´El poder de codecisión del Parlamento europeo es propio de un sistema federal´

Entrevistas · Ángel Satué
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30 enero 2020
Páginas Digital analiza a fondo la situación de la Unión Europea con Domènec Ruiz Devesa, eurodiputado por el PSOE en el Parlamento europeo, del Grupo de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas en el Parlamento Europeo.

Páginas Digital analiza a fondo la situación de la Unión Europea con Domènec Ruiz Devesa, eurodiputado por el PSOE en el Parlamento europeo, del Grupo de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas en el Parlamento Europeo.

Es usted europarlamentario por el PSOE, uno de los partidos más europeístas de la Eurocámara. Ha sido asesor de Jáuregui y del ministro Josep Borrell, que fue además presidente del Parlamento europeo (PE) y actualmente es el Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad. Ahora es político activo tras tomar posesión de su acta como eurodiputado, ¿qué cambia en su día a día?

No es la misma labor, efectivamente, la de asesorar que la de representar. He estado trabajando desde 2011 en gabinetes con Jáuregui, después en el Parlamento Europeo (PE), con la delegación socialista española en el mismo y hasta hace poco en el gabinete del ministro Borrell. Supone una gran diferencia desde el punto de vista de la responsabilidad. Como asesor, uno tiene la oportunidad de defender un proyecto político, pero al final como parlamentario, senador, diputado, obviamente eres tú ahora la persona que recibe el apoyo de los ciudadanos. Es la principal diferencia, la responsabilidad y la toma de decisiones.

Dadas las actuales competencias del PE que le otorgan los tratados comunitarios, en su faceta de colegislador, si bien sin el derecho de iniciativa que descansa en la Comisión europea, ¿cuál diría que es el impacto real en la vida de los europeos que produce la actividad del parlamento europeo?

Hay que empezar diciendo que el PE tiene una perspectiva dinámica, no estática. Me explico. Hay que mirar de dónde viene. De ser una asamblea de parlamentarios nacionales, en los años 50, con pocos poderes, ninguno legislativo, salvo aprobar el presupuesto, a ya en el 69 que se elija por el pueblo, directamente. Después, con Maastricht y Lisboa alcanza un poder de codecisión con el Consejo europeo, prácticamente en todas las materias. Un poder de codecisión, quiero acentuar, propio de un sistema federal. Una cámara de los ciudadanos que codecide con una cámara de los estados. A partir de ahí, por supuesto que quedan materias como tributos, como es política exterior, fuera de su esfera directa, pero la actividad del PE tiene efectos sobrados sobre los ciudadanos de los países que conforman la Unión Europea.

¿Por ejemplo?

Por ejemplo, normas para acabar con el plástico, que tanto afecta a la vida cotidiana y al medioambiente, nuestros mares; es tópico, pero la supresión del roaming es una decisión del PE y del Consejo, pero sin el impulso del PE no hubiera salido; que Netflix tenga que incluir al menos un 30% de contenidos europeos en su catálogo; la política de tratados comerciales, puesto que cualquier tratado de la UE requiere la aprobación del PE; la política agraria común, tan relevante para el campo europeo, y en particular para el campo español, donde el PE tiene plena competencia codecisoria.

Joseph H. H. Weiler (Johannesburgo, Sudáfrica, 1951) constitucionalista y en la actualidad profesor de la New York University y del Colegio de Europa, a modo de crítica constructiva sobre la Unión Europea, habla de un defecto de diseño de la UE, refiriéndose al déficit democrático, esto es, a la elección de los miembros de la Comisión europea por los propios gobiernos de los países que conforman la Unión con escasa participación del PE. En el futuro, ¿podría reforzarse el papel del PE en cuestiones como la capacidad de elegir los gobiernos de la UE?

El déficit democrático hay que relativizarlo. Europa puede ser más democrática de lo que es, pero antes de hablar de un déficit democrático, hablaría de un déficit de conocimiento. El reto desde el punto de institucional de Europa es lograr que la ciudadanía entienda un poco más cómo funciona la UE. Nos haría falta posiblemente una educación para la ciudadanía europea, que casi ningún estado miembro tiene, acciones de comunicación de la Comisión europea –por ahora, muy limitadas–, y entonces se podría partir de la base de que la UE tiene el reparto de competencias que tiene, y son las que los estados le han otorgado.

