acumular datos se llegase finalmente a establecer una relación causa-efecto zika-microcefalia, lo prioritario será aumentar las medidas de prevención para eludir la causa y promover el seguimiento del desarrollo del bebé.

En España, según el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, a mediados de marzo había 43 casos confirmados de afectados por el virus zika, 5 de los cuales son mujeres embarazadas, y todos ellos habían sido infectados en los países afectados, por lo que se trata de casos importados. Sabemos que en España no vive el mosquito Aedes aegypti, por lo que no es de temer que se produzca la propagación del zika. Pero es importante que las mujeres embarazadas no viajen a las áreas donde esté activo el virus. Y si una mujer embarazada viaja o vive en un área en la que hay una transmisión activa del virus, lo primero que debe hacer es prevenir picaduras del mosquito transmisor y dirigirse a su centro de salud y a su médico que le proporcionarán todas las medidas preventivas para evitar los riesgos de infección.

Si a pesar de ello, las diferentes pruebas que la hicieren demostrasen la existencia de una infección por zika, lo siguiente será asegurarse de si el bebé está bien, mediante ecografías seriadas para controlar el crecimiento y la morfología fetal, y todas las pruebas médicas a su alcance… Al final de esto, en el peor de los casos para ella, pero sobre todo para su bebé, si se confirmase una alteración que piense en conciencia que el bebé, afectado o no, sigue siendo su hijo, un ser humano, una vida humana inocente a la que por casualidad o tal vez por negligencia se le ha torcido el proceso de su desarrollo.

[1] Rasmussen SA, Jamieson DJ et al. zika Virus and Birth Defects — Reviewing the Evidence for Causality. New England Journal of Medicine, April 13, 2016, DOI: 10.1056/NEJMsr1604338

[2] Butler, D. zika-linked birth defects seen in Colombia. Country hopes to quantify threat that zika poses to fetuses. Nature, 531 (7593), News. March 4, 2016

Nicolás Jouve es catedrático emérito de Genética y presidente de CíViCa (Asociación miembro de la Federación Europea One of Us)

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