España: la democracia Copperfield

España · Ángel Satué
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17 agosto 2024
Vivimos en la sociedad del espectáculo. Pan y circo. Comida basura y redes sociales. Es la sociedad de la estética, el nivel más bajo de regulación de la convivencia humana. Arriba, el plano ético, y más arriba, el trascendente.

Vivimos a golpe de click. A golpe de “likes”, en un subidón constante de dopamina, el gran buscador que tenemos de recompensas. Somos “yonkis”. Lo que sucede en el mundo digital, moldea nuestro cerebro, guía los pensamientos y acaba por plasmarse en voz y en acciones concretas. No existe lo virtual, es el gran engaño. Existe y solo existe la persona. También todas sus circunstancias.

Vivíamos en un estado social, democrático y de derecho (ESDD). Cierto, pero de un tiempo a esta parte, este estado que crea la Constitución Española, ha dejado de ser ESDD para, sobre todo, ser autonómico, y el hecho de haber olvidado la noción de “comunidades”, nos ha llevado a acentuar la noción de autonomía, que ha sido la alfombra roja para el estado confederal picassiano, asimétrico y “rossypalmiano”, por la vía de hecho y, con las nuevas leyes que se anticipan de financiación autonómica, de derecho. También, por esta misma vía, es plurinacional, o similar. De hecho y de derecho. Un derecho con “d” minúscula, separado de toda idea de Justicia. También este ESDD ha venido transitando hasta ser un verdadero estado Minotauro, como explica Armando Zerolo.

A parte de todo esto, es además un estado “potteriano”, de magos, donde Harry Potter estaría en permanente lucha contra el mal. Magos que imperan sobre el conjunto de la población, que son verdaderos “muggles”. Un “muggle”, recordemos, en esta saga de magia para adolescentes, es un humano normal, sin ningún tipo de poder.

Ahora, en España, en general, en Occidente, se puede decir que el pueblo ha dejado de tener el poder, y se lo ha transferido a su clase dirigente, se encuentre donde se encuentre esta; y, sobre todo, le ha dado toda su soberanía de gustos, deseos y elecciones a la neurociencia, al neuromarketing, a la inteligencia artificial y a los algoritmos (de control). Es el capitalismo de los datos, que nos esclaviza y enlata nuestros datos en paquetes, que se venden al mejor postor en los nuevos mercados (digitales) de esclavos. Volvemos a ser una sociedad esclavista, pues se basa en los esclavos, y nosotros, lo somos, y nuestros datos son los rehenes y motores de esta economía.

Si es un estado potteriano, es un estado mágico, y siguiendo este silogismo, casi como los sofistas, retorciendo el argumento más débil para prevalecer en mi postura, podría ser llamado un estado ilusionista, y funambulista.

Este estado, esta democracia, tiene la “virtud” de que juega, oculta y manosea, las características del ESDD, y lo hace normalmente sin red. Evidentemente, no se le escapa a usted que esto, pasados los años, supone una erosión del ESDD, como sucede con toda roca expuesta a la acción del agua y de los vientos.

Analizando la magia de ilusionismo de David Copperfield aplicada a la política actual, se observa como los políticos españoles, algunos con gran destreza, han asumido esta forma de actuar y de estar en el mundo.

El pequeño Nicolás fue solo un síntoma. El comisario Villarejo, otro. También los GAL, los ERE, Gürtel (nada que ver en cuanto a cantidad, todo en cuanto corrupción), Noos,…

Enredos y tejes y manejes de tramas y subtramas de intereses. Mediadores, intermediadores, lobistas, informadores, espías, políticos, altos funcionarios, la familia real.

Todos mercadeando con informaciones, mientras erosionaban el ESDD, y construían un estado potteriano, mágico, ilusionista y funambulista, llamémosle el estado o democracia Copperfiled, pues potteriano parece más infantil, y el problema es gravísimo, no porque sea de orden constitucional, que lo es, sino por su carácter de ser un problema “praeter” constitucional, más allá del Derecho, al ser un problema de moralidad, de virtudes públicas.

El ilusionismo político juega con el público, que se deja envolver en la confusión generalizada, por la polarización, los medios y redes sociales, por los sentimientos e identidades, sean wokistas o nacionalistas o contrarrevolucionarios.

El ilusionismo socaba las instituciones hasta llegar al mismo corazón de la Constitución, la Nación. En Páginas hemos analizado el fenómeno de populismo, también con Luis Miller. Muchas veces, el del nacionalismo, su hiena hermana.

Dirán algunos que la Nación moría al transferir soberanía a Bruselas, sin ver que solo hay ya dos tipos de estados en Europa, los pequeños, y los que aún no saben que lo son, en este mundo globalizado e interdependiente.

Este tipo de democracia busca un tipo de liderazgo político «tipo Copperfield», que combina características de líderes populistas con características de liderazgo fuerte propias de autocracias, pero que no llega a impugnar frontalmente, del todo, las instituciones liberales basadas en el estado de Derecho. Resulta ser peor, pues juega con el paso del tiempo, como un gato con un ovillo de lana y cuenta con la ley de la fuerza de gravedad para acabar su trabajo. También con el pan y el circo, es decir, con la comida basura, los viajes baratos, el sexo a granel, las redes sociales, la relativización de la identidad y la ausencia de referentes y de “autorictas”.

Es curioso, que este estado o democracia Copperfield se lo fie todo a las leyes de la física y de la biología humana (neuro-marketing o neuro-política). Sea, acaso, la única ley natural en la que pueda creer. Las mismas leyes naturales que construyeron el mundo y la Luna según el Génesis (Dios, a través de los Jueces, “Elohim”, esto es, las leyes físicas, que dicen los judíos).