Por tanto, el que no tenga una competencia en materia tributaria, o que sea necesaria la unanimidad en el Consejo y no tenga una política tributaria fuerte, es responsabilidad de los estados, no de la UE. No la hace menos democrática, aunque desde luego es menos eficiente, si bien desde un sentido muy estricto es menos democrático tomar decisiones por unanimidad que por mayoría, pero no es esa la cuestión relevante. Se trata de si estamos de acuerdo con el actual reparto de competencias y atribuciones. Con la inmigración sucede lo mismo. La ciudadanía demanda acciones precisas, claras, a la UE, pero no puede hacer nada la UE porque las competencias de extranjería son nacionales. No tiene la competencia de aprobar los visados de entrada. Por tanto, sobre si puede ser Europa más democrática, eficiente, ágil, efectiva, la respuesta es que sí.

Y ¿qué método o sistema sería necesario?

Sin duda alguna, la UE requiere una federalización plena de las instituciones y esto se concreta, por un lado, en que se aboliera para el Consejo la regla de la unanimidad, por ejemplo, en política exterior es muy sangrante que aún persista esta regla, que en la práctica es el derecho de veto de un solo país sobre el resto de los 27; por otro lado, se requeriría una federalización en tributos, en fijación de recursos propios y presupuesto multianual, materias que en la actualidad son chaquetas de fuerza en una institución clave como es el PE. Y habría que extender los poderes de codecisión del PE. Con estas tres medidas podría hablarse de una federación en sentido más pleno.

El otro elemento sobre Weiler, lo del déficit democrático, bueno, el PE elige al presidente de la Comisión, y ahí hay principio democrático y de responsabilidad, y subsiste que los estados eligen a los comisarios, uno por país, no necesariamente del color político del PE. Pero el Tratado de Lisboa podría aplicarse y reducirse el número de comisarios, y sería posible avanzar en esa dirección que apunta Weiler.

Decía hace poco el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez (Madrid, 1972), en un artículo sobre Europa, que entre la inmigración y los refugiados hay una gran confusión. Exige la responsabilidad y exige la solidaridad, ambas. Desde este punto de vista y viendo cómo las ideologías y partidos iliberales, algunos de extrema derecha, otros populistas, en ocasiones, xenófobos, utilizan el reclamo de la inmigración, la seguridad, los empleos que dicen se pierden, ¿cómo maridar esta solidaridad nacida de los valores de los europeos con una regulación óptima de este tipo de cuestiones?

Respecto a la inmigración hay que partir de la diferencia entre refugiado (persona que sufre persecución en su país y tiene derecho al asilo) e inmigrante (persona que busca un futuro mejor). Pero no podemos desentendernos del segundo, que tiene también derechos reconocidos, y solo proteger al primero. Si es rescatado en el mar, tiene derechos humanos que deben ser salvaguardados, a diferencia de lo que proclamaba Salvini.

¿Cómo gestionaría este fenómeno?

Hay que partir de que la inmigración es un reto y una oportunidad para Europa, con un continente como el africano de 2.500 millones y una Europa, en claro declive demográfico, más o menos de 500 millones de personas. Es una gran brecha demográfica que hace imposible una estabilidad de los flujos migratorios. Al mismo tiempo, si no queremos ser un continente envejecido, ni menos dinámico y menos diverso, la inmigración es una oportunidad y no debe parecer un fenómeno fuera de control, de lo que se aprovechan los nacionalistas y populistas. Hay que gestionar en beneficio de todos, de los países de tránsito, de origen y de llegada. Que no parezca que está fuera de control, que es de lo que se aprovechan los nacionalpopulismos e inquieta a la población. ¿Qué hacer? Pues hay que tener una política europea de inmigración y asilo más efectiva, medios homogéneos en gestión de llegadas, un sistema de acogida común que, si en una determinada frontera exterior se recibe un flujo alto, se gestionen de manera solidaria entre el resto de estados, disminuir incentivos a la inmigración irregular y una política eficaz de retornos, que requiere acuerdos con países de origen, como se hizo aquí en Senegal con la crisis de los cayucos… De este modo, evitando hacer demagogia, centrándonos en las personas, luchando contra las mafias, todo esto reduce los incentivos a la inmigración irregular.

