Transición pendiente
En ese espacio aburrido y demasiado previsible en el que se mueve la pre-campaña electoral irrumpió con brutalidad el dato del paro. El mes de septiembre, el peor de los últimos quince años. Se disipa cualquier sueño de recuperación del empleo: 35.000 afiliados menos a la Seguridad Social. Y entonces el Gobierno decidió, una vez más, hacer de oposición y quiso cargarle el muerto al PP: la culpa es de las Comunidades Autónomas que han recortado empleos públicos en Sanidad y Educación. Ese fue lo que dijo Mari Luz Rodríguez, secretaria de Estado de Empleo, aunque la estadística que proporciona su Ministerio no permite certificarlo. Y Salgado repitió el argumento. Como era evidente que se estaba contradiciendo, que un día había defendido los ajustes y al siguiente los criticaba, argumentó que el PP estaba pegando el tajo en el peor sitio, que había otras opciones. La ministra sabe que lo que no sea limar en Sanidad y Educación es el chocolate del loro. Y la ministra sabe que el aumento del paro se debe a que la economía en el tercer trimestre ha dejado de crecer. Pero, a pesar de todo, la ministra mantiene la previsión oficial de crecimiento para 2011 por encima del 1 por ciento.
El viernes, el que fuera su secretario de Estado de Hacienda, Carlos Ocaña, con el que no tenía una buena relación, se ocupó de corregirla. Ocaña, en su primera comparecencia como ex -desde Funcas- desmintió la previsión de crecimiento de su antigua jefa. Es el mismo argumento que utilizó horas después la agencia Fitch para rebajar la calificación de nuestra deuda: parón en el tercer trimestre. Como en tantas cosas el debate político no es sincero. El caso del paro es paradigmático. De esta crisis no vamos a poder salir como salimos de la crisis del 76 y de la del 91. No podemos devaluar la moneda, no podremos refugiarnos en una burbuja inmobiliaria ni tendremos acceso a crédito barato. Solo nos queda acometer un cambio radical en relaciones laborales, ese que no se produjo en la transición, y apostar por los servicios. Luis Garicano, uno de los economistas más lúcidos del momento, lo tiene dicho: hay un yacimiento de dos millones y medio de empleos en los servicios locales y los servicios profesionales. ¿Por qué nadie nos cuenta la verdad?