El problema de la deuda pública italiana
Y es que desde el año 1992, en que por primera vez se superó la cifra del 100% del PIB (concretamente, se llegó al 104.69%), solo ha habido un año, 2007 (con Romano Prodi como Primer Ministro), en que se ha bajado de esa cantidad (el año concluyó con un 99.70%). A partir de ahí, esta se ha incrementado vertiginosamente, lo que encuentra en relación directa tanto con la crisis iniciada en 2008 en el mundo capitalista como con la ausencia de reformas del gasto público por parte de los diferentes gobiernos italianos. Así, las cifras han sido: 102.30% (2008), 112.50% (2009), 115.30% (2010), 116.40% (2011), 123.20% (2012), 128.80% (2013), 132.30% (2014) y 135.20% (2015). De tal manera que en este momento cada italiano debe más de 35.000 euros de media al erario público.
Ello está teniendo su reflejo directo en la prima de riesgo. Italia arrancó el año con la prima de riesgo por debajo de los 100 puntos, pero el 7 de enero se puso ya por encima de esta cifra y ahora ya está en 152 puntos: eso sí, aún a 400 de distancia de lo que se alcanzó en tiempos de Mario Monti (donde se estuvo en torno a los 550 puntos básicos), pero, en todo caso parece claro que la tendencia no es buena. Tampoco consigue bajar el desempleo, a pesar de la reforma laboral de la Navidad de 2014.
El problema en todo ello es que Renzi en su momento forzó su nombramiento como Primer Ministro porque el país no crecía: a punto de hacer dos años al frente del Gobierno, solo puede presentar un raquítico crecimiento de cuatro décimas, ya que, si bien 2015 finalizó con un +0.8%, el año anterior (2014) lo hizo con -0.4%. Y las previsiones apuntan a que, en principio, ni en 2016 ni en 2017 se pasará del punto y medio de crecimiento, y todo ello a expensas de lo que pueda suceder con la grave crisis que se cierne sobre China, un país al que Italia exporta numerosos productos.
La realidad es que, con los presupuestos presentados y aprobados para 2016, o el consumo interno impulsa el crecimiento, o la marcha de la economía se puede convertir en el talón de Aquiles de la gestión del Gobierno italiano. Esperemos a ver cómo se desarrollan los acontecimientos pero de momento las señales no parecen las mejores.