Entrevista a Pablo Llano, director de CESAL

`Los refugiados necesitan una acogida con razones` (y II)

Mundo · Francisco Medina
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24 mayo 2018
Continuamos nuestro diálogo con Pablo Llano, director general de CESAL, en relación a la cuestión de los refugiados y de su experiencia en la labor de acogida a los refugiados en España.

Continuamos nuestro diálogo con Pablo Llano, director general de CESAL, en relación a la cuestión de los refugiados y de su experiencia en la labor de acogida a los refugiados en España.

¿De qué procedencia son las personas a las que acogéis?

De todo, en el CEPI atendemos sobre todo a dominicanos y marroquíes. La sorpresa con este programa de refugiados es que está llegando masivamente a España sobre todo gente desde Venezuela, son el primer país de procedencia que está solicitando ahora protección internacional. Ha dado un vuelco. En 2015 eran sobre todo sirios, ucranianos, afganos, y sin embargo en 2017, con diferencia, y en 2018 seguimos en la misma línea, son venezolanos. Es una situación para la que quizá no estamos preparados, pues no vienen huyendo de una guerra pero sí de una situación que se está poniendo muy difícil. También llegan muchos de Centroamérica, huyendo del tema de las maras, que allí siembran el terror, y están viniendo no pocos. Allí las maras (bandas) son un factor de desestabilización, en países como Honduras, Salvador, Guatemala, son un factor con gran influencia en la vida social, sobre todo en los jóvenes. Normalmente es un fenómeno que aquí llegaba poco porque se iban a Estados Unidos, miles de menores que huían allí, pero ahora también están llegando aquí. Son gente que sufre amenazas, extorsión y que empieza a solicitar asilo también en España.

En todos los casos, ¿puede decirse que hay una misma causa por la que vienen aquí?

Hay de todo. Eso hace que hay que estar abierto a ver quién es el que viene, desde un empresario sirio que allí era próspero y viene con toda su familia, o un africano de una aldea en guerra al que le han matado a toda su familia y viene solo, y que puede ser analfabeto. Tenemos el abanico completo. Son situaciones muy diferentes, gente que viene de pobreza y gente que tiene estudios y que incluso profesionalmente están bien situados.

Parece que en los medios ya no se habla tanto de la crisis de refugiados en la UE. ¿Puede decirse que la sociedad civil es consciente del fenómeno de la llegada de inmigrantes?

El problema es que la opinión social lamentablemente es muy voluble y va a empujones. Todo el mundo se volcó en un movimiento social enorme cuando todos vimos las imágenes de aquel pequeño en la playa, y hubo de repente una gran movilización, desde cierto punto de vista muy ingenua pero a la vez positiva porque se sensibilizaron con la problemática, pero en cuanto el tema ya toca a nuestras puertas y significa que viene aquí, que también quiere un empleo, que necesita una vivienda y que eso implica que hay que ceder parte de lo nuestro para acoger al otro, pues de repente ya los movimientos sociales han cambiado mucho, y qué decir de los políticos. Ahí nos hemos visto en una montaña rusa de vaivenes de la opinión pública.

Falta, entonces, una cultura de acogida…

Una acogida profunda, no sentimental ni de impulsos sino que responda a por qué merece la pena abrir las puertas a uno diferente, de un país, cultura y religión diferentes, y por qué merece la pena integrarlo aquí, desde todos los puntos de vista, por qué es una riqueza acoger al diferente, por qué merece la pena convivir, por qué merece la pena incluso desde el punto de vista económico. Hay que mirarlo desde todos los puntos de vista, pero muchas veces solo se ven aspectos parciales que no ayudan a ver el conjunto.

El Papa Francisco, frente a la “cultura del descarte”, ha insistido continuamente en una cultura de acogida a los refugiados e inmigrantes. Su visita a Lampedusa fue toda una llamada. ¿En qué medida CESAL ha asumido esta provocación?

