Siria, otro epicentro en el avispero árabe

Mundo · Francisco Medina
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10 septiembre 2013
Es preocupante. La contienda fratricida a la que estamos asistiendo desde hace más de dos años empieza a tomar unas dimensiones que han superado los niveles. El empleo de armas químicas desvela que alguien está interesado en desestabilizar el país, con el objeto de producir un efecto dominó en toda la región. Hay motivos para estar preocupado: la libertad religiosa está en peligro. Y el Papa Francisco parece ser la única voz que parece haber entendido lo que está en juego.

Es preocupante. La contienda fratricida a la que estamos asistiendo desde hace más de dos años empieza a tomar unas dimensiones que han superado los niveles. El empleo de armas químicas desvela que alguien está interesado en desestabilizar el país, con el objeto de producir un efecto dominó en toda la región. Hay motivos para estar preocupado: la libertad religiosa está en peligro. Y el Papa Francisco parece ser la única voz que parece haber entendido lo que está en juego.

Cuando se produjo la Primavera Árabe hace un par de años: primero, en la Plaza Tahrir, en Egipto; luego, en Túnez…la esperanza de una democratización en el mundo árabe fue lo primero que se nos vino a la cabeza. Esa “corazonada” vino respaldada por algunos hechos acaecidos en Egipto, con la caída de Mubarak y la celebración de elecciones…Pero  la etapa de gobierno de Mursi y sus Hermanos Musulmanes, caracterizada por el enfrentamiento ideológico y las pretensiones de imposición de la sharia, y la intervención del Ejército nos puso de bruces ante la realidad.

Y no es que podamos decir que nos dejásemos engañar. Quizá no hemos querido ver más que nuestras propias ensoñaciones de exportar la democracia europea de forma acrítica, en lugar de entender qué estaba pasando: con todos los numerosos atropellos y vulneraciones a los derechos humanos que han teñido al país durante su mandato, el régimen de Bashir Al Assad proporcionaba aún una contención frente a la inestabilidad que estaba produciendo Al-Qaeda en la zona. El problema es que el régimen sirio ha cruzado el límite de lo tolerable, socavando toda esperanza de poder liderar un proceso de restablecimiento institucional y de normalidad democrática.  A ello, se agrava el hecho que, detrás de la insurgencia rebelde, Al-Qaeda sigue moviendo los hilos, consciente de su capacidad para desestabilizar tanto el país como la región entera.

Detrás de lo que está sucediendo en Siria y Líbano, parece librarse una guerra hegemónica entre el sunnismo y el chiísmo (Hezbolá en el Líbano, con el apoyo de Irán; las insurgencias iraquí y siria, con apoyo de Al-Qaeda), a la que Occidente parece estar respondiendo con cálculos políticos. Rusia parece amenazar a su vecino saudí si sigue apoyando a la insurgencia. Estados Unidos, cada vez más,  va perdiendo peso en el plano internacional. Obama parece ser más víctima de una situación producida que protagonista del escenario. Israel ha protagonizado hace poco un enfrentamiento con el vecino turco, otro actor en discordia. La situación, ya complicada de por sí, parece haber adquirido la forma de un avispero.

El problema es que en esta situación, es la libertad religiosa la que sale perdiendo. Conscientes de su condición de minoría, los cristianos sirios (y, en general, las minorías cristianas de los países de Oriente Medio). Ya hemos visto cómo, tras su llegada al poder, los Hermanos Musulmanes comenzaron su ofensiva contra los cristianos coptos. Es algo cuasi-matemático: el avance del islamismo radical está asociada al ataque a la libertad religiosa. Primero, fue Iraq; luego, Egipto; y, finalmente, parece que Siria está siendo víctima de las pretensiones  hegemónicas del islamismo salafista (patrocinado por el vecino saudí). Las minorías cristianas, al igual que en Iraq, ya están empezando a sufrir la persecución.

A todo esto, ¿qué papel está jugando la Unión Europea en todo este asunto?. En el fondo, el de un Poncio Pilato que se lava las manos, porque ni él mismo es consciente del valor de la libertad religiosa como factor de desarrollo y como generador de convivencia. Europa está, lamentablemente, encerrada en su modelo socialdemócrata del enfoque de derechos, el cual, paradójicamente, concibe la libertad religiosa como mera neutralidad. El hecho de que Europa no conciba la libertad religiosa como un bien y se deje llevar por un laicismo hegemónico genera otro obstáculo. No le queda otro remedio: si quiere que haya una esperanza de paz en la región, Europa ha de empezar a tomarse en serio a los cristianos árabes, los únicos actores capaces de tender puentes entre Occidente y el mundo árabe. Ya es hora de que volvamos a poner a Schumann, De Gasperi y a Monnet en nuestra cabecera…y de tirar a Voltaire y a Comte a la basura. ¿Tendrá el coraje la UE de escuchar el llamamiento del Papa Francisco contra la guerra en Siria y volver a apostar por la libertad religiosa?. Si la respuesta es negativa, es que los europeos, entonces, somos presa del síndrome de Estocolmo ilustrado.

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