Entrevista a Clara Pastor, fundadora de la editorial Elba

´Parece que queremos destruir la belleza´

Cultura · Fernando de Haro
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12 diciembre 2017
La editorial Elba es uno de esos sellos independientes que han aparecido en el sector del libro en los últimos años y que crea adictos. Ha cautivado a no pocos lectores que son fieles a un catálogo en el que es difícil poner orden. www.paginasdigital.es conversa con su creadora, Clara Pastor. Una mujer formada en Estados Unidos, que después de trabajar en las grandes empresas del sector, decidió emprender una aventura por su cuenta.

La editorial Elba es uno de esos sellos independientes que han aparecido en el sector del libro en los últimos años y que crea adictos. Ha cautivado a no pocos lectores que son fieles a un catálogo en el que es difícil poner orden. www.paginasdigital.es conversa con su creadora, Clara Pastor. Una mujer formada en Estados Unidos, que después de trabajar en las grandes empresas del sector, decidió emprender una aventura por su cuenta.

Cuando uno repasa la colección de la editorial Elba se encuentra con cosas muy diferentes: artistas, pintores que escriben sobre sí mismos, reflexiones económicas, libros sobre viajes, ¿hay algún hilo conductor?

La desobediencia. Un día alguien me dijo: nunca hay que confundir tu biblioteca con tu editorial. Es un buen consejo, pero no lo sigo, confundo un poco mi biblioteca con mi editorial porque mi trabajo es artesanal. No soy empresaria. Cuando quieres empezar en un sector tan saturado como el editorial, lo inteligente es buscarte un filón para crearte una identidad. Los libros de viajes en sí no me interesan, pero sí la gente que viaja y escribe, como Cesare Brandi, fundador y director del Istituto di Restauro o Instituto para la restauración de monumentos, espléndido viajero y mejor escritor. Luego hay libros que tienen que ver con la crítica literaria, alguna que otra rareza como Sociedad Adquisitiva, que trata de economía pero que en realidad está dedicado a los valores. Es un catálogo que se va construyendo de una forma sensitiva e intuitiva. Son libros que normalmente dejo posar: no voy a las ferias de Frankfurt ni Londres, no tengo nada que hacer allí. Voy descubriendo libros –o me los descubren– y normalmente los leo. A no ser que sea una pasión a primera vista, que puede pasar, normalmente los dejo posar. Si me acuerdo de ellos los vuelvo a considerar. Tienen que ser libros que dejen un rastro, aunque suene esotérico. Los libros pueden ser casi sobre lo que sea, podría editar mañana un libro sobre búhos, que el otro día leí un artículo sobre búhos y tengo cien cosas en la cabeza sobre su relación con los humanos, la ecología… Esto tan disparatado es el hilo conductor: que me interese y que yo crea que puede aportar algo.

Te interesa la cuestión estética. ¿Te reconoces en una posición como la de Roger Scruton, digamos anti-68?

Soy absolutamente conservadora, no lo puedo remediar. No es una decisión, lo soy, porque pienso que antes de destruir algo uno tiene que procurar hacer lo que sea, me pasa con la cuestión catalana, con la sociedad adquisitiva… Siempre puede haber un pasaje de Scruton que me resulte antipático, de la misma manera que puedo leer otro libro que hemos publicado y pensar que su autor es un poco anticuado y que se nota que procede de una familia escocesa muy rancia, pero básicamente son puntos de vista que suscribo. Pero no son panfletos para mí, no son cosas que yo quiera decir. Porque Germán Huici (autor de Entre Miradas), por ejemplo, es jovencísimo, de una generación distinta, con un enfoque distinto, nunca se definiría como una persona rancia, y en cambio su libro para mí aporta mucho. El criterio no es que yo esté de acuerdo, que yo me identifique en lo que veo, sino que diga: ¡caramba!, ¡qué bien explica esto! Hay cosas que veo muy claras y otras menos. Pero sí reconozco, y es algo que también dice Tawney en La Sociedad Adquisitiva, que cuando uno se carga a Dios pone a otro en su lugar y las probabilidades de que sea peor son altísimas. Es algo que tanto uno como otro tocan.

Volvemos al tema estético, ¿qué papel crees que juega la belleza en una sociedad como la actual? Porque es evidente que en tu editorial no solo buscas la belleza sino una reflexión sobre la belleza.

