La naturaleza humana es la misma con independencia del tiempo vital

¿Cómo surgió la idea de escribir un libro así? ¿Cómo fue para ti el descubrir esta sensibilidad por la belleza?
En mi libro anterior, Las aventuras de la inteligencia, desarrollé una combinación de momentos de la biografía de escritores, referencias de obras y experiencias personales. En Retorno a la belleza utilizo esta misma dinámica, aplicada a obras de escritores, pintores, escultores, músicos y cineastas. La selección de obras podría haber sido muy diferente, pues, en realidad, lo importante, en mi opinión, son los momentos y circunstancias en que estas obras fueron creadas. Todas van ligadas a las vidas de sus autores. A esto se añade mi encuentro personal con las obras que también está presente en el libro.
Necesitamos de otros que nos introduzcan en la belleza. Hablas de una librería en Zaragoza…
¡Fue un descubrimiento! La inspiración remota aparece en un recuerdo de la adolescencia: el encuentro en una pequeña librería de Zaragoza con una enciclopedia en un único volumen dedicada al arte, la música y la literatura. Las ilustraciones eran muy llamativas, sobre todo aquellas que recreaban las vidas de los autores o escenas de sus obras. Por entonces, yo apenas sabía quienes eran Shakespeare, Molière, Mozart, Beethoven, Balzac, Van Gogh, Chaikovski o Pirandello. En el colegio no recuerdo que me hablaran de ellos. Aquella enciclopedia fue para mí una invitación a investigar y profundizar. ¿Dónde? En otros libros o en las emisiones de Radio Clásica.
¿Qué hace que ciertas obras traspasen el paso del tiempo?
Que sean historias profundamente humanas, pues la naturaleza humana es la misma con independencia del tiempo vital. Esta convicción choca con el mito del “hombre nuevo”, que influyó tanto en la filosofía, la historia y desgraciadamente en la política. Los caracteres y las pasiones humanas atraviesan el paso del tiempo. Los personajes de las tragedias griegas o de los dramas de Shakespeare siguen interpelándonos hoy. Pero también lo hace una sinfonía de Beethoven, el universo literario de Proust o los juegos de luces y sombras de la pintura impresionista.
Si vemos los grandes clásicos, en sus personajes, se representa un carácter determinado. Cuando un adaptador lleva una obra de Shakespeare o una tragedia griega a la época actual no es difícil que la trama, en la que pueden aparecer la envidia, los celos o el orgullo… eso siempre es actual. La trama de los sentimientos siempre está y no hay nada nuevo bajo el sol.
En la presentación del libro, una de las invitadas, Almudena Alegre Díez que es Conservadora de Patrimonio Histórico, afirmaba que el arte moderno incluso en sus materiales está hecho para ser efímero lo cual es sintomático de que el hombre moderno se percibe frágil. ¿Estás de acuerdo con este diagnóstico?
Que obras materiales de arte de arquitectura, pintura… estén destinados a desaparecer por voluntad de sus propios creadores y quieren que sea así. Eso nunca lo había habido.
Lo efímero puede relacionarse con esa sociedad líquida, en la conocida expresión de Zygmunt Bauman, donde todo fluye y nada es perdurable. Probablemente porque solo se busca satisfacer los deseos inmediatos de los individuos. Es el triunfo del relativismo por medio de la exaltación de un eterno presente. Todo tiene su fecha de caducidad. Responde a una mentalidad consumista de usar y tirar. Un ser humano compulsivo es tremendamente frágil, pues se frustra ante la insatisfacción de sus deseos. Por lo demás, cabe fijarse en el detalle de que muchas manifestaciones del arte, la música, el cine y la literatura “han envejecido mal”. Pretendían ser innovadoras y radicalmente rupturistas, pero no se dieron cuenta de que siguen existiendo las estatuas con pie de barro, conforme al relato bíblico, aunque el resto de la escultura sea de metales resistentes.
En la presentación del libro se destacaba que el arte ha sido un vehículo de enseñanza y didáctica de la fe, ¿hemos infravalorado este potencial en los últimos años?
Se ha infravalorado hasta el extremo de que muchas personas no saben que representan las grandes obras de arte que son de tema religioso. Solo pueden leer en una exposición un título que para ellas se expresa en un lenguaje desconocido, pero ese desconocimiento no solo afecta a lo religioso. Ni siquiera la información que les puedan proporcionar sus pantallas es suficiente. No es lo mismo información que conocimiento. Por otra parte, la fe cristiana siempre se ha nutrido de imágenes tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. No es casualidad que si estas imágenes se eclipsan la fe puede reducirse a una formulación de dogmas y principios a los que solo cabria adherirse para ser considerado creyente. Esto explica que pueda difundirse una concepción del cristianismo que tiene bastante de fideísmo estéril.
