Profecías autocumplidas
El 10 de agosto de 2024, Ayoub Ghadfa, boxeador español, ganó la medalla de plata en la categoría de +92 kg en los Juegos Olímpicos de París. A lo largo de la competición, según iba superando las sucesivas rondas, los medios de comunicación, con especial énfasis los más “progresistas”, empezaron a presentarle al gran público como un ejemplo de superación y resiliencia, subrayando el inmenso valor de la hazaña dado que se trataba de un hijo de inmigrantes magrebíes y que, por lo visto, había sufrido acoso escolar durante su infancia.
En una entrevista concedida tras la final olímpica, tras ser preguntado por enésima vez acerca de su historia personal, Ayoub Ghadfa, muy educadamente, estalló: “Estoy cansado de que siempre me presenten como el chico que sufrió bullying y que es hijo de inmigrantes (…) Me cansa porque me ponen de pobrecito, míralo dónde está… y no. De eso nada. He sido un afortunado. Mis padres me han educado bien, se han esforzado para que pudiera estudiar, yo me he sacado una carrera en Madrid y mira, al final me topé con el deporte, pero he tenido una vida muy feliz (…) Es que vamos a ver, que sea hijo de inmigrantes o que se metieran conmigo de pequeño no me parece relevante. Es solo una parte de mi historia, no mi historia completa ni lo que me define«.
Hace varios meses me enteré por casualidad a través de mi amigo Marcos Nogales, responsable de comunicación de la ONG CESAL, que ésta había iniciado un proyecto consistente en poner en relación a 12 chicos, casi todos de ellos extranjeros, muchos de ellos menores no acompañados (o menas), que trabajan en sus escuelas de cocina o participan en los CEPI (centros de participación e integración de inmigrantes) que CESAL gestiona, con 12 poetas ya consagrados. La idea era que cada joven se encontrara una o varias veces, a su elección, con uno de los poetas, y ver posteriormente si de esos encuentros podía salir, o no, una obra poética conjunta (dos poemas, uno por cada parte del binomio). Una vez escritos los poemas, se integrarían en una antología poética y, en un último estadio, habría un encuentro de los 24 participantes en un taller de encuadernación con cartones, en el que la cartonera* Escorpión Azul les enseñaría a encuadernar con cartones reciclados. (*La “cartonera” es un modelo de autoedición a través del reciclaje de cartones, en el que se busca que los beneficios de las ediciones limitadas y numeradas que se producen vayan destinados a los colectivos que gestionan el proceso.)
La idea del proyecto nace cuando desde CESAL se dan cuenta que la intervención social que hacen sobre los chicos a su cargo, menas y otros en riesgo de exclusión, está orientada exclusivamente a su capacitación laboral, sin tener en cuenta otras necesidades que pudieran tener ―como las inquietudes culturales o artísticas, por ejemplo―; dando por descontado, inconscientemente, que, o no las poseen, o tienen una importancia muy secundaria. Qué fácil es, con la mejor intención del mundo, mirar reducidamente al otro, ahormarlo a un cliché o un estereotipo, determinando de antemano, unilateralmente y de un plumazo, lo que verdaderamente necesita, o presuponiendo sin más que su voz y su sensibilidad no tienen una dignidad cultural o estética que merezca ser escuchada y pueda ser socialmente incidente.
Los 24 poemas que nacieron de los encuentros entre los chicos y los poetas quedaron plasmados en la preciosa antología poética Equipaje de Mano, prologada por la gran poetisa María Ángeles Pérez López (autora del increíble poemario Libro mediterráneo de los muertos). Yo tuve la suerte de participar en el taller de encuadernado de los libros con la cartonera Escorpión Azul, con algunos amigos artistas que se sumaron a la propuesta de diseñar junto con los chicos y los poetas las portadas de cada uno de los ejemplares numerados. También en el terreno plástico, cuando se da espacio para que puedan expresarse quienes a priori no tendrían nada valioso que aportar, florece inesperadamente una creatividad única y desbordante. El resultado final fue tan precioso que, al llegar a conocimiento de la dirección de la Feria del Libro de Madrid, ésta decidió sin dudarlo ceder el espacio central de la feria, en la hora de mayor afluencia, para la presentación del libro, en la que los protagonistas fueron los chicos de CESAL.
Tanto las declaraciones a la prensa de Ayoub Ghadfa, como la intuición de los responsables de CESAL que dio origen a Equipaje de mano, ponen el dedo en una incómoda llaga: hasta qué punto nuestra mirada reducida sobre la población migrante, sea desde la compasión o la lástima, sea desde su apriorística criminalización o sospecha, contribuyen a asfixiar, sepultar o bloquear el inmenso y oculto potencial creativo que atesoran las personas que se ven forzadas a migrar a nuestro país. Al final, su fracaso, aislamiento o exclusión, en buena parte, operan como auténticas profecías autocumplidas, materializando obedientemente, como buenos y educados muchachos, las bajísimas expectativas que proyectamos sobre ellos.
Luis Ruíz del Árbol es autor del libro «Lo que todavía vive»
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