Ley del aborto. ¿Y ahora, qué?
La dimisión de Alberto Ruiz-Gallardón ante la imposibilidad de llevar a cabo su anunciada Ley de protección del no nacido ha desvelado las incongruencias del Partido Popular provocando una gran desazón en gran parte de su electorado.
Se puede aceptar que un partido pueda cambiar de criterio sobre cualquier tema, también habrá que explicar las razones de ese cambio en de juicio, pero presentarse como adalides de la defensa de la vida y luego escurrir el bulto tiene un nombre y se llama traición. Este cambio de postura supuestamente por unas encuestas dan que pensar que es primero si el huevo o la gallina, que no se cree en las ideas que se defienden y las encuestas son una excusa para no defenderlas, o que no se defienden los propios principios por los resultados de las encuestas. O quizá ambas van íntimamente ligadas.
¿Y ahora, qué? A este respecto me ha parecido muy lúcida una apreciación de Benigno Blanco en la que reclamaba a la sociedad civil, ya que aunque mañana llegara al poder un partido que prohibiera el aborto no bastaría para solucionar problema. La historia transcurre lentamente y una ley no cambia el corazón del hombre y por tanto su mentalidad. Es necesario un trabajo desde la sociedad civil que de apoyo a las iniciativas que ayudan a las madres embarazadas que están solas, también en lo económico. Y un trabajo personal de cada uno de entender que los hijos son un don también en el sacrificio. En este sentido hay dos cosas que me han iluminado. La primera una carta que leí en la sección de cartas al director de un periódico de tirada nacional, donde un chico hablaba agradecido de su hermano síndrome de Down y la segunda, una noche que pase sin dormir demasiado porque uno de mis hijos estaba enfermo. En la cama con él en brazos pensaba, a pesar del sacrificio, en el regalo inmenso de su existencia.
Ya a un nivel político, dado que el PP ha abandonado sus principios y parece de facto tan laico como el que más, quizá ya ha llegado el momento de plantearse seriamente su voto a nivel de elecciones generales. Los partidos políticos son un instrumento no un fin así que si no sirven para defender ciertos principios pues habrá que buscar otros partidos donde sí se pueda. Esto al menos a nivel de elecciones generales, otro caso que habría que ver uno a uno son las elecciones autonómicas y municipales. Al PP le puede pasar que queriendo acercarse al electorado de izquierda al final se quede sin los votos de la izquierda ni los suyos.
¿A quién votar ahora si se quiere defender el humanismo cristiano? que es la pregunta incómoda que viene después. ¿VOX? Es el modo más claro de expresar al PP el descontento por su negativa a modificar la ley del aborto. Sin embargo, este voto tiene el inconveniente de que es un partido demasiado minoritario, aunque es cierto que ha sido vetado desde diversos medios y no estoy precisamente hablando de medios de la izquierda.
¿Ciudadanos? Desde luego es una formación que se ha partido el cobre en Cataluña de forma admirable. La duda es su postura frente al hecho cristiano. “Defendemos un Estado laico e independiente, desde el respeto a diferentes religiones y sensibilidades” dice en su web lo cual se puede interpretar de muchos modos.
La idea de formar un partido católico aunque es totalmente respetable y a nadie se le puede negar el derecho de querer hacer un partido, no me parece acertada. En primer lugar porque vivimos en una sociedad plural, no se puede vivir aislado, hay que encontrarse con gente que piensa distinto y segundo porque creer que el voto católico puede ser decisivo quizá sea demasiado optimista en las previsiones. Además es un error pensar que el voto católico es homogéneo como lo muestra una anécdota que contaba Alfonso Guerra de la visita de Juan Pablo II a España. El exvicepresidente se encontraba por la calle a votantes suyos que le saludaba de forma efusiva que venían de escuchar al Papa decir cosas sobre el divorcio o el aborto contrarías a las que los socialistas proponían.
¿Existe una tercera vía entre quedarse cruzado de brazos o crear un partido católico soñando una hegemonía que nunca ha sido beneficiosa para la Iglesia y además es irreal? Quizá no se trata tanto de hacer un partido sino de establecer contactos con formaciones donde la tradición cristiana pueda ser considerada como una posibilidad de bien para la sociedad y con la cual se pueda establecer un diálogo fecundo. Por lo pronto queda una larga travesía del desierto para entender que significa en este contexto “dar al César lo que es del César y dar a Dios lo que es de Dios”