Ocho minutos para siempre

Cultura · Cristian Serrano
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18 mayo 2014
En el caer del día del pasado viernes, en el corazón de lo que un día fue Complutum Pablo tenía su particular cita con la historia. Lo mismo que el Cholismo estaba a noventa minutos de completar una gesta cargada de bendita locura, Pablo luchó y luchó para empezar a percibir cómo puede ser su futuro más cercano.

En el caer del día del pasado viernes, en el corazón de lo que un día fue Complutum Pablo tenía su particular cita con la historia. Lo mismo que el Cholismo estaba a noventa minutos de completar una gesta cargada de bendita locura, Pablo luchó y luchó para empezar a percibir cómo puede ser su futuro más cercano.

Me decía un amigo hace unas horas a cuánto se pagaba en las casas de apuestas el triunfo del Atlético en liga a comienzos de temporada. Estaba claro que era un hecho exageradamente improbable. De locos. Así vivíamos también nosotros. Cuando éramos niños todos queríamos ser futbolistas y de los buenos, nada de banquillo. Soñábamos. Puyol decía y dijo bien que había cumplido el sueño de muchos pequeños.

Así comenzó una intuición para Pablo. No sin fatigas y sacrificio. Para vivir necesita siempre cerca una pelota. Para dominarla y así poder traspasar el fondo de la red, allí donde él se proponga. Pero sobre todo, para disfrutar, para amar más la vida. Siendo un tipo más bien frío y tímido, reserva el purasangre que es para el terreno de juego. En él se hace protagonista, se siente cómodo.

Alcalá de Henares ha sido el lugar que el destino ha puesto a Pablo para disputar sus primeros minutos con la elástica del Inter Movistar, uno de los equipos más importantes la liga nacional de fútbol sala. Y junto a él, familia y amigos. Un pueblo que camina y custodia el hambre de balón profesional que Pablo tiene.

Cuartos de final del play off por la liga. Pasaban los minutos y el Inter comenzó a liberarse a base de goles para rematar la eliminatoria y sentenciarla. Pasado el ecuador del encuentro la grada comenzó a pedir la entrada de Pablo al terreno de juego. El míster accedió. Con ocho minutos por delante y un corazón poseído por la locura del debut se lanzó a por su sueño. Y aquello sonó bien. Pareció una nota musical anárquica, libre, que rompía de forma vibrante para concluir una tensa melodía.

La revolución Cholista fue en su día mirada con lupa y escepticismo. Hoy forma parte de la historia. Hizo creer a quien debía y el resultado es una espectacular liga. Pablo guarda ya en la hemeroteca sus primeros ocho minutos de ensueño. A la par que el Atlético, Mel marca en su historia una fecha de inflexión. Ambos han venido para quedarse. Ambos han venido para ser una fotografía viviente de grandeza.

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