Lenguas cooficiales: de la evolución a la transformación

España · ÁNGEL SATUÉ
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21 septiembre 2023
El uso de las lenguas cooficiales no es una evolución natural del estado autonómico sino una piedra angular para su transformación.

La introducción de las lenguas cooficiales de España en el Congreso de los diputados se ha realizado por la puerta de atrás, sin seguir el Reglamento del Congreso, sin ni siquiera su reforma, y como pago político a los secesionistas, en el marco de una negociación en dos tiempos: primero, para elegir la mesa del Congreso; después, para la investidura del presidente de Gobierno en funciones, aun cuando no hay designación expresa de S.M. el Rey para ello.

Ya solo esto, es indigno en una escala difícilmente calculable. Una indignidad, y una falta de respeto a las formas y normas constitucionales que no se merecen los españoles, pero, sobre todo, no se merecen los hablantes de las lenguas cooficiales de España.

Nuestra democracia es “consensual”, y lo es porque surgió no de un encomiable acto de disolución de las Cortes franquistas, sino de una voluntad popular de reconciliación y de mirada esperanzada hacia el futuro de libertad. “El abrazo”, de Genovés es el punto de llegada de todos los españoles, y si el abrazo fuera una lengua, ésta sería la española, por común a todos.

Hay más derivadas, por supuesto, en un tema como este, pero quiero centrarme en una sola.

Se trata de si, utilizando términos militares, están dando un nuevo paso en el marco de una transformación de nuestro sistema constitucional o, al contrario, se trata de una adaptación. Dicho de otro modo, estamos ante una revolución o, por el contrario, ante una evolución natural del sistema constitucional.

Para el Partido Popular, y para Vox, al menos, sus votantes, es una transformación, una suerte de revolución, un cambio drástico no pactado, fuera de todo consenso.

Para la izquierda en general, entiendo que, para sus votantes, aunque gente entendida dirá que más bien para su élite de mandarines (sin coleta) de Ferraz, es una evolución de la lógica constitucional.

Esta última lógica es ciertamente interesante. Encierra algo de verdad, pero requiere de un contexto para su comprensión total, de modo que se ilumine la mentira que encierra.

La evolución, podría decirse que autonómica y, por ende, constitucional, se sustentaría en la misma existencia de Comunidades Autónomas, porque de acuerdo con la Constitución, en España hay nacionalidades y regiones (y la Nación española). Siguiendo el razonamiento, totalmente lógico, dado que en las Comunidades Autónomas se vota a sus representantes, que aprueban leyes que, además, condicionan bastante la vida y hacienda de los representados [pese a que la recaudación sea centralizada y haya un reparto después, por simplificar]; junto con la existencia de las lenguas oficiales, y juicios celebrados en tales lenguas de España, también en el orden penal, ergo, con la libertad del justiciable en juego; considerando además que se habla en los colegios, en clase, por los maestros, que son ya casi todos de la misma región (lo que no dice mucho de diversidad y pluralidad, pero ahí está); y más cosas que no cito por desconocidas para mí, y por no aburrir. Pues bien, atendiendo a todo esto, existe una cierta lógica que el uso de lenguas cooficiales sea más o menos parte del panorama de las relaciones entre ciudadanos y el estado, por supuesto, en sus territorios, y de alguna manera, en algunos momentos de la vida nacional en España, de su sociedad civil, y del estado.

La incoherencia en esto es que, estando de acuerdo en que parecería una evolución natural de un estado autonómico, o mejor dicho, de este estado autonómico [pues se podría haber andado otra vereda, más llana y menos escarpada, sin barrancos a su vera], que se pueda hablar en lenguas cooficiales,  articulando mejor o peor el cómo [solo en el Senado, solo el día del estado del debate de la Nación, sólo el día del debate del estado autonómico, solo en el día oficial de la CC.AA. respectiva, solo por unos minutos por intervención, siempre que los temas no sean estos u otros, etc,.], decía, que pareciendo una evolución natural, para cualquier observador avezado, se trata de una transformación, es decir, una revolución en las formas, y más preocupante, en el fondo.

¿Por qué?

Porque es claro que no es la evolución natural de un estado, y no puede serlo, jamás, su disolución, ni la incapacidad para comunicarse. Al contrario. Y porque esta medida es un ariete, pues es «disolvente» dado que en absoluto busca evolucionar el sistema constitucional, adaptándolo al uso más o menos extendido en el día a día de las lenguas cooficiales. Todo lo opuesto a esto, ya que la medida adoptada de expresarse en lenguas cooficiales sin un marco reglado para ello, partiendo de la base del desconocimiento perfecto de tales lenguas de la gran mayoría de los diputados, convierte a estas lenguas cooficiales y minoritarias, en un instrumento de deconstrucción de la convivencia, como lo son, por cierto, en sus respectivas regiones de origen al ser usadas como instrumento de construcción nacional.

Por ende, solo se puede seguir que pretenden la transformación del sistema constitucional, por la puerta de atrás, sin acudir a los medios de reforma agravada constitucional, que llevan a un referéndum, y a unas Cortes Constituyentes y que les parece un tostón, habiendo imaginación.

Por tanto, no es una evolución natural del estado autonómico ante lo que estamos, aunque lo parece, y lo puedan presentar así las partes interesadas, sino una piedra angular para su transformación.

En terminología militar, es una medida que busca, por tanto, a través de las lenguas, crear un entorno o contexto operativo de transformación, esto es, de revolución y puesta patas arriba todo lo que conocemos como estado autonómico, y estado social y democrático de derecho, con forma de monarquía parlamentaria.

“Una lengua es una herramienta para encontrarse con el otro, para expresar lo profundo de la mente humana, y no, como conciben los nacionalistas, un instrumento romántico para construir una nación”

Mientras tanto, el sufrimiento de la sociedad es total. Se encarece la vida, no se accede a la vivienda, el trabajo es precario, no suben los sueldos, se acortan las vacaciones si es que se tienen, no se repara el coche, se posponen bodas y celebraciones, hay soledad en el ambiente, el individualismo y el consumo nos entrampan, escolares no pueden estudiar en español en España… pero el deseo de comunicarse con el otro y de trascender, y ser comprendido, está. Porque, ante todo, una lengua es una herramienta para encontrarse con el otro, para expresar lo profundo de la mente humana, y no, como conciben los nacionalistas, un instrumento romántico para construir una nación, por mucho que la palabra tenga efectos en la realidad, como todos sabemos cuándo tenemos algo de experiencia vital.

Sus señorías de la izquierda y nacionalistas son presos de la dinámica del poder y de la hegemonía, no de las mayorías, apartando del debate político nuestras reales necesidades. No están para colmar nuestros deseos, aunque en su intervencionismo sí lo crean, pero seguro que no lo están tampoco para separarnos del abrazo del 78.

Pedirán el café en español, en la cantina del Congreso. Porque ahí sí que importa que le entiendan a uno.


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