Sin noticias de la partícula `de Dios`

Mundo · Alessandro Speciale
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6 septiembre 2011
Los últimos datos del CERN de Ginebra indican que la partícula que buscan los físicos desde hace mucho tiempo no se encuentra donde ellos pensaban que estaba. Quizá sea el momento de revisar nuestro modo de concebir el universo. Pero, ¿quién dijo miedo? Todo lo contrario, "nos divertiremos", dicen un filósofo y un científico. 

El nombre seguramente es altisonante: en 1993, un libro de divulgación del premio Nobel de Física Leon M. Lederman y del escritor Dick Teresi transformó una partícula oscura, que hasta ese momento sólo había animado a algunos pocos especialistas, en una celebridad internacional, una estrella de las primeras páginas y de las tertulias. Se trataba del "bosón de Higgs", que después sería bautizado en el famoso ensayo como "partícula de Dios".

El motivo del altisonante apelativo es el siguiente: sin entrar en los detalles de las que serían las fronteras teóricas de la física contemporánea, el bosón -que adquiere su nombre del científico británico, también él premio Nobel, Peter Higgs- sería el responsable de que todas las demás partículas que componen el universo tengan masa.

En otras palabras, sin el bosón, en los instantes que siguieron inmediatamente al Big Bang, el universo habría seguido siendo un caldo de pura energía, y no se habría convertido nunca -como está sintetizado en la fórmula de Einstein E = mc2– en materia. De aquí viene el nombre ambicioso que se le ha dado: el bosón permitiría entender "cómo hizo Dios el mundo".

Pero hay un problema: el bosón de Higgs, a pesar de su fama mundial, no ha sido encontrado. Y sin embargo, es una consecuencia directa de lo que es el "modelo estándar" de la física: la explicación más completa -aunque para nada inteligible- del funcionamiento del universo y de los ladrillos que lo componen.

Las máquinas más potentes -y tienen que ser verdaderamente potentes para descomponer la materia hasta llegar a sus partículas más elementales y dejar ver lo que hay dentro- no consiguen ver los rastros.

No es una casualidad, narra Rafael A. Martínez, profesor de Filosofía de la Ciencia de la Pontificia Università della Santa Croce, que Ladren quisiera llamar a la "partícula de Dios" la "maldita partícula" por su reticencia a dejarse observar. "El editor sin embargo prefirió una versión más aceptable, y Lederman construyó en torno a ella su brillante explicación del modelo estándar".

Se creía que el Gran Colisionador de Hadrones del CERN de Ginebra -la mayor y más potente máquina construida por el hombre, capaz de "romper" la materia con una fuerza que nunca antes fue experimentada- habría hecho que el misterioso bosón perdiera su timidez.

Pero, hasta ahora, esto no ha sucedido y, aunque los datos no son todavía definitivos, los físicos comienzan a dar cada vez más peso a la posibilidad de que a fin de cuentas el bosón de Higgs no existe; o, mejor dicho, no se encuentra en el punto en el que la teoría creía que se encontrase y en donde lo han buscado hasta este momento.

Y todo esto, ¿qué significa?

"Obviamente -explica Martínez- no se puede confirmar la ‘no existencia' de algo", sin embargo "que no aparezca en los niveles de energía comparables a los del Big Bang implica que nuestro modelo estándar no es una explicación suficiente de lo que sabemos sobre la estructura de la materia".

Tampoco lo era antes, a decir verdad, pero ahora los físicos tendrán que revisar profundamente sus teorías.

"Hasta este momento -dice William D. Phillips, premio Nobel de física en 1997 y miembro de la Pontificia Academia de las Ciencias- el modelo estándar ha funcionado muy bien y cada uno de los cambios acarreará enormes consecuencias para los físicos".

Phillips subraya que no es experto en materia del bosón de Higgs ni del trabajo que se ha realizado en torno al mismo. "Pero mi impresión -añade- es que lo que saldrá de todo esto no conllevará un cambio épico en el modo de observar el universo, al contrario de lo que sucedió con la mecánica cuántica o la relatividad del siglo pasado".

Pero hay una novedad: hasta ahora parecía posible llegar a una gran teoría unificada, que supiera integrar el modelo estándar con el que todavía se encontraba fuera de él -fundamentalmente, la gravedad- y llegar de esta manera a explicarlo "todo".

Y estas aspiraciones no disminuyen el valor de los descubrimientos de la física, todo lo contrario. Sin embargo, dice Martínez, reflejan nuestra tendencia -una tendencia que seguramente no es ajena a los físicos- "a considerar que el descubrimiento de la estructura del mundo es poco más o menos como entender ‘la mente de Dios', siguiendo la conocida expresión de Stephen Hawking".

En otras palabras, la idea de que las teorías científicas puedan convertirse, en un cierto punto, en una explicación absoluta de la realidad y de la existencia. "Algunas veces -añade Martínez- nos hacemos ilusiones incluso pensando que de este modo la ciencia podrá resolver todos nuestros problemas: se trasforma en una especie de religión que promete la felicidad y de este modo evita que pensemos en el sentido profundo de las cosas".

Naturalmente, la ciencia misma y la reflexión filosófica sobre ella hacen hincapié en el "carácter parcial y provisional de cada una de las teorías científicas". El hecho de que el bosón de Higgs -si existe- siga escondiéndose es una confirmación más de esta realidad.

¿Y entonces? Las teorías con las que contamos actualmente "nos dan un conocimiento muy preciso y completo de la estructura de la materia" y esto "no cambiará". Podría, sin embargo, cambiar "nuestro conocimiento general de la realidad natural". En otras palabras, "la ciencia actual mantendrá siempre su valor" mientras las "interpretaciones absolutas de esta ciencia (que se convierten a menudo en pura ideología)" ya no son factibles.

"Nuestros conocimientos actuales -añade el profesor- requieren, cada vez más, una visión del mundo abierta y no restrictiva, teniendo conciencia de nuestros límites y también del gran don que implica nuestra capacidad para buscar el sentido de la realidad". No es una casualidad que "la maravilla de la investigación científica resida en el hecho de que podemos conocer el mundo por medio de nuestros esfuerzos y nuestras capacidades limitadas".

Ningún miedo, por lo tanto; todo lo contrario: "Hay algo importante que hasta ahora no hemos logrado entender -sintetiza Phillips- y nos divertiremos tratando de hacerlo".

vaticaninsider.lastampa.it

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