La retirada de América (parte I)

Mundo · Ángel Satué
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9 septiembre 2021
Tras las elecciones norteamericanas la Administración Biden tomó el testigo de la trumpista en la retirada de EE.UU. de Afganistán. Trump siguió la estela de la Administración Obama, de la que Biden fue vicepresidente.

Los acuerdos de Doha, capital de Qatar –aliado de EE.UU. en la zona–, que es el primer productor de gas del mundo y un intenso patrocinador de todo lo moviente y semoviente, en Europa lo sabemos bien, son de marzo de 2020. EE.UU negoció con los talibanes y el extinto gobierno afgano, en lo que se entiende como la plasmación formal de un deseo de retirarse del avispero afgano que venía de lejos, para preocupación del gobierno afgano (¿dónde estará ahora?), tras la celebración, recordemos, de dos elecciones democráticas en el país, protegidas por las fuerzas armadas afganas (¿dónde estarán ahora?), adiestradas por la OTAN (¿dónde estará mañana?).

También, para preocupación de los vecinos de la zona, incluyendo China y Rusia, a pesar de las declaraciones realizadas hasta la fecha o la tardanza en hacerlas (Putin).

La retirada estadounidense ha sido interpretada como una victoria del mundo musulmán por el mundo musulmán, pues no olvidemos que para el islam la clave de interpretación religiosa va de la mano de la política. De igual modo ha sido interpretado como una derrota en Occidente, arreciando muchas críticas desde el pensamiento conservador y neocon, pero no solo, pues a estas voces se ha unido la socialdemocracia europea.

La retirada se puede estudiar desde (A) el plano estratégico y (B) desde el plano ideológico. Además, (C) interesa hacer prospectiva geopolítica.

En el plano estratégico, hemos de distinguir entre (A.1) la decisión de retirarse del gran derrocador de imperios que siempre ha sido Afganistán, y (A.2) la manera y modo de hacerlo.

(A) Plano estratégico (y de doctrina militar):

(A.1) La retirada 

Lejos de ser una derrota, hemos de interpretarlo con un ángulo de visión más amplio pues esta retirada se hace a tiempo y toda retirada a tiempo es una victoria, por lo que la mal llamada derrota americana tiene todos los visos de ser un repliegue táctico, en lo geopolítico. Es decir, solo parece una rendición.

Además, permite a EE.UU. proceder a la concentración de fuerzas, y cumplir con Sun-tzu cuando dice que «si no estás en peligro, no luches», ganando tiempo y dinero para la siguiente guerra. Napoleón decía que podía recuperar el espacio, pero el tiempo jamás. Y, haciendo un paralelismo del mundo de los montañeros (Afganistán posee un 85% de terreno montañoso), se acostumbra a controlar el riesgo y gestionar los daños, porque todo paso que se da en la montaña jamás debe ser temerario. De darlo, la integridad está en riesgo, pero también la fama de uno se resiente. Lo temerario entonces era quedarse.

EE.UU. se retira del mundo, es cierto, lo ha dicho solemnemente Biden. Pero se trata de una retirada político-económica de EE.UU. de los asuntos internacionales que no tengan que ver directamente con la rivalidad y con la contención del Imperio del Medio, China. La citada concentración de fuerzas le va a permitir atender mejor otras zonas más prioritarias, como Asia-Pacífico y América. No es una reclusión de por vida en un monasterio.

Además, EE.UU. obtiene más ventajas al retirarse y dejar un Afganistán al borde del colapso por guerra civil (costumbre regional, recordemos la habida entre tayikos y pastunes, al retirarse la URSS). Hacer algo en el país, como extraer tierras raras y construir infraestructuras para sacarlas al exterior, o gaseoductos, exigirá primero una pacificación, es decir, tiempo, diplomacia y la movilización de recursos ingentes de los rivales sistémicos de EE.UU., con China a la cabeza que, no olvidemos, sufrió un atentado talibán el pasado julio de 2021, muriendo 9 ingenieros chinos que construían una presa en el Indo. Aviso a navegantes, para una China ávida de tierras raras y gas, pero que no desea poner en peligro a sus trabajadores (¿utilizaría China a sus chinos uigures, de religión musulmana, como mano de obra, para evitar atentados?).

Por decirlo gráficamente, el sheriff gringo se ha subido al piso de arriba del Saloon a darse un baño, sin esperarlo nadie, pues estaba cansado, y volverá limpio, mientras los demás, aun con la música de fondo, le siguen con la mirada mientras él sube las escaleras. Era el momento del baño.

Transcurridos 20 años desde los atentados del 11-S, que marcaron el final de un período que comenzó en 1989 (derribo del muro de Berlín) a 2001, EE.UU. llevaba gastados en Afganistán más de 2.26 billones (en escala europea) o 300 millones de dólares al día, de los cuales la mayoría se ha financiado vía deuda con un coste estimado de los intereses de unos 500.000 millones de dólares.

Invirtió (dilapidó) más de 85.000 millones de dólares en un nuevo (y fracasado) proyecto de ejército afgano, de moral baja, que para más inri ha abandonado a manos de los talibanes material militar y de seguridad de excelentes capacidades. Por el contrario, ahora, el famoso contribuyente americano (“taxpayer”), se va a ahorrar mucho dinero y es posible que EE.UU. transite hacia un modelo europeo de bienestar, ahora que puede financiarse, Covid mediante.

Por arte de magia, si al país, que se encuentra al sur de tres ex repúblicas de la URSS, entre Irán y Pakistán, y con una exigua frontera de 70 kilómetros con China, se le prefiere apaciguado por la comunidad internacional, el asunto pasa a ser de otros.

Y la Historia, nuestra maestra, nos cuenta cómo Adriano, se replegó pacíficamente de la provincia de Mesopotamia, conquistada por Trajano (volverían un siglo más tarde con Séptimo Severo), dando un respiro a Roma; y, en cambio, nos muestra cómo cuando Atenas se aventuró a la conquista de la lejana Sicilia, terminó por perder su imperio; ya se sabe, que quien mucho abarca, poco aprieta.

Además, no conviene olvidar que el mundo de hoy es ciber-geopolítico. En relación con el marco geopolítico actual, de pesos y contrapesos, de fuerzas y contrafuerzas, conceptualmente hablando, el control del territorio físico y de la población ha dado paso al control del ciberespacio, a la inteligencia artificial, al IoT, el 5G, la nube…, en una palabra, a una nueva fase de la geopolítica. Por tanto, si no se tiene un propósito claro en un terreno físico concreto, o se puede conseguir de otro modo, lo que parece más sensato es que las botas se vayan a su casa.

A.2. Las formas de la retirada

Sobre las formas se ha dicho de todo… pero hemos de preguntarnos si para los intereses de EE.UU. una retirada ordenada y prolongada en el tiempo era un regalo para China. Por el contrario, una salida atropellada permite que Rusia, Irán, Pakistán, India y China apenas puedan reaccionar ni repartirse ordenadamente el país por zonas de influencia.

En este movimiento, con la inteligencia sobre el terreno, es difícilmente creíble que no hubiera indicios de que la estructura de estado montada desde 2001 sobre las bases endebles de las tribus y etnias no fuera a caer sin el soporte del pilar de los norteamericanos. Pero existen los fallos, el elemento humano y todo no siempre sucede como se negocia o como parece que sucede.

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