Europa ha reducido las posibilidades de llegar aquí de una manera legal. Esto aumenta los incentivos a la irregular. Lo dice Gerald Knaus (Bramberg am Wildkogel, Austria, 1971), sociólogo y cofundador de la Iniciativa Europea de Estabilidad, que apoya las tesis de Merkel sobre inmigración, estima que las vías legales se han reducido en dos tercios desde 2008. Es decir, ahora mismo, las posibilidades de llegar legalmente a Europa son un tercio de las que había hace diez años. Entonces, con pocas vías legales y una política de retornos ineficaz, tenemos una gran avenida para la inmigración descontrolada. En cuanto a métodos sobre la gestión de los refugiados, qué duda cabe que si en poco tiempo podemos evaluar si se tiene derecho al asilo o no, para activar los retornos a los países de origen, también mejoraría la gestión de la cuestión.

En todo caso estamos hablando siempre de personas, y detrás de todo viaje hacia Europa existen unas motivaciones personales tremendamente importantes para sus protagonistas. Tenemos que buscar el equilibrio y comprender que estamos ante materias que afectan a la humanidad en su conjunto. Es la voz que lleva el grupo socialista y socialdemócrata al PE. En el futuro, en la nueva sociedad global, la gestión de refugiados e inmigrantes, pero también de trabajadores y turistas, el retorno de pensionistas, exigirán mayor coordinación internacional y, en la UE, la federalización de competencias.

Por tanto, soluciones nacionales ante problemas globales de esta naturaleza, como la inmigración, no parecen muy convenientes…

No me gusta llamarle problema. Es un reto y no es un eufemismo. Por ejemplo, la limpieza urbana es un problema. La inmigración tiene costes y beneficios, pero bien gestionada los beneficios son mayores. Hay que verlo como un reto transnacional que requiere una gestión europea. Lo que decía del equilibrio. Europa hay que verla como un proveedor de bienes públicos, regionales o nacionales. O transnacionales, como la luchas contra la crisis climática, que supera la dimensión europea. Pero seremos más eficaces a nivel europeo que solo a nivel nacional.

Cuando en la UE comienza a percibirse el miedo de los europeos nativistas (nacidos en Europa) a los extranjeros y hay partidos que se aprovechan de este miedo, y comienza a existir una barrera entre las voces que llaman a ayudarles, a conocerles mejor, a convivir con ellos en ciudades y sociedades abiertas, y las contrarias, ¿qué puede estar ocurriendo en el europeo que busca refugios ante pretendidas amenazas cuando, como explica, pueden verse como verdaderas oportunidades? ¿La crisis económica puede tener que ver?

La crisis económica, sin duda, afecta siempre. Históricamente ha sido así. Nos enfrentamos con dos situaciones que alimentan los populismos nacionales. Sin la crisis de 2008 es difícil que el nacional populismo hubiera cogido tanta fuerza. Y, además, cuando hay una situación de quiebra, en términos marxistas, porque Marx dejó dicho algunas cosas interesantes, otras que no nos gustan, como la dictadura del proletariado, pero hablaba de la estructura y de la superestructura. Cuando quiebra la estructura económica, la superestructura política también quiebra.

