Partitocracia soberanista sin resistencias
Sánchez y sus ministros repiten desde hace días que la decisión del Tribunal Constitucional (TC) supone un atentado a la democracia. Quieren hacer creer que el Constitucional no puede frenar la actividad del poder legislativo y que no hay más democracia que la democracia de las mayorías del Congreso. El discurso de Sánchez en esto es ya igual que el de Podemos. El asunto es serio: la democracia es un sistema de contrapeso de poderes. Y la democracia no solo es un sistema de mayorías es también un sistema que tutela los derechos de las minorías. La mayoría gana y legisla si respeta la Constitución, pero eso no significa que la minoría que pierde pierda todos los derechos.
Uno de las cuestiones relevantes de estos días ha sido el procedimiento legislativo, el modo en el que se están fabricando las leyes. El TC paralizó la reforma del propio tribunal y del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) porque el Gobierno y la mayoría que le apoya querían cambiar cosas importantes de nuestras instituciones por medio de enmiendas al Código Penal. Esto en realidad lo han hecho habitualmente las mayorías parlamentarias, legislar con enmiendas. ¿Eso qué supone? Pues eso supone que una función fundamental del Parlamento que es la deliberación no se produce. La función deliberativa del Congreso viene perdiendo calidad desde hace mucho tiempo, lo que ha hecho Sánchez es acelerar el proceso. Cada vez más se regula en España con decretos o decretos leyes que en teoría es una fórmula solo para casos excepcionales. Y además, cada vez se legisla más por el llamado procedimiento de urgencia. Una ley no solo se fabrica o no se debe fabricar con una sola votación. Es necesario que se discuta y se debata tranquilamente, escuchando a los órganos consultivos, a los expertos, deliberando. En el Parlamento cada vez se delibera menos, y en la calle cada vez hay menos conversación nacional. Medio mundo presupone cuál es la posición que tiene el otro medio. Y nadie se siente en la obligación de explicarse y de escuchar. Es difícil saber qué ha sido antes si el huevo de la falta de conversación nacional en la sociedad o la gallina de la falta de deliberación en el Parlamento.
Y por último está la cuestión de las mayorías. Desde 1985 el sistema de elección de los vocales del CGPJ está en función de las mayorías del Congreso. Y eso no es nada bueno. Los políticos toman control de los órganos de gobiernos judiciales y los jueces que quieren medrar no se hacen mucho problema de ser considerados conversadores y progresistas, de hecho actúan como esperan que actúen los partidos que los han colocado. La partitocracia es una plaga y el problema es que no encuentra resistencia. Todo eso va ahora a más. Al reducir las mayorías para elegir a los vocales del CGPJ y del Tribunal Constitucional, la toma de control de las instituciones por partidos con mayorías simples supone acabar con el sistema de contrapesos. Estos días se habla mucho de soberanía popular y de una idea de soberanía popular en la que el pueblo se gobierna directamente a sí mismo. El pueblo es virtuoso y las instituciones son la casta. En una democracia constitucional el que gana las elecciones no gana todo.
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