No hay justicia sin escuchar a las madres

Editorial · Fernando de Haro
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15 octubre 2023
No hay justicia posible si no es una justicia que vaya más allá de la retribución. Es necesaria una restauración que reconstruya las relaciones algo que ni Hamas ni Netanyahu han ayudado a realizar.

Robi Damelin y Layla Alsheikh lo van a tener mucho más difícil después de lo que está ocurriendo estos días. Robi es una israelí que perdió a su hijo por los disparos de un francotirador palestino. Layla es palestina y perdió a su hijo después que los soldados israelíes no le dejaran acceder a un hospital. Robi y Layla, juntas, llevan años  trabajando en The Parents Circle – Families Forum (PCFF). La organización, que reúne a 650 víctimas de ambos lados, promueve la reconciliación con el convencimiento de que la pérdida que han tenido no se soluciona ni con la violencia ni con la tradicional justicia retributiva (la que impone penas en función de la culpa). Las dos mujeres defienden la necesidad de una restauración que reconstruya las relaciones.

Lo van a tener mucho más difícil por la masacre de civiles de parte de Hamas y por la respuesta de Israel. Pero no habrá castigo que resuelva la necesidad de justicia que han provocado las últimas atrocidades.

Como ha escrito Arwa Damon, la veterana corresponsal de la CNN, esta nueva acción del terrorismo de Hamas y la reacción de Israel, ambas con pocos precedentes, van a reabrir las heridas profundas de los dos pueblos. En el ADN del pueblo judío está el trauma de la Soah, reactivado por el asesinato de civiles inocentes en la mañana del 7 de octubre. Y en el ADN de los palestinos está el  trauma por la nakba (la pérdida del hogar durante o tras la primera guerra árabe-israelí de 1948), la ocupación y el bloqueo inhumano de Gaza. Ahora estamos ante un éxodo que puede ser, que de hecho es ya, más numeroso que el de la nakba. Egipto no va aceptar, ni siquiera a cambio de dinero, que se produzca un asentamiento de palestinos en el Sinaí, como el que se produjo en el Líbano o en Jordania.

Todo por la democracia sin los futuros demócratas. Ese era el pensamiento de los neoconservadores. Convencieron a Bush para que la guerra contra el terrorismo se convirtiera en una invasión de Iraq. 20 años después, tenemos bastante claro lo que supuso aquello. Al Qaeda, contra la que se quería combatir, creció y se convirtió en el Daesh. Netanyahu no quiere construir democracia alguna en Gaza. Lo dejó claro desde el primer momento: se trata de vengar a las víctimas. También Obama vengó a las víctimas estadounidenses cuando ejecutó a Bin Laden y lanzó su cadáver al mar.

Netanyahu ha estado más pendiente de lo que sucedía en Cisjordania y de seguir en el poder que de lo que ocurría en Gaza. Se ha equivocado de lleno. A Netanyahu se le ha concedido casi todo, se le ha permitido que no respete el derecho internacional y el derecho nacional, a cambio de garantizar la seguridad de los israelíes. Netanyahu, como muchos otros, ha creído que era posible un futuro para Israel dando por superado el problema palestino. Ha fracasado estrepitosamente, no ha dado explicación alguna y ahora se lanza a una operación en la que es muy probable que encaje una terrible derrota.

La política de Netanyahu ha buscado debilitar la Autoridad Nacional Palestina. Eso ha hecho imposible cualquier acuerdo mínimamente digno para solucionar el conflicto. Desde los Acuerdos de Oslo de hace 30 años, acuerdos que nunca se han cumplido, no ha habido negociación. Sin futuro para los palestinos no es posible la paz. La desesperación hace crecer a las organizaciones nihilistas. Después de Hamas, ganarán espacio grupos terroristas más radicales de carácter chiita que tendrán el apoyo aún más rotundo de Irán y de Qatar. Sin duda se fortalecerá el eje Irán-Siria que tiene a Rusia como aliado.

Hamas se ha alimentado desde 2007, fecha en que comienza el bloqueo, del malestar de la población gazetí. Pero estaba ya en declive. Los atentados han querido ser una abominable muestra de fuerza y una provocación para que la respuesta de Israel frenara esa decadencia. Es sorprendente que parte de la élite israelí y de la élite estadounidense siga identificando a Hamas con los palestinos. En la Franja la mitad de la población era partidaria de que Israel y Arabia Saudí llegasen a un acuerdo, rechazaba la lucha armada, estaba a favor de las negociaciones de paz, y no creía necesario volver a la situación anterior a la ocupación. No sabemos qué pensará ahora.

Ahora Hamas puede ganar espacio y puede condicionar la agenda de Oriente Próximo. Basta repasar la prensa saudí como hace la Fondazione Oasis para comprender que Arabia Saudí sigue interesada en un acercamiento a Israel. Pero ahora va a ser muy difícil. Israel no va a obtener una victoria fácil. Su ejército está mucho mejor equipado que las milicias de Hamas. Los islamistas cuentan con cohetes de fabricación casera y material militar de segunda mano. Pero la ventaja tecnológica en el combate urbano desaparece. Hamas sabe utilizar sus túneles, conoce a la perfección el terreno. Las unidades de élite del ejército israelí tienen un excelente entrenamiento, no así los soldados de reemplazo que, además, están poco motivados.

La paz requiere justicia. Pero como saben bien Robi Damelin y Layla Alsheikh no hay justicia posible si no es una justicia que vaya más allá de la retribución. Hay que escuchar a las madres.

 

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