Y claramente las mutaciones del sistema político español de los últimos diez años tampoco se entenderían sin la crisis económica. Sin las hipotecas de alto riesgo en los EE.UU. en el verano de 2007 no habría habido 15M, Podemos ni Ciudadanos. La quiebra del sistema económico trae consecuencias en el sistema político. Hay partidos que mezclan inseguridad económica con la identidad y en esa dinámica de dar respuestas fáciles a problemas complejos identifican algunos enemigos del pueblo, las elites financieras, la casta o los inmigrantes, estos pasan a tener culpa, son responsables de los males del pueblo. Esto se ajusta bastante a lo visto en Italia, una economía estancada desde que entró en el euro. A nadie le debe sorprender que los partidos más anti euro sean los dos más votados en Italia, la Liga y el Movimiento 5 Estrellas, y esto se complementa con la crítica al euro e instituciones europeas y con el rechazo a la inmigración. Si hay desempleo, ¿por qué hay que ayudar al que viene de fuera?

La solidaridad se resiente…

Se quiere restringir la solidaridad al que aún no pertenece a la comunidad de ciudadanos.

¿Pasará factura dentro de la comunidad?

Los partidos democráticos hemos permitido que los nacional populistas se adueñen de la retórica y del discurso público. Sobre todo, en el tema migratorio, que es un asunto, importante, pero uno. Ha habido cierto acomplejamiento de los que creemos en sociedades abiertas a hacer un discurso no angelical, a diferencia del que se hace desde sectores muy a la izquierda, como si todo fuera bueno. Lo cierto es que tampoco se puede estar a la defensiva, sino que habría que poner de relieve las necesidades productivas, demográficas, lo que aporta en diversidad a la sociedad, dando por hecho que la diversidad es un valor bueno, junto con elementos que requieren de una gestión más ordenada. No se trata de fronteras abiertas, pero sí debe haber cálculos, ratios, normas, disponibilidades de los sectores económicos, ordenar el proceso, y aceptar que la inmigración genera dificultades cuando se concreta en el ámbito local, en determinados barrios, pero igualmente genera grandes oportunidades para la UE. No hay que acomplejarse ante discursos del odio, racistas y xenófobos solo basados en articular el miedo al diferente, de hecho hay que combatirlos, puesto que además no se basan en algo objetivo, en un análisis racional de la realidad.

Como dice Weiler, la Santísima Trinidad democrática de democracia, estado de derecho y derechos humanos, se contrapone a la Santísima Trinidad de patria, identidad y una visión ideológica del cristianismo, ¿cómo pueden convivir ambas visiones? Si uno empieza a conocer y concebir al otro como vecino, pasa a verle de otra manera, ¿no cree?

En el discurso del nacional populismo hay poco cristianismo. Y llama la atención que Orban (presidente de Hungría) se erija en el defensor de la Europa cristiana cuando lo último que hubiera hecho Jesús, en mi humilde interpretación, y sin ser experto en las Sagradas Escrituras, es construir un muro para evitar al necesitado. De ahí la polémica pública entre Salvini y Su Santidad el Papa, como recogía El País recientemente. Dicho esto, los nacional populistas han tenidos éxitos en países importantes, en Italia, en Francia (Le Pen, que ha vuelto a ganar, aunque por menos que hace años), y en Inglaterra, aunque siendo ultraderecha, Farage se centra más en el Brexit. Lo bueno es que el PE es una gran cámara de compensación de modo que lo que va mal en unos países se compensa con lo que va bien en otros. El caso de España, Portugal y otros países. Tan es así que los nacional populistas solo han progresado del 20 al 22% en el número de escaños en el PE. Cuando las expectativas eran del 30%, cifra que podría llegar a bloquear el PE.

El famoso artículo 7 del Tratado, que podría llegar a ser bloqueado por los nacional populistas, artículo que recoge la posibilidad de sancionar a un Estado miembro por violar valores básicos de la Unión Europea como los derechos humanos o el imperio de la ley y puede implicar la pérdida de los derechos de voto en el Consejo Europeo…

Efectivamente, así es. Los medios han seguido alimentando esta posibilidad. Tal vez, se ha exagerado la amenaza y en todo caso, con un 22% no habrá que hacer maridaje con nadie, las fuerzas europeístas, las cuatro, tienen una mayoría más que de sobra. Cambia que antes era necesario el acuerdo entre socialistas y democristianos, y ahora por lo menos hay que contar con los liberales para una mayoría absoluta, y no vendría mal incorporar a los verdes, muy pro europeos. Se ha exagerado la amenaza. No tendrán influencia alguna.

