La coalición anti-Isis ni quiere a Rusia, ni puede prescindir de ella
Para valorar los resultados de la reunión de los veinte ministros de Exteriores de la coalición anti-Isis celebrada esta semana en París, puede ser útil describir el clima que la precedió, con una serie de declaraciones que pedían, sustancialmente una decidida revisión de los criterios con que hasta ahora se ha movido la coalición. En esta línea iban las observaciones del ministro italiano, Paolo Gentiloni, pidiendo una verificación de la estrategia de la coalición, o su homólogo francés, Laurent Fabius, invitando a una mayor y más decidida colaboración internacional contra el Isis.
Especialmente interesantes, por ser directamente parte en causa, han sido las palabras del primer ministro iraquí, el chií Haider al-Abadi, que no se limita a pedir una mayor intervención de los demás estados sino que se pregunta cómo es posible que continúe la afluencia de extranjeros a las filas del Isis, que afirma que ya constituye la mayoría de las milicias del califato. Subrayando con fuerza que el Isis no se creó en Iraq, que su gobierno está haciendo su parte, sobre todo intentando convencer a los sunitas para luchar contra el Isis, dejando a un lado el odio y el miedo a las milicias chiítas.
La pregunta planteada por Al-Abadi es correcta, porque si el deseo de revancha de muchos sunitas hacia los chiítas justifica la escasa participación en combate por parte del componente suní en el ejército y la alianza de muchas tribus con el Isis, aún menos se comprende la presencia de tan numerosos extranjeros al lado de los islamistas. Un hecho que demuestra que el Isis, visto en Occidente como una atroz banda de criminales, tiene una consideración muy diferente para muchos musulmanes, también europeos.
Resulta innegable el fracaso de la política americana. Si los republicanos deben responder de la guerra de Bush contra Saddam, los demócratas tienen que asumir su responsabilidad por el caos en que la administración Obama ha sumido a toda la región, incluida Libia. Ni los estados europeos ni la UE pueden sustraerse a valorar lo que han hecho al respecto.
La composición de la coalición también provoca ciertas perplejidades ante la presencia, por otro lado inevitable, de estados como Qatar y Turquía, el primero repetidamente acusado de financiar el extremismo islámico y yihadista, la segunda de mantener una actitud soft frente al Isis. Precisamente estos días un periódico de la oposición en Turquía ha publicado un video sobre presuntas entregas de armas a yihadistas sirios por parte de los servicios de inteligencia turcos. La acusación ha sido rechazada por el gobierno, con amenazas explícitas por parte de Erdogan al director del periódico.
De la coalición no forman parte ni Rusia ni Irán, apoyado por Moscú, y obviamente ha quedado excluida la Siria de Assad, contra la que se oponen firmemente los Estados Unidos, Turquía y Arabia Saudí. Ausencias que debilitan considerablemente la posibilidad de éxito de la coalición.
En este escenario, la reunión de París se ha limitado a confirmar la situación, definiendo como “bueno” el plan presentado por Al-Abadi para reconquistar los territorios ocupados por el Isis, y aprobando su estrategia para recuperar la confianza de los sunitas, con la promesa de reconducir bajo el control del gobierno a las milicias chiítas, que se consideran dirigidas por Teherán. Obviamente, se ha confirmado la “total determinación” a destruir el Isis, una guerra a largo plazo en palabras de Fabius.
En definitiva, no parecen resultados decisivos y tal vez la novedad más notable sea la declaración sobre Siria. Después de acusar a Assad de no hacer lo suficiente en la lucha contra el Isis, una crítica cuando menos extraña para quienes apoyan a los grupos, yihadistas o no, que lo combaten, la coalición ha aprobado la búsqueda de una solución diplomática para devolver la paz al país.
La base debería ser lo decidido en las conversaciones de hace tres años en Ginebra, con una tregua general y la constitución de un gobierno transitorio que incluya a las fuerzas de oposición y al actual régimen, posiblemente sin Assad. Un intento, por tanto, de hacer colaborar a sunitas y alauitas, que será ahora difícilmente realizable dada la consistente presencia del Isis.
Es la solución del problema sirio planteada hace unos días por el ministro ruso de Exteriores, Lavrov, confirmando una Rusia “convidado de piedra” en París.