El voltaje del Sínodo

Mundo · José Luis Restán
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11 mayo 2015
“Vosotros, maridos que estáis aquí presentes, ¿amáis a vuestra esposa como Cristo ama a la Iglesia? Esto no es broma, son cosas serias”. Así se ha expresado Francisco en su última catequesis de la serie sobre el matrimonio. La radicalidad que refleja la imagen paulina hubo de ser una especie de revolución cultural en el mundo antiguo pero, como advierte el Papa, también en la propia comunidad cristiana, de modo que esta semilla fue madurando lentamente en la historia, hasta llegar a arraigar.

“Vosotros, maridos que estáis aquí presentes, ¿amáis a vuestra esposa como Cristo ama a la Iglesia? Esto no es broma, son cosas serias”. Así se ha expresado Francisco en su última catequesis de la serie sobre el matrimonio. La radicalidad que refleja la imagen paulina hubo de ser una especie de revolución cultural en el mundo antiguo pero, como advierte el Papa, también en la propia comunidad cristiana, de modo que esta semilla fue madurando lentamente en la historia, hasta llegar a arraigar.

Todas las palabras de Francisco sobre el matrimonio y la familia (y son muchas a lo largo de estos meses) tienen un peso especial en la perspectiva del próximo Sínodo sobre la familia. El pasado miércoles Francisco formulaba una nueva imagen, ciertamente vertiginosa: “la Iglesia misma está plenamente implicada en la historia de cada matrimonio cristiano, se edifica con sus logros y sufre con sus fracasos”. Y se preguntaba: “¿aceptamos hasta las últimas consecuencias, nosotros mismos, como creyentes y como pastores también, este vínculo indisoluble de la historia de Cristo y de la Iglesia con la historia del matrimonio y de la familia humana?”.

Al tiempo que el Papa desgrana su magisterio sobre esta cuestión, que él entiende decisiva, aumentan los decibelios de un debate previo y paralelo al Sínodo. A ello han contribuido especialmente los documentos enviados a Roma por las conferencias episcopales de Alemania y Suiza con vistas a la próxima asamblea sinodal. Lo que sorprende en dichos textos no es tanto la radiografía que emerge de la encuesta a los fieles sobre las cuestiones relativas al matrimonio y la familia, así como sobre la comprensión y aceptación del magisterio eclesial al respecto. Dichas encuestas no deberían ser magnificadas en cuanto a su precisión, pero en cualquier caso revelan algo ya sabido y aireado: que una importante porción del cuerpo eclesial, especialmente en algunos países muy secularizados de Centroeuropa, vive muy distante de la propuesta católica sobre sexualidad y matrimonio. Lo que realmente ha sorprendido es que ambas Conferencias episcopales den por buena y asentada una praxis pastoral que intenta responder a estos problemas en clara ruptura con la disciplina de la Iglesia universal. Y que lo hagan cuando el debate sinodal dista mucho de haber llegado a una conclusión, más aún cuando falta el pronunciamiento del Sucesor de Pedro que, como el propio Francisco señaló de manera contundente al final del Sínodo Extraordinario del pasado septiembre, es el único que da garantía y seguridad de que la Iglesia avanza por el camino justo.

Semanas antes de conocerse estos textos, el presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, cardenal Marx, levantó una seria polvareda al afirmar de forma un tanto destemplada que “no somos una filial de Roma, cada conferencia episcopal es responsable del cuidado pastoral en el propio contexto cultural y debe predicar el Evangelio en el propio modo original. No podemos esperar que un Sínodo nos diga cómo debemos modelar aquí el cuidado pastoral del matrimonio y de la familia´. Claro que tan sonora proclama encontró una respuesta no menos contundente en palabras de otro purpurado germano, el Prefecto de la Fe, cardenal Müller, quien recordó a su hermano que “las conferencias episcopales tienen autoridad sobre algunas cuestiones, pero en modo alguno son depositarias de un magisterio paralelo al Magisterio, sin el Papa y sin comunión con la totalidad de los obispos”. Negar el alto voltaje de este intercambio de palabras sería inútil.

Una voz bien autorizada es también la del cardenal-arzobispo de Budapest, Peter Erdö, llamado por el Papa Francisco a ser el Relator del Sínodo, quien ha dejado ver que algunas previsiones y pretensiones (alentadas por algunos medios, pero también por algunos ámbitos pastorales) sobre el Sínodo son profundamente erradas, ya que no pueden esperarse cambios doctrinales. Por cierto, algo muy similar respondió el propio Francisco a la periodista mexicana Valentina Alazraki, cuando calificó de “desmesuradas” algunas expectativas sobre el Sínodo. Expectativas que, en gran medida, son prefabricadas.

Pero el cardenal Erdö ha lanzado un dardo muy afilado al hilo de estos debates, cuando ha afirmado que “ejercer una presión sin legitimidad teológica solo servirá, con seguridad, para provocar una ulterior división en la Iglesia”. Erdö ha invitado, por el contrario, a “razonar con amor, con sensibilidad y siendo responsables de la unidad de la Iglesia”. Nadie niega el calado de problemas como el de los católicos que se han divorciado y vuelto a casar civilmente, problemas que constituyen un gran dolor, que son como una espina en la carne de la Iglesia, y para los que el propio Benedicto XVI reconoció que no existen recetas fáciles. Por eso el cardenal Erdö ha afirmado que “se deben afrontar con precisión, con un gran sentido de fidelidad a la Tradición y una gran sensibilidad respecto a las posibilidades que existen dentro de la herencia teológica e institucional de la bimilenaria historia de la Iglesia”. Y el Relator del Sínodo concluía recordando que, para los cristianos, “la persona de Jesús de Nazaret es nuestro Maestro y nuestro Señor, y que son su enseñanza y su obra las que deben dar luz a los pasos concretos de la Iglesia”.

Por todo esto resulta curioso, o más bien atrevido, que algunos analistas identifiquen los textos enviados desde Berlín con una hipotética hoja de ruta de reformas de Francisco, en materia de matrimonio y familia. Hoja de ruta, por cierto, cuya existencia ha desmentido el propio pontífice. Para quienes deseen conocer lo que el Papa lleva en el corazón sobre estos asuntos, y lo que sin duda llevará también al próximo Sínodo, yo recomiendo la lectura reposada de sus catequesis de los miércoles. De la última extraigo estas palabras: “La ruta está marcada para siempre, es la ruta del amor: se ama como ama Dios, para siempre. Cristo no cesa de cuidar a la Iglesia: la ama siempre, la cuida siempre, como a sí mismo… Tiene razón san Pablo: esto es precisamente un gran misterio. Hombres y mujeres, lo suficientemente valientes para llevar este tesoro en las vasijas de barro de nuestra humanidad, son un recurso esencial para la Iglesia, también para todo el mundo”. Esto también es, y sobre todo, alto voltaje.

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