¿Quién defiende lo humano?
Dicen los promotores de la empresa que todo el mundo quiere ver un autobús ateo en su pueblo. No es precisamente el que hayan pagado por contratar la publicidad en los autobuses lo preocupante. Aunque no lo crean, hay una falta de amor por su propia humanidad y por la de quienes por las calles de Barcelona y de Madrid contemplan los autobuses que lucen su propaganda. ¿Se puede gustar verdaderamente de la vida asistiendo diariamente a la ausencia del significado de que habla Chesterton? ¿Cómo no registrar una huella de tristeza, un rastro de nostalgia ante esa insuficiencia?
¿Qué pretenden entonces los organizadores? Afirman que la gente tenía ganas de hablar de ateísmo, ya fuera a favor o en contra. Sinceramente, no creo que si preguntásemos en la calle encontrásemos una demanda de ese tipo. Es más, no saben responder cuando se les pregunta por qué es incompatible creer y pasarlo bien.
Hace pocos días, el Papa Benedicto XVI retomaba el argumento de la urgencia educativa. Ante el debilitamiento -especialmente entre los jóvenes, añadía- de los significados que abren a la esperanza y dan sentido al vivir, animaba a implicarse con ellos en iniciativas en las que puedan proyectar con confianza su futuro.
¿Reconocen quienes animan a disfrutar de la vida el hastío que provocan "los deseos efímeros y las esperanzas no duraderas" en las que desgraciadamente viven -vivimos- instalados los jóvenes y los no tan jóvenes? ¿A qué se refieren cuando hablan de disfrutar?
El testimonio de la presencia de Dios en la vida de los hombres, el poder contemplar los hechos, los milagros cotidianos que Él suscita son la respuesta más oportuna a la campaña. Puede convertirse en una oportunidad, no para la reactividad sino para mostrar a los que la promueven las razones de nuestra fe.