¿Cómo educar la sensibilidad por el arte?
Hay que buscar una relación fructífera con la realidad, tal y como asegura el filósofo David Cerdá en el prólogo del libro. Para esto hay que estar atento a los detalles, en particular los de la vida cotidiana. Necesitamos maestros que despierten nuestra sensibilidad. Lo pueden hacer los artistas, los músicos o los escritores. Pero no basta el arte por el arte, pues se agota en sí mismo. Hay que tener, además, una mirada de misericordia y en ese afán de comprensión, tarde o temprano, nos encontraremos con una belleza que, ante todo, es profundamente humana.
Me gustaría comentar varias obras, que citas en tu libro…
De la obra de Jane Austen dices que no es literatura solo para mujeres.
No lo es porque es una gran escritora que ha sabido beber en las fuentes de la gran literatura inglesa como Shakespeare, al que admiraba. Su novela Persuasión, escogida para mi libro, demuestra que también es una gran conocedora de la psicología masculina, sobre todo en sus aspectos más nobles.
De Rajmáninov te sorprende la melancolía y la nostalgia que expresan su segundo concierto para piano y orquesta.
Rajmáninov se siente fracasado en la composición y en la búsqueda del amor humano, además de sentirse muy afectado por proceder de una familia rota. Su amor por la música y sus ganas de salir de una profunda depresión, mitigada por el trabajo, le lleva a la composición de su romántico segundo concierto para piano y orquesta. Con todo, el compositor es incapaz de abandonar en esa obra la melancolía que le acompaña, en la da la impresión de sentirse a gusto.
En Matar a un ruiseñor el personaje de Atticus Finch tiene claro que no hay que deshumanizar al adversario y transformarlo en enemigo.
Este abogado, asociado para siempre con la gran interpretación en el cine de Gregory Peck, nos da también este consejo por medio de su creadora Harper Lee: “No luchamos contra los yanquis, luchamos contra nuestros amigos. Pero tenlo presente, por muy mal que se pongan las cosas, siguen siendo nuestros amigos, y este es nuestro hogar”. Matar a un ruiseñor expresa el deseo de vivir en paz con gente que es diferente.
Hay muchas más obras, pero dejemos que el lector las descubra por sí solo… pero ¿hay alguna que te haya llamado la atención especialmente y que no quisieras dejar pasar?
La serie de lienzos que Claude Monet dedicó a los nenúfares. No es solo es un tema de combinaciones de luces y colores en diversos momentos del día. Estas obras probablemente no habrían tenido la difusión que tienen sino fuera por la amistad entre el pintor y el político francés Georges Clemenceau. Este último tenía una consolidada fama de radical pero su amistad con Monet sirvió para poner unas obras de extraordinaria belleza al alcance de todos.
En Cinema Paradiso, sacas como lección que «la felicidad no se construye sobre triunfos personales, sino sobre un amor generoso». Me ha parecido un gran colofón.
En esa película triunfa la melancolía, eso sí con la maravillosa música de Ennio Morricone. El protagonista, Salvatore, ha sacrificado su amor por Elena, casi imposible por la diferencia de clases sociales, y en cambio ha surgido un gran director de cine, cuyas películas alaba la propia Elena. Pero el resultado es un Salvatore solitario, insatisfecho y melancólico. El montaje final del director intenta arreglar la situación en parte. En mi opinión, no lo consigue pues Salvatore ha planteado una opción radical entre la vida y el cine. Ha ganado finalmente la fábrica de sueños y de ilusiones. Pero los sueños sueños son.
La piedad de Miguel Ángel, que aparece en la portada del libro, la describes como “no una belleza cualquiera sino profundamente humana, ¿Por qué?
Porque la verdadera belleza no desaparece con el dolor o el sufrimiento humanos. Estos pueden transformarse gracias a la compasión y la misericordia. Lo llamativo de esta escultura es lo que ha llamado la atención a tantas personas: la Virgen es más joven que su Hijo. Es hija de su Hijo, tal y como señala Dante en La Divina Comedia.
ANTONIO R. RUBIO PLO
Retorno a la belleza. Grandes momentos del arte, la música y la literatura.
PPC. 248 páginas. 18 €

Recomendación de lectura: Para degustar la belleza es necesario contemplar
0

2