El análisis sobre la «magia de ilusionismo» de David Copperfield aplicada a la política contemporánea, o sea, la democracia Copperfield, nos hace concluir que utiliza tácticas de distracción, manipulación de la percepción y control narrativo para consolidar el poder, minar el de otros, mientras se va creando la ilusión del operar dentro del marco institucional democrático. La pandemia fue un gran experimento social en este sentido. Y algunos políticos, se corrompieron,…aún más. Minar y minar, hasta que la galería se caiga,…sobre otros.

Mi hermana lo hacía con la miga del pan y las croquetas. De pequeña, agarraba la barra de pan o una croqueta, y se comía la miga o la masa, y cuando llegaba la hora de comer, rugían rayos y centellas del “pater familias”,…¿en el estado Copperfield existe un “pater familias”? No parece. Suena además heteropatriarcal.

Acaso, la libertad de prensa sea ese muro de contención (“press freedom”, en inglés), que si se me permite el juego de palabras y sonidos para angloparlantes, se asemeja más bien, en los tiempos que corren, a un “press freeDown” (“down, es abajo; echar hacia abajo la libertad de prensa).

¿Qué estrategias ilusionistas observo?

La de distracción y redirección, que se ha convertido en una constante, pues como los magos, el político Copperfield desvía la atención de un caso o escándalo a otro, no siempre relevantes pero igualmente distractores. El anuncio de una Conferencia de Ayuda a lo que sea, tapa una controvertida decisión del Constitucional, etc,.

La de la manipulación de la percepción, generando una imagen personal fuerte y carismática, en torno a un líder, a una biografía, a unas acciones de gobierno, tomadas como necesarias (“Todos somos contingentes menos tú, alcalde, que eres necesario”). Es frecuente que los medios favorables pongan el acento en determinados logros, o se pretenda venderlos así, mientras otros fracasos evidentes se ocultan o tratan de ocultar.

La de polarización y división, tratando de generar un clima de permanente tensión, insufrible, pero que aglutina en torno a un partido o un líder a socios, aliados o cooperadores necesarios, por no hablar de cómplices. El ellos y el nosotros, el arriba y el abajo, los de fuera y los de dentro, los de siempre y los nuevos.

La hasta ahora desconocida en España subversión de instituciones, que busca siempre aquellas lagunas jurídicas, que se colmaban con el sentido de estado, de responsabilidad, de sentido político, de gravedad romana (“gravitas”) en palabras de Mercedes López Mateo, o al menos, cuando se subvertían, se hacían con cierto disimulo y vergüenza torera. Ahora, se aplica la subversión en el ánimo de retorcer voluntades e interpretaciones, sea evitando dictámenes, recurriendo a procedimientos ultra urgentes, a forzar informes de altos cuerpos de funcionarios, en general, aludiendo a la estabilidad, a la democracia y al bien estar de todos.

Sin duda, estamos ante verdaderos desafíos para el ESDD. Estos métodos pueden erosionar gradualmente el estado de Derecho y la confianza pública en las instituciones democráticas. La percepción de que las instituciones sirven más a los intereses del liderazgo que al público, al ciudadano, socava su legitimidad.

Decía Mario Losano, gran jurista italiano, (“Los grandes sistemas jurídicos, 1982”), que “las divergencias entre el texto constitucional y sociedad ha asumido formas patológicas que ni siquiera se intenta adecuar los textos a la realidad”.

Estaríamos, según él, no ante una crisis puntual de una u otra institución, sino de la propia Constitución, de la noción de lo que es una Constitución, del mismo estado de Derecho, pues aunque siempre habría existido discrepancias entre el texto y la realidad gobernada, y es natural que sea así, cuando el Derecho va detrás de la sociedad, lo grave era, y sigue siendo, “la general indiferencia que acompaña a esta discrepancia”.

De este modo las constituciones liberales no es que sean violadas sino que no están ni siquiera en condiciones de regular ni describir la actividad estatal, no digamos la paraestatal (como muestra, el caso de los ERES amnistiados de hecho y derecho,  por el Tribunal Constitucional español).

Aunque es un síntoma de vitalidad, para Losano las modificaciones tácitas o explícitas, como seria la intervención del Tribunal Constitucional, y seria hasta un signo de vitalidad de la propia sociedad, se habrían alcanzado limites inasumibles para la pervivencia constitucional.

Acaso, la democracia Copperfield sea una ficción jurídica, una especie de Constitutio Ficta, donde todos pasamos a ser un público, si no engañado, que se deja engañar en el marco de un espectáculo no apto para mentes racionales

Para defendernos de esto, para contrarrestar un liderazgo «tipo Copperfield», que utiliza tácticas ilusionistas para consolidar poder, es crucial fortalecer el estado de Derecho y las instituciones democráticas, en mi opinión, conversando permanentemente con el vecino, en la calle, en el mercado, en la economía real, en el descansillo de la escalera para conocer la verdadera realidad y saber que no estamos solos. Una democracia conversacional. Después, la resistencia civil. Esta comienza con el pensamiento crítico y la libertad de opinión y de expresión. La transparencia y rendición de cuentas sería otra clave. Ah, se me olvidaba, y el sentido de estado, y la noción moral de lo que es bueno y malo, lo que está bien y lo que está mal, son fundamentales.

Habrán visto que no hace falta decir quien representa en España el tipo de liderazgo Copperfiled. Son ustedes más sutiles, y saben que eso no es liderazgo.


Lee también: La falta de creatividad hace a muchos políticos lanzarse a estrategias identitarias y polarizadoras


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