Las viudas de los jueves
Recordando El crepúsculo de los dioses de Billy Wilder, este largometraje arranca con los cadáveres de Tano, Martín y Gustavo flotando en una piscina; la película va a ser un flashback que nos explica cómo se ha llegado a esas muertes. Piñeiro recorre la vida de estos seis personajes, más la de alguno de sus hijos, y va sacando a la luz lo más hondo que hay en ellos: soledad, decepción y miedo. Sólo se salva Ronnie, que resulta ser el que mira la vida con menos cinismo y más verdad, el que tiene vínculos más auténticos y el único que no aparece en la piscina. Algo similar a lo que hacía Gus van Sant en Elephant. Y no es casual: ambos films ofrecen un duro diagnóstico de la sociedad contemporánea; la primera desde el punto de vista de los padres, la segunda, de los hijos. Por otra parte, si algo se pone de manifiesto en Las viudas de los jueves son los síntomas de nuestro tiempo: una incapacidad escalofriante de educar, un culto a la apariencia, ausencia de sentido, y por tanto de perímetros morales, así como una profunda falta de religiosidad.
La película es irregular en su desarrollo, excesivamente larga, aunque cuenta con unas interpretaciones capaces de aguantar el tirón cuando la cinta flojea. La música de Roque Baños, que en algún momento homenajea al Nino Rota de El Padrino, es muy eficaz al subrayar los aspectos más existenciales del film. Aunque la historia es muy literaria, y ello hace de lastre en ocasiones, se trata de una película interesante que se suma a tantas otras que hacen un retrato de nuestro tiempo.