El valor de la vida es una cuestión de razón
Efectivamente, reconocer el valor de la vida es un problema de razón. Comprender qué es la libertad y cuál es la verdadera felicidad para una mujer y, en general, para cualquier persona concreta es un problema de razón. Pero no de razonamientos abstractos, sino de una razón que busca incansablemente el sentido de la vida, una respuesta total que dé valor al trabajo, a la fatiga cotidiana, al dolor y también a la alegría. Una razón que no se erige en medida de la realidad, sino que se abre de par en par para reconocer y valorar todos los factores, incluso aquellos que aparecen como misteriosos o que la lanzan siempre más allá.
Es cierto que tanto la aprobación de dicha ley hace poco más de un año como la controversia promovida ante la Suprema Corte han sacudido un poco la conciencia adormecida de nuestra sociedad. Sin embargo, también han puesto de manifiesto que, aun cuando la mayoría en nuestro país todavía profesa una cierta religiosidad cristiana, se está abriendo una brecha cada vez mayor entre la fe y la razón, entre la fe y las preocupaciones fundamentales de la vida, como ha sucedido ya en otros países. Por esto, Dios es percibido cada vez más como algo abstracto o lejano, y no como una Presencia buena que experimento dentro de las circunstancias concretas de la vida y que es capaz de renovar y dar sentido a todo lo humano.
A los cristianos esta situación dramática nos reclama ante todo a profundizar la fe, las razones por las que vivimos y a confrontarlas constantemente con todo lo que sucede y lo que nos interesa. Al mismo tiempo, a pesar de que la decisión de la Suprema Corte abre la posibilidad de reformas similares en otros Estados, es necesario darse cuenta de que la ley no es la última palabra. El bien de nuestra sociedad nos invita a todos los que compartimos este amor por la vida y por la persona, seamos creyentes o no, a ser protagonistas, a responder con hechos, a mostrar con experiencias positivas que el abrazo sin límites a la mujer y a toda vida humana, aun en situaciones adversas como la enfermedad, la vejez, el abandono y la pobreza, no sólo es posible sino también es más humano.
Laura Juárez es profesora de Economía e investigadora en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM)