`Hay que escapar del Estado y del mercado`, entrevista a Phillip Blond
Phillip Blond es una máquina de escupir ideas. Las adereza, además, con datos. A su vigor intelectual se une estos días una pulsión por la cafeína por los constantes vuelos derivados de su nuevo estatus de celebridad mundial. «Créame, ya me resulta hasta normal», dice riéndose en referencia al trajín que se trae de frotar hombros con presidentes, ministros y demás líderes mundiales como fundador y director del tanque de pensamiento ResPublica. Mientras hablamos, lo llaman al móvil desde Hungría: el viceprimer ministro quiere verlo.
Su paso de oscuro profesor de teología a arquitecto principal del nuevo conservadurismo de David Cameron ha ocurrido en apenas un par de años (quitando los 15 que, dice, pasó leyendo con fruición sobre política y que conformaron sus actuales argumentos). «Durante la etapa de Tony Blair me di cuenta de que los laboristas fracasaron con los problemas del país: no ayudaron a los pobres y crearon un tipo equivocado de economía», explica Blond de 45 años y de aspecto tan ecléctico como sus ideas: gordito, camisa blanca, vaqueros y botas, gafas de sol en la cabeza.
Podría ser de izquierdas o derechas. Sí deja claro que es monárquico: «Empecé a escribir en los periódicos lo que yo creía que tenía que ser el conservadurismo radical: algo que es pro-pobres y que expone lo que está mal en el actual sistema político. Pensé que había que conservar las relaciones sociales, la familia, el matrimonio, las instituciones, las tradiciones, pero dentro de un nuevo modelo político: en la izquierda están capturados por el estatalismo y en la derecha por la visión del mercado que tenían Thatcher y Reagan. Los dos han fracasado».
Blond pone pocas pegas cuando lo comparo con Anthony Giddens, el hacedor de la Tercera Vía que aupó a Blair al poder en 1997. Él ha escrito un alter ego de esa tercera vía y lo ha llamado Red Toryism (Conservadurismo Rojo). El libro salió justo antes de las elecciones de 2010. Cameron, quizá porque el epíteto de rojo le pareció excesivo, lo llamó la Gran Sociedad y lo incorporó a su programa como un conservadurismo amable, dispuesto a «devolver el poder a los ciudadanos».
¿Como la Tercera Vía de Giddens? «No, el Nuevo Laborismo no reguló el mercado, sino que lo utilizó para coger sus beneficios a través de impuestos y para subvencionar más el Estado del Bienestar». Por eso el Reino Unido post Blair ha producido una minoría de superricos.
Blond critica el estado y el mercado del modelo anglosajón (otro dato: el Reino Unido y EEUU tienen la tasa más baja de movilidad social del mundo desarrollado). Le preocupa que se copie en el Continente. Él ofrece esta alternativa: «La prosperidad popular se conseguirá cuando los ciudadanos sean capaces de controlar la sociedad y escapar del poder del Estado y del mercado. La izquierda quiere la nacionalización y la derecha la privatización. Yo defiendo la mutualización y las cooperativas. Todo el mundo se convierte en dueño de la compañía». Pone el ejemplo de los almacenes británicos John Lewis y de la región italiana de Lombardía.
Está en España este fin de semana de la mano de Encuentro Madrid. La pasada también vino y almorzó durante más de cuatro horas con José María Aznar, uno de los políticos «más inteligentes» que ha conocido. Con él comparte la crítica al sistema autonómico: «En España hay devolución sin responsabilidad. Las comunidades han de ser responsables con el dinero público que se gastan. Y la fragmentación que persigue Cataluña lleva a la irrelevancia global, a ser Luxemburgo. El nacionalismo así entendido es un desastre. España necesita una identidad popular nacional».
¿Libia? «Es ridículo pensar que se puede tener una civilización y no defenderla. Si Europa quiere ser un actor político global que promueve la democracia y la libertad, entonces tiene que combatir el mal como hace en Libia. Lo que los franceses y los ingleses están haciendo es maravilloso, valiente y correcto. Durante 30 o 40 años, los estadounidenses nos han puesto en el lado equivocado de la Historia en Oriente Próximo. Pero los europeos ya no podemos apoyar a los dictadores árabes».