En un grito
Rob y Juan no se conocen. Pertenecen a dos mundos distintos. Los dos son occidentales, pero les separan no menos de dieciséis horas de vuelo. Rob Rhinerhart es un joven ingeniero que trabaja en California para una de las compañías de la nueva economía. Nadie sabe cuál es su empresa salvo un círculo reducido de amigos. Bien puede tratarse de Google. Juan Español milita en uno de los nuevos movimientos populistas nacidos a partir del 15-M. Desde hace algunos años participa activamente en las asambleas que se han organizado en la periferia de Madrid para luchar contra los desahucios.
Rob ha suprimido las comidas. Es un exponente claro de lo que algunos llaman 24/7: 24 horas, 7 días a la semana. La vida sin pausa. Está comprometido en un proyecto muy exigente. Por eso dese hace semanas se alimenta con tres batidos al día. Cada uno de ellos contiene los carbohidratos, las proteínas, las grasas, las vitaminas y 35 nutrientes básicos necesarios. Los tres batidos sustituyen al desayuno, la comida y la cena. No hay que pasar por la cocina, no hay que masticar, no hay que perder el tiempo “socializando”. Cuando se quiere ser productivo hay que serlo de verdad. No hay mayor satisfacción que sentirse útil, que tener éxito, por el bien de la sociedad, claro. Las nuevas tecnologías le mejoran la vida a mucha gente. Ahora las nuevas fronteras son el internet de las cosas (en 2020 habrá 40.000 millones de aparatos conectados a la red); los asistentes de voz (new on tap) y el video inmersivo que permite visitar cualquier lugar en primera persona.
Juan ha encontrado en la lucha contra los desahucios la causa que siempre ha buscado. A pesar de lo duros que han sido los últimos años está agradecido a la crisis. Los días ya no son grises, aburridos, el compromiso le ha vuelto a poner color a sus jornadas. En España hay tres, cuatro millones de viviendas vacías. Buena parte de ellas pertenecen a la banca. A esa banca que ha sido rescatada con dinero prestado por Bruselas: 40.000 millones de euros que hay que devolver. Se rescata a la banca, pero no a las personas. Y mientras, la pobre gente es expulsada de sus casas porque en su día firmó una hipoteca por encima de sus posibilidades y ahora no puede pagarla. Es satisfactorio sentirse útil combatiendo por la justicia, acompañado en la militancia.
El 24/7 de Google al que Rob dedica sus días y sus noches ha provocado la apertura de un expediente sancionador de Bruselas que puede acabar en una multa de 6.600 millones de dólares. La nueva tecnología creada para proporcionar un mercado más abierto se ha convertido en una gran máquina monopolística. Después de cinco años de investigaciones, a las autoridades europeas se les ha hecho evidente que el gran buscador te ayuda a localizar, sobre todo, sus propios servicios. El círculo cerrado: le das forma a la necesidad y ofreces la respuesta. El sueño del mundo del dinero cumplido. Menos mal que existe Europa y que tiene algo parecido a un Estado.
Los desahucios contra los que lucha Juan son evitables sin tener que resucitar viejas ideologías. Si el centro-derecha que gobierna en España hubiera tenido un poco más de flexibilidad no se hubiera dejado robar una agenda que podía haber sido suya. El Gobierno de Rajoy promulgó una ley en 2013 para regular las ejecuciones hipotecarias. Pero la justicia europea ya ha señalado en varias ocasiones que hay que modificarla porque vulnera derechos fundamentales. El Ejecutivo ha prorrogado hasta 2017 la protección a los deudores hipotecarios más pobres. Solo le ha hecho falta más visión y más contundencia. El problema social se podría haber resuelto con algo más de sensibilidad, sin dañar la recuperación económica. Bastaría con dotar de más recursos al Fondo Social de Vivienda, creado en 2013 con casas aportadas por los bancos. O hacer caso a la Defensora del Pueblo cuando ha señalado que hay 13.000 casas de protección oficial (para gente sin dinero), construidas por los gobiernos regionales, que están vacías y que deben ponerse a disposición de los más pobres.
La Europa casi desmantelada aparece en la vida de Rob y de Juan para recoger, encauzar y limitar las aspiraciones de las ideologías, para poner límites al mercado. Es la Europa que se construyó sobre el principio del realismo. Pero esa Europa, Occidente entero, ya no sabe qué hacer con la energía que le ha llevado a Rob a encerrarse en la más productiva/destructiva de las soledades y a Juan en la más consoladora/evasiva de las colectividades. Los dos están dominados por ese grito silencioso que recorre las calles de San Francisco, que domina en las aceras de Madrid. ¿Alguien lo escuchará?