La presencia es apasionarse con la alegría del Evangelio. No somos cristianos por hacer política
El cardenal Zuppi lima sus palabras. Llega a Bolonia a mediodía acompañado de su chófer y secretario, entre una misa celebrada en una parroquia de la periferia y un saludo informal al jefe de la Protección Civil, antes de salir corriendo al aeropuerto para visitar una sede de la comunidad monástica de Monte Sole. Es inevitable vivir corriendo cuando se es “cardenal de calle” y además presidente de los obispos italianos. Que además intenta no decir nunca que no a quien pide encontrarse con él. Son días de un debate intenso: sobre el gobierno que se avecina, sobre valores, sobre el papel de la Iglesia y sobre todo de los católicos en las instituciones. A todo ello se unen estos días las celebraciones por los cien años del nacimiento de Luigi Giussani y el llamamiento a la unidad que el Papa ha dirigido a Comunión y Liberación, un movimiento con un pasado activo y clamoroso en la arena política.
¿Qué impresión le causa oír cómo evoca al Papa y a santo Tomás el nuevo presidente de la Cámara italiana, Lorenzo Fontana, en el discurso de su toma de posesión? ¿O a Giorgia Meloni afirmando con contundencia que cree? ¿Le tranquiliza?
No cabe duda de que el papa Francisco es una referencia para mucha gente. Pero la diferencia está en la praxis. No tanto en lo que uno dice, sino en lo que hace. Por ejemplo, la Laudato si’ se cita mucho pero lamentablemente se aplica demasiado poco.
¿Qué quiere decir el Papa cuando le pide más a CL, diciéndole que no desperdicie su tiempo en contraposiciones?
Significa volver a poner en el centro aquello a lo que estamos llamados y no las discusiones internas. El carisma es un don que debe emplearse. No quiere decir que todos sean iguales, sino que todos estén unidos. Nos encontramos sumidos entre numerosas preguntas referidas al ámbito de lo humano. Giussani tenía una pasión extraordinaria por lo humano porque se había encontrado con el hombre Jesús. El papa Francisco lo recordaba: Jesús no es una moral, no es un sistema intelectual, no es una referencia que justifica otras opciones. Es un encuentro, libre, gratuito, de puro amor. Una historia de amor.
El pueblo de CL aplaudía con fuerza a Francisco cuando citó a Carrón. Ahora el teólogo extremeño ya no es el guía, dimitió y pasó el testigo a Davide Prosperi. Evidentemente, hay un antes y un después para CL. Cuando Francisco lamenta un empobrecimiento de su presencia, ¿a qué se refiere concretamente?
El empobrecimiento de su presencia no es un problema específico de CL, nos afecta a todos cuando somos autorreferenciales, tímidos, cuando nos falta la pasión por el hombre, la libertad del encuentro, una compañía que no se cierra ni se convierte en una fuerza de ocupación sino en un testimonio. La verdadera identidad consiste en estar llenos de Él y en comunicar su presencia con nuestra vida.
Hay quien afirma que para estar “más presentes” los católicos deberían dar un paso adelante en política.
Para el papa Francisco, la presencia es estar en la calle, encontrarse y apasionarse con la alegría del Evangelio. Antes que cualquier otra cosa debemos ser cristianos, de lo contrario podemos acabar pensando que lo somos porque hacemos política y muchas veces se termina haciéndolo mal. En la encíclica Fratelli tutti el pontífice habla de amor político. A eso yo añadiría también un amor que se convierte en cultura. Pero atención, son acciones que parten siempre de una vida cristiana, de una verdadera comunión, no virtual, y de una caritativa que nos une a nuestros hermanos más pequeños, que son los pobres. Luego el católico siempre debe traducir la doctrina social con la mediación necesaria y con laicidad, pues la historia es común a todos.
¿Cómo se ejerce esa laicidad?
La Iglesia no está encerrada en la esfera privada, no es prisionera del individualismo, hace oír su voz porque ama a la gente y vive en la historia, con la necesaria laicidad.
¿Existen valores no negociables que determinen la elección de un candidato por parte de un católico?
Hay que plantear la cuestión en otros términos. Todos los desafíos de la vida afectan al momento presente y exigen traducir la ética y la visión cristiana en opciones según las necesidades y oportunidades, sin renunciar nunca a las propias convicciones y buscando las respuestas adecuadas posibles.
¿Los valores católicos, más o menos defendidos o interpretados, pueden ser también causa de divisiones?
La fe es de todos y no puede dividir. Nos compromete a no tener enemigos y acoger a todos. Claro que no significa estar de acuerdo con todos, sino recordar siempre que el otro es mi hermano. Hay que testimoniar la fe con la vida.
¿Qué espera del próximo gobierno?
Esperamos que aborde los problemas en un marco de intereses nacionales y supranacionales.
¿Se refiere a Europa?
A Europa sobre todo, pero también al mundo, empezando por África.
¿Y a la inmigración?
Italia es un país con muchos recursos y capacidades: acogida, apertura de flujos, integración, educación, cooperación y por último una gestión del fenómeno que nos haga salir de una idea de mera seguridad, que en realidad no se puede garantizar sin todo lo demás. Hablaría también de los miles de jóvenes que salen al extranjero porque aquí no encuentran estabilidad ni futuro. El desafío consiste en buscarlo juntos.
La presencia de practicantes está en caída libre en todo el mundo. Hay proyecciones que ven a los cristianos reducidos a minorías en el transcurso de pocas décadas. ¿La Iglesia resiste, es capaz de sobrevivir a todo?
La historia de la Iglesia nunca ha sido conservadora. Es un momento de dificultad al que debemos reaccionar. Pero descubrirnos débiles puede ayudarnos a reconocer nuestra fuerza, la de verdad, que habla a las personas, que da sentido a la vida: la fuerza del Evangelio, el hecho más apasionante y humano que conozco.