La aventura continúa
Curiosamente, la mañana del 11 de febrero, de camino a la universidad, iba leyendo en el tren el libro "La infancia de Jesús", las páginas que hablan de la Anunciación. Me sorprendió tanto un pasaje, que lo dejé ahí, para volverlo a leer: "Es el momento de la obediencia libre, humilde y magnánima a la vez, en la que se toma la decisión más alta de la libertad humana". Posteriormente, ya en clase, me enteré de la noticia de la renuncia.
Santidad, usted me ha mostrado esta libertad en acto, al renunciar al pontificado por amor a la Iglesia, y me ha vuelto a romper los esquemas, de nuevo ha roto el pequeño mundo burgués que me había construido, y me ha abierto al mundo real, ese en el que mi sed supera todo lo que toco, esa sed que solo Dios puede calmar. Y me ha mostrado a Dios, tanto con su renuncia como en todo su pontificado. Con esta decisión, humilde y valiente, ha vuelto a señalar de nuevo al mundo, y a mí mismo, dónde mirar. Me ha vuelto a mostrar que el gesto supremo de libertad es adherirse a Aquel que me da la vida.
Su paternidad durante estos años ha sido para mí decisiva. No solo con su magisterio, sino con sus gestos, con toda su vida, me ha abierto a la aventura de la verdad, una verdad que, gracias a Dios, no poseo, sino que me posee, está en la relación con Jesucristo, relación que usted me ha hecho vivir a mí, viviéndola en primer lugar. Con su ternura al mirarme, me ha mostrado la ternura de Cristo. Aún recuerdo vivamente su preocupación por los que estábamos en la gran tormenta de Cuatro Vientos, por que la mañana siguiente hubiésemos dormido.
Me ha enseñado el rostro de Cristo, me ha abierto la razón, no como a un discípulo, sino con amor de padre. Me ha enseñado la naturaleza del cristianismo, no como una decisión ética, no como una gran idea, sino un encuentro que da a la vida un nuevo horizonte, una orientación decisiva, que tiene que ver con todo, con el estudio, el trabajo, el afecto. ¡Que explica la vida!
Ha acompañado toda mi etapa universitaria, los mejores años de mi vida, y me ha enseñado a estar siempre disponible al diálogo, a ser verdaderamente amigo de mis amigos, a ser desafiado por cada cosa que he estudiado. Me ha enseñado a estar disponible a la verdad, y por ello, a estar disponible a Cristo, que no quita nada y lo da todo, me ha enseñado a preguntarme las razones de mi fe, y a mi modo, sencillo, humilde y con millones de fallos, a testimoniarla.
En un último gesto, se retirará a un monasterio. Para seguir sirviendo a la Iglesia hasta el final de sus días por medio de la oración. Una última enseñanza para todos de un Pastor que gustosamente gasta su vida por el Reino de Dios.
¡Gracias, Santo Padre! ¡La aventura continúa!