Entrevista a Valentí Puig

´Urge reequilibrar el sistema mediático y contrarrestar el frente digital de la secesión´

España · Juan Carlos Hernández
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8 marzo 2017
El escritor Valentí Puig valora para Páginas Digital la actualidad del desafío secesionista en Cataluña.

El escritor Valentí Puig valora para Páginas Digital la actualidad del desafío secesionista en Cataluña.

En el contexto histórico actual, ¿es factible una ruptura como ocurrió en 1934?

Incluso la CUP sabe que el contexto histórico no es el mismo y que no hay mayoría social para cualquier tipo de fractura unilateral. En cuanto a las medidas legales, no soy jurista ni constitucionalista pero creo que tendría sentido una respuesta legal, paso a paso, gradual. Los órganos consultivos de la Generalitat, y más aún el funcionariado, no dan cobertura a una declaración unilateral. Las imputaciones respecto a la consulta anterior tienen valor de ejemplaridad y, en general, una gradación de contramedidas sin concesión alguna, pero con el método de mano de hierro en guante de seda, parece lo más indicado. Sobre todo, es fundamental distinguir entre el conjunto de la sociedad catalana y la oligarquía secesionista. Esta es la cuestión. Eso no es un choque de trenes porque no se puede equiparar la fuerza legítima del Estado a un convoy renqueante y grotesco.

¿Qué medidas legales se deben tomar frente a la posibilidad de un referéndum independentista?

En primer lugar debo decir que soy uno de los que piensan que el referéndum de secesión no se va a celebrar y que todo lo que se está escenificando ahora no es más que una lucha terminal por el poder. En caso de no ser inhabilitado, Artur Mas desea intensamente regresar a la política liderando los retales de Convergència, Junqueras –hábil a la hora de esquivar graves imputaciones– quiere presidir la Generalitat cuando haya elecciones anticipadas, Puigdemont amaga con una declaración unilateral a la que su propio partido no se atreve y Ada Colau espera en el flanco de la batalla, ambigua respecto a una consulta. De modo que, desde mi punto de vista, el riesgo de secesión sería simbólico y gestual, aunque nadie puede dar por sentado que no se produzca una rasgadura como lo fue en octubre de 1934 un intento de golpe de Estado acallado en cuestión de horas, con grave daño institucional.

La aplicación de la ley es necesaria, pero a mi juicio insuficiente. ¿Qué trabajo cultural debe hacerse para frenar el auge independentista?

En primer lugar, haría falta desactivar el lenguaje secesionista que se propala por los medios de comunicación públicos y los subvencionados, algo difícil si ERC resulta ser el partido más votado. Cada “mantra” secesionista ha ido perdiendo fuelle, desde el “España nos roba” a salirse de España quedándose en la Unión Europea. El más reciente es la idea de una democracia que se salta la ley porque pertenece a la soberanía catalana. Quiero decir que desactivar el secesionismo es tarea de duración. Haría falta avanzar en diversos frentes, cultural, mediático, educativo. En primera instancia, la urgencia es reequilibrar el sistema mediático y contrarrestar el frente digital de la secesión, generalmente subvencionado con dinero público. El “fair play” pluralista marcaría una gran diferencia.

¿Haría falta un relato más ilusionante de España para poder competir con los independentistas?

Un relato ilusionante no se improvisa fácilmente. Véase el desconcierto actual de toda Europa. No hay relatos consolidados. En España, el gran relato sigue siendo la constitución de 1978. Y ese relato en apariencia está agotado, aunque yo creo que el agotamiento no es real sino circunstancial. Lo mismo ocurre con una reforma de la constitución que a saber a dónde nos podría llevar. Que en Cataluña haya cuajado cierto “abertzalismo” no debiera conducirnos a una reforma constitucional. Por otra parte, el independentismo, salvo las gentes de buena fe que creen en paraísos de hoy para mañana, ahora es una cuestión de intereses –casos del 3 por ciento, despachos, poder, etcétera– sin mesianismo, con mucha incompetencia política y sinrazón jurídica. Con todo, no podemos ignorar que hay patologías fanáticas.

En un contexto de sociedades globales con fuertes lazos de interdependencia, ¿por qué fascina tanto el independentismo?

Es una fascinación menguante, según todas las encuestas. También es cierto, como se ve en el avance populista en Europa, que la globalización y el euro están siendo considerados como males y no como soluciones. De eso también se alimenta miméticamente el secesionismo catalán, pero sobre todo de una concepción histórica que es anacrónica y regresiva.

Algunos exdirigentes de la antigua CiU no han mostrado opiniones muy favorables a la capacidad de Mas. Pero, más allá de eso, ¿cómo se puede explicar el descalabro que sufre el nacionalismo catalán conservador frente a la CUP y Ezquerra?

Artur Mas es un político muy obtuso, sin los conocimientos mínimos. Fue prohijado por Jordi Pujol pero como paréntesis hasta que el delfín Oriol Pujol pudiese tomar el mando. Son claves más bien tribales. Y ahora Pujol está como está. Esa es una de las explicaciones del desmoronamiento del centro-derecha en Cataluña, con un PP sin fuelle y C’s en mejor posición pero con contradicciones internas que se constatarán en su próximo congreso. Con unas elecciones que se prevén para setiembre –aunque vaya usted a saber– no hay tiempo para reconstituir un catalanismo de centro-derecha y ajeno al independentismo. Que Convergència esté en manos de la CUP da una idea del absurdo total.

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