Desde luego, nosotros seguimos esa provocación del Papa, que fue en esa visita a Lampedusa pero que ha mantenido posteriormente. De hecho está liderando que desde la Iglesia haya una posición ante un posible pacto global respecto a inmigración y refugiados, presentando veinte puntos concretos como indicaciones que deben recoger estos pactos, que desde CESAL hacemos nuestros. Señalaba sintéticamente cuatro puntos fundamentales: acoger, proteger, promover e integrar. Nosotros hacemos nuestro eso, claramente. Me quedo con dos aspectos. Con la acogida, donde el Papa ha dejado un mensaje muy claro, en el sentido de que no podemos quedarnos indiferentes ni cerrar nuestras puertas, pero en contra de lo que a veces se dice en la opinión pública, no creo que sea ingenuo ni inocente, que también dice muchas otras cosas, cuando habla de proteger, promover, habla de leyes jurídicas, de instrumentar el mecanismo legal para que esas personas puedan llegar en condiciones de seguridad y protección, de acoger a los menores no acompañados, a los más vulnerables, y también el objetivo de integrar, donde nosotros especialmente, por el recorrido que hemos hecho en estos años trabajando con inmigrantes, creemos que podemos aportar, no solo en el aspecto de acogida sino en favorecer que estas personas que llegan aquí luego puedan integrarse realmente.

¿Qué puede ayudar a tomar conciencia real?

Primero hay que ser muy conscientes de que son problemas muy complejos. No podemos ser ingenuos, no es inocuo para una sociedad que llegue muchísima población de otros países, con otra cultura, tradición, lengua, con otro todo, eso tiene una implicación y una responsabilidad muy grande para el país que acoge, que tiene que ver si está en condiciones de acoger e integrar. Y un país es capaz de integrar si tiene algo que proponer, si tiene una propuesta que hacer a esa gente que acoge. No basta con decir que venga cualquiera sino que hay que tener algo que proponer. En ese sentido, desde nuestro punto de vista se trata de favorecer que haya una posibilidad de encuentro real. Encuentro real significa acoger al otro, entenderle, escucharle, pero también poner parte de lo nuestro, poder comunicar nuestra experiencia, nuestra cultura, nuestra tradición, y que realmente se dé un espacio de encuentro, y estar abierto a lo que se pueda generar en el espacio de encuentro con el diferente, lo que pueda nacer de ahí, como una construcción de un bien mayor, para que se genere una cultura, como dice el Papa, así se han generado las culturas a lo largo de la historia, también con el encuentro entre diferentes. Incluso desde el punto de vista económico, ¿por qué no va a enriquecer a España que venga gente nueva? Ahí es donde creo que se puede dar una acogida que no sea ingenua, que no se reduzca simplemente a un lema o a algo sentimental, sino que uno esté dispuesto a poner parte de lo suyo, a encontrarse con el otro, a que nazca de ahí algo nuevo.

En España, en el ámbito eclesial se ha insistido en la defensa de la vida como un valor. Pero, viendo el problema de los inmigrantes y refugiados, parece más pertinente partir de la experiencia…

Efectivamente, más que defender determinadas premisas o valores, es poner de manifiesto con los hechos que vale la pena la vida, vale la pena para ese que lo ha perdido todo y que ha tenido que subirse en una barca y cruzar el Mediterráneo, y que ha perdido a parte de su familia, que por cierto estos suelen ser los más agradecidos con la vida y los que no perderán nunca una vida si pueden, son los primeros que defenderán la vida, saben el valor que tienen, mejor a veces que en las sociedades occidentales que muchas veces perdemos un poco el norte. Estar con la gente, que se sienta abrazada, querida, que sienta que su vida vale, es lo que hace acoger cualquier vida, rescatarla y valorarla. En este sentido, una defensa de la vida basada en los valores, resulta, en cierto sentido, abstracta porque ya no se agarra a una experiencia concreta porque no responde a la necesidad que existe, al menos, entre la gente.

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