El ridículo de Stephen Hawking
A estas alturas está claro que estamos poniendo ejemplos disparatados de especialistas que se pronuncian sobre cuestiones que no son de su incumbencia. Su opinión tendría el valor que tiene la opinión de alguien que busca seriamente la verdad a condición de que usara la ciencia necesaria para abordar las diferentes cuestiones.
Que el cardenal no hiciera física con la teología, que el pintor no hiciera medicina con la pintura y que el cosmólogo no hiciera crítica literaria con la cosmología. Otra cosa sería ridícula. Esa pretensión ridícula es la que tiene Stephen Hawking cuando afirma en un nuevo libro que la física moderna excluye la posibilidad de que Dios crease el universo. Es la vieja pretensión de la ciencia de decirnos qué tenemos que pensar y sentir sobre la experiencia humana.