´Los disidentes fueron los que mantuvieron viva la llama de la libertad´
Seguimos recordando lo que sucedió hace 25 años con la caída del muro de Berlín, ahora con Ramón Pérez-Maura, adjunto al director de ABC, especialista en política internacional.
¿Por qué un error en una rueda de prensa sobre cuándo se podría cruzar el muro provocó ese desplome? ¿Cómo se explica esa desproporción entre un acontecimiento y otro?
Porque la fruta estaba madura. Porque ese error del muro de Berlín es parte de lo que ocurría a lo largo de todo el Telón de Acero. Antes de Alemania, habíamos visto a los polacos luchando durante diez años para acabar con su régimen comunista, ese mismo verano se había formado en Polonia el primer gobierno no comunista, y a lo largo de los meses anteriores habíamos visto la huida masiva de alemanes que salían de la RDA para llegar a la RFA, o sea, de la Alemania oriental a la Alemania occidental, no por el muro cerrado sino por otros países de la órbita soviética que eran más reformistas, por ejemplo, por Hungría.
Si no hubiera habido ese error, de cualquier otra forma hubiera caído.
Antes o después habría ocurrido. Eso estaba maduro. Lo que pasa, que para mí es muy importante hacer entender a las jóvenes generaciones que no vivieron aquello, es que se había asentado con tanta firmeza el Telón de Acero que era algo inimaginable para la inmensa mayoría de la gente. Había excepciones, desde luego. Una semana antes, François Miterrand decía en una rueda de prensa que él esperaba en su vida, y le quedaban todavía bastantes años de vida, ver la caída del muro. Bueno, pues cayó una semana después.
Había entonces un conjunto de factores que indicaban que la situación iba a cambiar, pero nadie esperaba que fuera tan pronto.
Bueno, nadie, nadie, tampoco. Por ejemplo, en junio de ese año había llegado a Bonn, la capital de la RFA, un nuevo embajador de EE.UU, el gran general Vernon Walters, un antiguo director adjunto de la CIA durante cuatro años, y él al llegar lo primero que hizo, en la primera entrevista que dio a la televisión alemana, dijo que durante su mandato allí, que normalmente el de un embajador es de tres o cuatro años, él creía que iba a ver caer el muro de Berlín. En cambio, en cuanto dijo eso, su secretario de Estado, el ministro de Asuntos Exteriores americano, que era James Baker en esa época, lo desmintió y le desautorizó. Muchas veces me contó Walters cómo él se sentó a escribir su carta de dimisión al presidente de los Estados Unidos porque su jefe directo le había desautorizado públicamente, y cuando estaba rubricando la carta recibió una llamada telefónica. Era el presidente de los Estados Unidos y le dijo: Dick, sé lo que estás haciendo, no se te ocurra. Es decir, había gente que se daba cuenta que la debilidad estructural del sistema hacía insostenible lo que allí había.
El peso de una cierta minoría social, de esa minoría que formaba la disidencia. Hay un famoso libro de Vaclav Havel, “El poder de los sin poder”, que recuerda o pone como ejemplo a un hipotético vendedor de fruta que se desengancha del régimen y que empieza a hacer lo que puede para que caiga. ¿Qué peso tuvo esa disidencia?
Mucho. Tuvo mucho, porque fueron los que mantuvieron viva la llama. Cuando en Occidente muchos no querían meterse en el jaleo de cambiar el statu quo, lo único que les hacía que sus conciencias se cuestionaran si de verdad se podía mantener esa situación creada en Yalta eran esos disidentes que de forma heroica estaban intentando levantar la bandera de las libertades, a los que desde este lado, desde nuestro lado, los que éramos libres, muchos renunciaron a apoyar.