Las horas horizontales / III

Ven

Cultura · Juan Carlos Hernández
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2 febrero 2023
Terminamos la entrega de algunos de los poemas escritos por Isabel Almería publicados en su libro “Las horas horizontales” (Gravitaciones).

Me parece que el poema habla también, como decíamos en la primera entrevista, del deseo de una presencia buena que sane nuestras heridas. “Ven, que mi tierra desierta espera que la riegue tu mirada”

Sí. Este poema es, literalmente, una invocación. Una llamada y una espera. La espera del amigo, de esa presencia buena que ya hemos conocido y que sabemos que puede sanar el corazón, liberarlo. Una presencia que no se agota, porque no puede poseerse nunca del todo “siempre viniendo, sin llegar a llegar”. Una presencia que sana el dolor, no eliminándolo, sino dándole un sentido (“Ven a besar mis lágrimas / para que no se pierdan,/ florezcan en tus labios/ como florece el cielo / cuando la luna asoma”.) Y, finalmente, una presencia que nos permite fundirnos con ella, hacernos uno (“caminaremos juntos / hacia el umbral del alba”).

En cierto sentido, ¿se podría decir que la poesía es subjetiva? La misma palabra según la experiencia vital de cada uno puede tener connotaciones distintas.

Es subjetiva porque nace de un sujeto y, como tal, expresa una experiencia vital propia. Pero la palabra subjetiva no puede llevarnos a error. Todo lo humano, en ese sentido, es subjetivo, porque no somos máquinas, no somos objetos. Eso no significa que no podamos encontrar puntos en común en nuestras experiencias y, que las experiencias de unos puedan ayudar a crecer a otros. Es verdad lo que dices, la misma palabra pronunciada o escrita en una experiencia vital diferente, puede tener connotaciones distintas. Pero también en la vida de una sola persona, el tiempo, la experiencia, hacen que las palabras cambien o, más bien, se hagan más profundas, más densas. A mí me pasó con una poesía que escribí cuando tenía 11 ó 12 años. Al releerla muchos años después, la interpretación era totalmente nueva. No distinta del original, ni contradictoria, simplemente se había cargado de una profundidad que no tenía en su origen (o que no parecía tener, como decía don Giussani, el poeta es siempre un profeta…). De igual forma, un poema puede ser interpretado por personas distintas de distinto modo, pero siempre serán modos que se toquen en un punto vital, que compartan algún aspecto experiencial, aunque se vivan de forma más o menos intensa o consciente.

Una vez creada la obra pasa a ser del lector

Creo que esa es precisamente la belleza del arte, las obras creadas dejan de ser totalmente del autor y empiezan a entrar en las vidas de otros y, viendo los efectos que producen en ellas, vuelven al autor de un modo nuevo, más rico, más cargadas de significado. Por eso “subjetivo” no es necesariamente sinónimo de individual o personal.

Lee también: «Yo sé que estás ahí«

¿Dónde encuentras la inspiración para escribir un libro como este?

En la vida, en la experiencia. Observando, preguntando y entrando en diálogo con la realidad y con el propio corazón. Nada de lo que hay en el libro nace de la abstracción, aunque a veces se pueda expresar con imágenes abstractas o ficticias. Detrás de cada palabra, de cada poema, hay vida, hay deseo, hay dolor y alegría. Yo nunca he sabido escribir separándome de la experiencia vital. No digo que eso sea malo, muchos escritores consiguen hacerlo -aunque en poesía me parece que es más difícil-, pero yo no puedo. Concibo la poesía como un diálogo asombrado con el mundo, con el Misterio que lo sustenta, con la carne de ese Misterio. De ahí han nacido estas Horas horizontales.

 

Ven,

que mi tierra desierta

espera a que la riegue tu  mirada.

Ven a besar mis lágrimas

para que no se pierdan,

florezcan en tus labios

como florece el cielo

cuando la luna asoma.

Ven,

que mi boca de malvas

derrama miel constante de nostalgia.

Ven,

pero no te detengas en mi puerta,

pasa de largo y déjame tu abrazo,

riega el umbral de lágrimas,

deja que yo las bese

para que no se pierdan.

Ven, ven, quédate siempre

viniendo siempre, ven, ven

sin llegar a llegar.

Ven,

que ya asoma la luna

y emana miel de plata,

agárrame la mano

que me amenaza el mundo

(la luna está tan lejos

y siempre me vigila silenciosa)

aférrame con fuerza

que la tierra me arrastra,

que mis pasos se hunden en el fuego,

ciégame que estoy viendo

las luces de la muerte.

Ven, ven,

Ven.

Ya sé que no te has ido,

estás siempre llegando

y mi lluvia en tus labios

ha consumido el fuego.

Has derribado el templo

y reconstruyes piedra a piedra el alma;

voy a hacer con tus lágrimas de agua

columnas que sostengan la memoria,

el lugar de la casa

donde toman café todos los ángeles.

Ven, calma,

apaga en mi volcán cada latido

que no consuma el tiempo

la más pequeña llama.

Toma mi mano en muestra de mi vida,

caminaremos juntos

hacia el umbral del alba.

 

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