Quédate conmigo

Cultura · Víctor Alvarado
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12 enero 2015
De vez en cuando, en nuestra labor de crítica cinematográfica, nos gusta destacar pequeñas producciones que ofrezcan algo diferente. Quédate conmigo nos presenta una manera distinta de afrontar la enfermedad del Alzheimer y enfermedades similares.

De vez en cuando, en nuestra labor de crítica cinematográfica, nos gusta destacar pequeñas producciones que ofrezcan algo diferente. Quédate conmigo nos presenta una manera distinta de afrontar la enfermedad del Alzheimer y enfermedades similares.

Craig lleva casado 61 años con la mujer de su vida, Irene. Ésta se encuentra enferma. Por esa razón, Craig construye una casa con sus propias manos para facilitar la autonomía de su mujer. Al no cumplir con los requisitos legales, las autoridades locales le amenazan con la cárcel, si no abandona su propósito.

Varias han sido las producciones que han tratado el tema con la seriedad y la profundidad adecuada como Antonio Mercero en ¿Y tú quién eres?, Alexander Payne en Nebraska o Freddy Mas Franqueza con Amanecer de un sueño. Sin embargo, la principal baza de esta producción es que está basada en hechos reales, lo que le da más fuerza y credibilidad a la historia. Este largometraje se podría decir que es la versión realista y esperanzadora frente a la negativa visión de la cinta Amor de Michael Haneke. Michael McGowan ha sido el encargado de llevar a cabo este proyecto. Este realizador ha dirigido la serie infantil Las aventuras de Henry y tres películas: En busca del milagro, One week y A hockey musical.

El mayor peso dramático recae en dos veteranos de segunda línea, pero no por eso de inferior profesionalidad. Los encargados de dar vida a esa pareja, que se ama con todas las consecuencias, han sido James Cromwell, que fue nominado al Oscar al mejor actor de reparto por Babe, el cerdito valiente, y Genieve Bujold, cuya magnífica interpretación en Ana de los mil días le permitió ganar un Globo de Oro como mejor actriz, siendo nominada ese mismo año al Oscar.

Hay que prestarle atención a la escena en la que una vecina se compromete a traer el almuerzo una vez a la semana en señal de agradecimiento por la ayuda recibida en situaciones peliagudas, ya que viene a decir que quien se preocupa desinteresadamente por los demás se encuentra recompensado con creces. Tampoco podemos ignorar la oración condicionada del protagonista que recurre a la trascendencia a pesar de sus dudas junto a la evolución de su personaje.

La construcción de la casa es una metáfora o una representación de las personas que realizan su trabajo a conciencia y sustentan los pilares de su vida en sólidos principios, valores y virtudes. La mejor definición sobre este largometraje la encontramos en el titular del New York Times que dice lo siguiente: “El matrimonio es el corazón y el alma de esta pequeña, pero robusta película”.

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