Las perspectivas de la Eurozona: dónde estamos y hacia dónde vamos
El arte de la moneda única. Las políticas de austeridad como medicina para curar la crisis o como un fármaco inútil o incluso perjudicial. Cómo reactivar la economía y el empleo en Europa. Temas aún más actuales y urgentes tras la dimisión del primer ministro griego Tsipras, que también han sido objeto de debate en el Meeting de Rímini en una discusión moderada por el presidente de la Compañía de las Obras, Bernard Scholz, con tres economistas de fama mundial: el italiano Domenico Lombardi, el alemán Hans-Wernr Sinn y el francés Edmond Alphandéry, que dirigen importantes centros de estudios económicos internacionales en Canadá, Alemania y Bélgica respectivamente.
El diálogo comenzó con tres preguntas. ¿Grecia es un caso aislado o un problema sistémico para la moneda única? ¿Las reformas reclamadas en muchos países son instrumento suficiente para salir de la crisis? ¿Es posible un recorte o una reestructuración de la deuda en los países de la UE? Sobre todo, se puso en evidencia cómo la simplificación y la incapacidad de captar la complejidad de la situación se han convertido en la puerta de entrada de los populismos, nacionalismos y tentaciones de huida del euro.
Escuecen las certezas de quienes consideran el euro como el mayor mal de nuestras economías y señalan cifras como las presentadas por Domenico Lombardi referidas a su país: “Italia tiene un avance primario, en intereses de deuda, de los más altos de la UE, las políticas fiscales son eficaces y contienen nuestra deuda en poco más del 130% del PIB; si hubiéramos mantenido el nivel medio de otros países superaríamos el 200%”. Según Donati, los problemas son estructurales y previos a la crisis: baja productividad, escasa competitividad, bajo número de graduados sobre todo en el ámbito científico, poca capacidad de atraer inversiones externas, exceso de burocracia. Cuestiones todas que poco tienen que ver con el euro: “El desafío para Italia es el crecimiento. Con los decimales de este año y de los siguientes, nuestro PIB no volverá a niveles de 2010 hasta 2033”.
La situación de Grecia es distinta. La economía helena cuenta con una base productiva limitada, con más de veinte años de deudas destinadas a financiar el bienestar y los salarios que han llevado al país al colapso. Según Sinn, las decisiones políticas del gobierno Tsipras han agravado aún más la situación: “Grecia ha obtenido en estos años créditos por 434.000 millones de euros. Es como si cada familia griega hubiera recibido 83.000 euros. Es un coste insostenible para los países de la UE”. Para el economista alemán, la única solución posible es una salida temporal, durante cinco años, de la moneda única y el retorno al dracma. “Así podrían atraer a nuevos inversores, el precio de la vida volvería a estar al alcance de todos los ciudadanos y habría tiempo para realizar las reformas estructurales necesarias para recuperar el país”.
Una hipótesis totalmente contraria a la del francés Alphandéry: “Con dracma o con euro, las dificultades y necesidades de reforma seguirían invariables, y provocaríamos una herida incurable a la idea misma de Unión Europea”. De hecho, sobre una cosa todos los ponentes estaban de acuerdo: relanzar el proceso de unificación política. Algo que también tendría consecuencias económicas.