La España de Pedicabo e Irrumabo
Sánchez ha perdido la peor votación que podría perder un demócrata. El Parlamento español ha reconocido como presidente de Venezuela a Edmundo González. Contra los votos del Partido Socialista. Bien podría este mismo Parlamento haber aprovechado para investir al señor González, presidente del Gobierno de España, aunque fuese de manera transitoria, como ese efímero golpe-no-golpe de los nacionalistas catalanes, más bien sainete mediterráneo. Una oportunidad perdida.
Cuando uno hace durante años de sacar al general Franco de su tumba, su motivo político por antonomasia no es coherente apoyar un golpe de estado en Venezuela, un pucherazo electoral, una dictadura y votar contra su presidente legítimo, de acuerdo con los observadores internacionales. Este es otro sainete, caribeño.
A escasos metros donde se casó Simón Bolivar, el Libertador que inició la opresión criolla en toda Hispanoamérica, y de aquellos polvos estos lodos, el otrora Partido Socialista y sus socios de izquierdas y nacionalistas de izquierdas, han perdido una votación histórica.
La coalición socialista-comunista-separatista-nacionalista (SOCOSENA) que gobierna España, excepto PNV y Coalición Canaria, han asumido que toda dictadura de izquierdas es democrática, o que toda democracia ha de ser homologable a una dictadura de izquierdas. Sin distingos, para los españoles, el horizonte se antoja peligroso, máxime en un contexto internacional prebélico, como se nos oculta a todos de buena manera, y con mucha red social, porno y deporte masculino y femenino -que el deporte del tercer género no aparezca, me parece discriminatorio, aunque saludable-.
España está ya inmersa en lo que se podría llamar un giro copernicano, o también, torsión gástrica. El primero, nos habla de la incoherencia. La segunda, nos habla de un dolor extremo, de riesgo vital.
La Nación troceada. Europa, apenas explicada. La soberanía, fragmentada. Los ahorros, en descenso. Los hijos, abortados o ni siquiera “concepturus” (nada peor que no ser ni pre-concebido ni deseado). La identidad, mutilada en géneros. El estado de alarma, inconstitucional. Las vacunas, experimentadas con todos. El castellano, en desuso oficial en buena parte de la Corona de Aragón y los Señoríos vascongados. Puigdemont, dos veces prófugo (mérito tiene). Y podríamos seguir con una España surrealista de indultos, amnistía, Eres indultados, guardias civiles asesinados por los narcos, Tito Berni diputado (¡), Koldo, la nueva Cornelia, Calpurnia o Pompeya y su magisterio, Ávalos o Ábalos (nadie lo recordará cuando entre en prisión), pateras “welcome”, etc,. De la separación de poderes y el papel del Tribunal Constitucional como tercera cámara, ni hablamos.
O nos gobierna un gran estratega, acaso el mejor que haya dado esta vieja piel de toro, capaz de anticiparse a los cambios mundiales y dejarnos como el culito de un bebé para el nuevo milenio, haciendo de nuestra debilidad cainita (nacionalismos y lucha de clases), virtud, o todo lo contrario, un tacticista por horas.
Sea uno, o lo otro, ya se oye por el metro aquello de, Quosque tándem abutere, Catilina, patientia nostra?, de Cicerón. Y se introducen en la España de 2024, la misma pacificada por Augusto en el 24 a.C., dos personajes sublimes, que vienen para quedarse. Perdonen el latinajo, Pedicabo e Irrumabo (Catulo, poema XVI). Y en eso estamos, por SOCOSENA, que bien podría ser griego.
En el Estado Copperfield, SOCOSENA pretende un giro federal. Sin embargo, vamos a uno feudal. Se nos pide renunciar a la condición de ciudadanos, y volver a asumir el vínculo de vasallaje, que sucede cuando el Estado de Derecho desaparece. Si fuera esto así, daríamos un salto 200 años atrás, o un viaje a Sicilia.
“Manus ei dantes ac fidem pollicentes operamque suam contra omnes inimicos spondentes” (le dieron las manos y le prometieron fidelidad y ayuda contra todos sus enemigos).
Así era el vínculo en la Edad Media, así era este tipo de clientelismo, basado en el Homenaje (acto solemne con las manos, seguido de una declaración de voluntad, del tipo “Señor, me hago hombre vuestro”, respondida con un “Os recibo y tomo por hombre”), un acto de fidelidad, sobre las Escrituras y, finalmente, menos necesario, el beso (osculum).
Así nace el vasallo como hombre de boca y mano. Así muere el ciudadano. Pedicabo e Irrumabo.
Presidente González, enhorabuena.
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