Entrevista a José Antonio Garrido, presidente de Bilbao Metrópoli-30

´España necesita visión de largo plazo´

Entrevistas · P.D.
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12 febrero 2019
José Antonio Garrido es doctor ingeniero industrial y graduado por el IESE en el Programa de Alta Dirección. Ha sido consejero delegado de Iberdrola y presidente del Consejo Asesor Internacional de MAPFRE Global Risk, impulsando más de 300 proyectos de investigación con empresas, universidades y centros tecnológicos del País Vasco. Actualmente preside la Asociación para la Revitalización del Bilbao Metropolitano Bilbao Metropoli-30.

José Antonio Garrido es doctor ingeniero industrial y graduado por el IESE en el Programa de Alta Dirección. Ha sido consejero delegado de Iberdrola y presidente del Consejo Asesor Internacional de MAPFRE Global Risk, impulsando más de 300 proyectos de investigación con empresas, universidades y centros tecnológicos del País Vasco. Actualmente preside la Asociación para la Revitalización del Bilbao Metropolitano Bilbao Metropoli-30.

¿Cuáles cree que son las claves para que una sociedad occidental de este siglo sea habitable, a medida de la persona?

En la sociedad nos enfrentamos al reto de adaptarnos a esa nueva realidad que es la globalización. Y en este punto tenemos que ser conscientes de que los gobiernos y las administraciones no pueden ocupar nuestro lugar. El primer paso nos corresponde a nosotros, que somos quienes, desde nuestra responsabilidad personal, tenemos que elegir el papel que queremos jugar en un mundo que, nos guste o no, es global.

En esencia la globalización define un contexto y un concepto de mundo. Y sin lugar a dudas en este nuevo contexto la principal barrera no es ni la distancia, ni las distintas regulaciones, sino la cultura y los valores. Por eso hoy se empieza a hablar de la emergencia de una economía global constituida por mercados culturales. Estos nuevos espacios culturales van a sustituir a los mercados protegidos y regulados por la nación-estado de la era industrial. Y es en medio de estos nuevos espacios culturales donde nosotros debemos ubicarnos.

Necesitamos proyectos que adecuen nuestras virtudes tradicionales –trabajo bien hecho, esfuerzo cotidiano, asunción de riesgos, etc.– a las realidades actuales. Tenemos que cambiar la dirección de la tendencia. Hemos de recuperar la preocupación por lo trascendente, por la convivencia, por la solidaridad y por la observancia de las normas éticas más elementales.

Los nuevos proyectos deben crear ilusión, generar expectativas, prometer y facilitar información y, sobre todo, poner a su frente líderes con credibilidad profesional y humana. Estos proyectos deben basarse en compartir una visión, unos valores esenciales y unos principios de actuación en los diferentes entornos.

Una nueva forma de ciudad ha aparecido con la globalización: la ciudad global. Las ciudades globales se han convertido en un elemento central del proyecto político de los principales estados. ¿Cuál es su opinión al respecto?

El mundo queda no suficientemente descrito si nos fijamos en las fronteras de los estados. Lo importante hoy, quien verdaderamente tiene el poder, son las ciudades globales. Para medir su importancia no hay baremo mejor que las conexiones que mantienen entre ellas, su conectividad, su grado de interacción respecto al resto, lo que nos permite evaluar su poder económico. La GaWC (Globalization and World Cities Research Network) propone desde 2010 una clasificación según la conectividad, de más a menos, de las que llama ciudades globales: ciudades alfa (entre las que destacan Londres y Nueva York, además de París y Pekín y más abajo Madrid y Barcelona), ciudades beta (Munich, Lyon, Dallas, Rotterdam…), ciudades gamma (Valencia, Bilbao…) y por último ciudades con cantidad suficiente de servicios (Málaga, Córdoba, Santa Cruz de Tenerife, Montpelier…).

Algunos aseguran que las ciudades globales van a ser las líderes de este siglo en el crecimiento económico, innovación… ¿Qué opina usted?

Las ciudades globales están acumulando riquezas y recursos, están desempeñando un papel central como motores de la economía y están formando corredores urbanizados transnacionales que superan los límites de los estados, como la llamada banana azul europea, una región de 110 millones de habitantes que se articula en torno al eje Manchester-Milán. Esta ciudad global demanda talento de alta cualificación y trabajadores con bajos salarios. Su sistema operativo estará basado en el talento. Son ciudades conectadas, redes de ciudades que configuran la geografía de la globalización corporativa. Pero las ciudades en sociedad red no son estrictamente urbanas –en cada región metropolitana conviven el campo y la ciudad, áreas naturales y zonas residenciales…– y su poder se ve confrontado crecientemente con el contrapoder de los marginados.

La sociedad actual ha sufrido y sufre importantes transformaciones, ¿cómo encaja la empresa este fenómeno?

La empresa es un ente social en el que cada persona puede y deber aportar su libertad creativa, a partir de los vales de solidaridad, la responsabilidad, la tolerancia y la profesionalidad. Valores que deben articularse a través de los principios culturales sobre los que se basan las relaciones con los grupos de interés. La empresa, así concebida, se caracteriza por “crear riqueza”, con lo que: satisface a sus clientes; satisface a sus trabajadores; retribuye adecuadamente a sus accionistas; contribuye al desarrollo y crecimiento de sus proveedores, y contribuye al perfeccionamiento sostenido del entorno económico y social.

¿Cuáles son, desde su punto de vista, los aspectos principales que deberían definir a la sociedad del conocimiento?

Ciencia, tecnología, personas, acción social, acción económica y su sistema de relaciones integran la sociedad del conocimiento; incertidumbre, globalización, mundialización de costumbres y estilos de vida y nuevos significados de los conceptos tiempos y lugar constituyen aspectos determinantes de la misma.

Sus fundamentos podríamos concretarlos de la siguiente manera. La persona como agente del conocimiento y el capital humano como nueva riqueza de las naciones. La ciencia y tecnología como fuente de conocimiento interrelacionada con los sistemas educativo y económico. La emergencia de nuevos tipos de “comunidades” basadas en la “soberanía” del individuo y el juego de sus intereses, sin condicionantes geográficos o políticos y sólo limitados por distancias lingüísticas y culturales. Y, por último, el creciente impacto económico de la innovación organizativa y de la espontaneidad social, derivada del hecho de que la actividad económica es desarrollada por grupos organizados de personas, no por individuos aislados.

Gran parte de su vida profesional se ha desarrollado en el sector eléctrico. ¿Necesita España una “transición energética”?

España necesita muchas cosas, pero todas ellas tienen un denominador común: largo plazo, huir de los planteamientos de todo o nada, cambiar la tendencia… y todo desde una reflexión estratégica que debe de compartirse.

Es muy fácil hablar de Plan Estratégico sin haber previamente reflexionado. La reflexión estratégica (visión, misión, valores, principios de actuación, variables clave y objetivos) hay que compartirla, el Plan Estratégico se puede consensuar.

Dicho lo anterior, no veo, en lo que conozco, una auténtica reflexión en lo que se llama “transición energética en España”. En primer lugar, algunos confunden sector energético con sector eléctrico, lo que da lugar a confusión en torno a la definición de los grandes objetivos (visión). Por otra parte, considero muy importante que quienes participan como expertos en la reflexión sean excelentes profesionales (que en España los hay) y, sobre todo, que quien o quienes los seleccionen tengan un gran conocimiento del sector energético y del subsector eléctrico.

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