Cartas desde la frontera / II

En el principio…

Cultura · IGNACIO CARBAJOSA
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10 octubre 2022
¿De verdad que los primeros capítulos del Génesis son incompatibles con la teoría de la evolución o con la teoría del origen del universo o Big Bang? Toda obra escrita se presenta con un cierto género literario y exige al lector situarse en ese marco para entenderla de forma adecuada.

Querido Pascual,

La semana pasada te dije que empezaríamos por “el principio”. En realidad, es lo primero que uno se encuentra cuando abre la Biblia: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1,1). Si quisieras empezar por la segunda parte de la Biblia, es decir, por el Nuevo Testamento, te encontrarías con el mismo inicio. El evangelista Juan quiso empezar su obra parafraseando la apertura de Génesis: “En el principio era la palabra” (Juan 1,1). En realidad, los dos inicios dicen lo mismo, sobre todo si traducimos al pie de la letra las palabras de Génesis: “En el principio del crear Dios los cielos y la tierra, la tierra estaba informe y vacía; la tiniebla cubría la superficie del abismo, y el espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas, dijo Dios: «Exista la luz» (…)”. Así traducido, la primera acción de Dios es la palabra, una palabra creadora. Justo lo que dice Juan: “en el principio era la palabra (…) por medio de ella se hizo todo”. La gran novedad que nos anuncia Juan es que esa palabra se ha hecho carne y ha puesto su tienda entre nosotros (Juan 1,14)… “y yo me he topado con ella” podrías añadir tú, haciendo memoria de aquel primer día que marcó tu historia. Pero volvamos al inicio.

Si un día se te ocurriera interrumpir a tu profesor de biología, mientras explica la teoría de la evolución, y en pie declamaras los dos primeros capítulos del Génesis (la historia de la creación), se crearía, no me cabe duda, un silencio embarazoso entre tus compañeros de Biotecnología. Supongo que tu profesor te miraría con una mezcla de asombro y perplejidad, o tal vez te regalara una de sus sonrisas lacónicas en la que podrías leer: “¡¿Cómo es posible tanta ingenuidad?!”. Esta escena dice de un equívoco que ha creado muchísimos problemas en el último siglo y medio y que todavía pervive entre nosotros.

Tal vez tengas en la cabeza la película de Stanley Kramer, “La herencia del viento”, protagonizada por un espléndido Spencer Tracy en el papel de un abogado que defiende a un profesor acusado de minar la fe en la Biblia de sus alumnos. El profesor no daba clase de religión: explicaba las teorías de Darwin en clase de Ciencias Naturales. En 1925 el Estado de Tennessee lo llevó a juicio por ir contra una ley que prohibía negar lo que dicen los primeros capítulos del Génesis. El fundamentalismo americano de fines del siglo XIX y principios del XX libró muchas batallas en defensa de una lectura literal de la Biblia… que no han ayudado mucho a este libro.

Pero, ¿de verdad que los primeros capítulos del Génesis son incompatibles con la teoría de la evolución o con la teoría del origen del universo o Big Bang? Volviendo a los ejemplos del cine, yo respondería: tanto como la ley de la gravedad es incompatible con la película “Mary Poppins”. Me explico. Nadie denuncia a Walt Disney porque enseña cosas contrarias a la realidad, como que las institutrices vuelan con la ayuda de un paraguas. ¿Por qué? Porque Mary Poppins es una película para niños (¡aunque la disfrutamos los adultos!): ese es su “género literario”.

Del mismo modo, toda obra escrita se presenta con un cierto género literario y exige al lector situarse en ese marco para entenderla de forma adecuada. Si tú abres un libro que comienza con la frase: “Érase una vez, hace mucho tiempo, en un país lejano…”, después puedes leer cosas como “un hada madrina”, “el gato le respondió”, “llegó con su caballo alado” o “descendió por la chimenea”, sin que te cree el más mínimo problema. Ahora bien, si en un periódico del día (o en el telediario) lees: “Madrid, 11 de octubre, Europa Press; fuentes cercanas a la Moncloa aseguran haber visto un elefante volando (…)”, te quedarás helado, tal vez verificando que la fecha del periódico sea la de hoy y no la del 28 de diciembre… día en el que se permiten otros géneros dentro de un diario. En el primer caso estamos ante el género literario “cuento infantil” o “fábula”. En el segundo estamos delante de una “noticia” de periódico.

En el libro de Génesis existe una drástica división entre los once primeros capítulos (la creación, Adán y Eva, Noé y el diluvio, la torre de Babel…) y lo que sigue a continuación, que comienza con la llamada a Abrahán en el capítulo 12. Solo a partir de este último capítulo la Biblia tiene la pretensión de hablar de algo que tiene que ver con la historia, es más, por vez primera se sitúa una narración en el espacio (Ur de los Caldeos, Jarán, Canaán, Egipto) y en el tiempo (Egipto faraónico, primera mitad del segundo milenio a.C.). Por el contrario, en los once primeros capítulos no existe interés alguno por contar una historia situada espacio-temporalmente. Estos capítulos pertenecen al género narraciones etiológicas, es decir, creaciones literarias a través de las cuales se explica el origen de los fenómenos que ven nuestros ojos o que pertenecen a la experiencia de todos: el cielo, la tierra, el sol y la luna, el arcoíris, la relación hombre-mujer, la misteriosa tendencia al mal, la división en lenguas, etc.

Este último género podría ser llamado también mito, es decir, creación fantasiosa que explica el origen de un fenómeno universal, siempre y cuando le quitáramos a esta palabra la carga negativa que tiene en nuestra cultura: explicación falsa, ingenua o pre-científica. Por otro lado, el mito bíblico, si queremos llamarlo así, es del todo particular: a través de relatos fantásticos se nos comunican claves de comprensión de la realidad que Israel ha conocido en la historia a través de la revelación, es decir, de la especial comunicación de sí mismo que Dios ha hecho a este pueblo. ¿Cuáles son esas claves de comprensión de la realidad (que se pueden decir verdaderas, es más, inspiradas)? Lo veremos la próxima semana, al menos respecto a los relatos de creación (Génesis 1-2).

Estoy disfrutando con mi estudio romano. Me siento un privilegiado caminando todas las mañanas desde plaza san Pedro hasta la biblioteca del Pontificio Instituto Bíblico, cerca de Fontana de Trevi. Cruzar el Tíber junto a Castel Sant’Angelo, atravesar Piazza Navona, pasar junto al antiguo Collegio Romano… ¡es una experiencia única!

 

Un abrazo… ¡y saluda a tu profesor de biología!

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