Me fascina el mundo de los artistas. Es verdad que, como todo en la vida, cuando te adentras, vas viendo que los artistas tienen sus oscuridades. Muchos son codiciosos, avaros, maltratan a sus mujeres, pero el artista siempre es una persona que juega, que tiene un mundo propio y explora de forma real cómo embellecer el mundo, cómo conseguir matar al padre… y eso genera unas vidas que tienen una autenticidad y una riqueza que otras no tienen. No es que me parezca lo más sublime, pero me divierte mucho esa especie de madriguera que se construyen. Esta es la parte más externa. Luego hay otra cuestión, al hilo de lo que decías de Scruton, sobre lo bello y lo feo. Para mí no es una discusión estética. Yo salgo al mundo y veo el mundo invadido de fealdad, es que hay días que, como dicen las viejecitas, no puedo salir a la calle porque todo está feo. Me pasa con la manera de expresarse de la gente, con la manera de vestirse, con la manera de tratarse, con el arte, voy a Arco y me pregunto qué está pasando, por qué después de recorrer cuatro pasillos no veo más que horrores, ¿qué nos está pasando? La belleza es algo con lo que ahora tenemos una relación muy extraña, como si quisiéramos destruirla, denostarla. Y lo digo con toda la modestia, pero me parece que en el arte nos estamos engañando. No nos damos cuenta de que es más bonito el Partenón que los grafitis. Me parece necesario decir las cosas como uno las piensa, aunque sean obviedades.

¿Hay algo del arte contemporáneo en el que encuentres belleza?

No quiero decir que todo me parezca horribles. Acabo de entrevistar a un señor que nació en el 65, es joven, y pinta como Goya. Hay artistas que siguen haciendo cosas que a mí me apasionan, pero a los del cubo de basura no los entiendo, no puedo valorarlo porque no lo entiendo. Hay gente como David Hockney, del que yo he aprendido muchísimo, porque explica los experimentos que hace con la cámara oscura, qué sentido tienen todos estos juegos con el iPad… No es que yo no tenga nada que aprender, simplemente digo lo que veo.

¿La fealdad es algo que tiene que ver solo con el arte?

No. El arte, si tú quieres, es una cosa muy marginal, y cada vez es más marginal. La gente está muy preocupada porque están pasando cosas muy graves. La gente se queja mucho de la cultura, le da igual, y lo entiendo. La belleza de estar almorzando con Leonardo da Vinci es algo que han conocido tres. La belleza está en todo. La belleza está en cómo la gente se viste, se peina, y es raro, porque en cambio hay una obsesión tremenda con la estética, pero es que incluso la estética es extraña.

Meterse en una editorial es complicado, ¿ha sido consecuencia de un espíritu emprendedor?

En realidad, es algo muy sencillo, por eso hay tantas. Fíjate que las librerías se van muriendo, porque es algo que precisa un espacio, un compromiso, sueldos… Una editorial es muy fácil. Necesitas una mesa y un teléfono. Yo trabajo completamente sola. Tengo una persona que me es de gran ayuda, pero ni siquiera está contratada por mí. Casi me ha venido sobrevenida y me ayuda, pero el resto lo hago todo yo. Es sencillo y en todo lo que hago hay una parte que me apasiona. Excepto la parte comercial, para la que no estoy dotada, y la parte de relaciones públicas, que las hago, pero de manera muy selectiva, es un proceso creativo y que tiene que ver con la gente. Lo que más me gusta de ser editora no es encontrar el libro ideal sino salir a buscar los libros que a mí me gustaría leer. Lo único que tiene interés es que yo hago las cosas como me parece y trato a la gente como me parece.

Decías que te preocupa lo que está pasando en Cataluña, ¿crees que tiene solución?

Antes de contestar tengo que decirte que no veo la televisión. Desde el año 2012, ya cuando se votó a Mas, que no era independentista, pero se fue haciendo, él y los que le rodeaban su fueron calentado. Lo atribuía entonces a una exageración, hasta tal punto estoy desinformada. Y cuando he despertado en todo esto, lo que veo me parece tan espantosamente triste: hay falta de inteligencia por ambas partes, falta de generosidad por ambas partes. Hay un engaño tremendo de la parte que nos toca a nosotros. Y en la otra parte se está todo el rato hablando de la unidad de España, pero no veo realmente a nadie que se esté preocupando por los que vivimos allí. Lo que yo veo es de entrada una Barcelona hundida y unas pasiones muy feas. Vero una clase política que en los dos lados encubre lo que ha ido creando, unos por negligencia y otros directamente por engaño, con una fantasía peligrosísima. Lo único que veo es gente que quiere mantenerse, y me parece que sale lo peor de todas las partes. Y va para largo.

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