Sobre los verdes, en las cuestiones medioambientales, como dice Guy Sorman (París, 1944), pensador francés, sin embargo, muestran signos de cierta intransigencia, intolerancia verde.

No soy miembro de los verdes, pero no creo que lleguen a ese extremo. Tendría una opinión más bien contraria. En lo que tiene que ver con el cambio climático no hay apenas partidos de los grandes que no lo asuman como parte de su programa. Hay diferencias, como el ritmo de la transición ecológica, más pausada para los democristianos, pero nadie se apunta al negacionismo, al modo de Trump.

En cambio, Luc Ferry (Colombes, 1951), filósofo, dice que el pensamiento verde es el único capaz de unir a las generaciones, y la única nueva ideología que nace en nuestra época, parece que pueden quedarse en el panorama político.

No soy capaz de predecir de las fortunas electorales de los verdes en el futuro. No tiene por qué ser así, pero el discurso ecologista ha ganado en términos de hegemonía cultural porque se ha adoptado por el conjunto de la sociedad. Pasó ya con la socialdemocracia, pues el estado de bienestar es patrimonio de todos los europeos. No solo de los socialdemócratas. Nadie se presentaría en España para desmantelar el estado del bienestar. Otra cosa es que haya intentos de reducir algunas prestaciones, privatizar algunos servicios, más encubiertamente que declaradamente, pero son aspectos ya consolidados. En el futuro está por ver que el auge de los verdes se corresponda con victorias electorales. Lo realmente difícil es la respuesta a la amenaza climática, que es global. Por ejemplo, podemos estar todos de acuerdo en la crisis climática, pero para que en 2050 seamos una zona descarbonizada, requiere de un ajuste brutal de la economía, algo así como entre 300.000 y 1 billón de inversiones. La manera de hacerlo será lo que nos distinga a unas y otras opciones políticas.

Aparecerán nuevos descartados en la sociedad.

La manera y el quién pague esa transición, si las grandes fortunas o los chalecos amarillos…  en el reparto de ese ajuste es donde las fuerzas políticas van a tener que retratarse, donde se verán las diferencias.

Si tuviera una cámara fotográfica, hablando de retratar, ¿qué escena cotidiana, o qué paisaje, sería su Europa?

(Se toma un tiempo para pensar) Sería una plaza al aire libre con personas disfrutando de la paz, que es el gran logro de Europa, charlando animadamente, con la novena sinfonía, por supuesto, de fondo.

¿Cómo entusiasmar a la gente? Porque Robespierre decía que la revolución entusiasma mucho, y denostaba a los “marais”, los ciudadanos moderados. Cuando no hay revolución, no hay emoción, y si la hay se utiliza para destruir un proyecto pacífico de convivencia, de libertades y oportunidades. ¿Cómo puede un eurodiputado ganarse a la gente, emocionar a la gente? Porque hay que emocionar a la gente, ¿o no?

Sí, la emoción es fundamental en política, y en política democrática. Porque ciertamente, volviendo al nacional populismo, además de explotar las coyunturas, la crisis económica, el asunto de los refugiados… lo hace apelando a los instintos más bajos del ser humano, y es muy efectivo jugar con las emociones de las personas. Hemos apelado a la razón los partidos tradicionales, pero no solo somos racionales, somos sentimentales, y el discurso político necesita de una carga emocional, pero de la buena, no de la mala, y Azaña decía que el buen discurso político ilumina la razón, desde la emoción. Porque si no hay emoción, el discurso político es una conferencia, y no tiene efecto movilizador y no genera entusiasmo. Si solo tiene emoción y no razón es una llama iracunda o panfletaria a la acción, sin objetivo moral o brújula… Yo creo que Europa sí puede emocionar. Debemos hablar de los retos, pero no solo tecnocráticamente, sino hablar desde la cultura, las artes, la educación, tenemos que resultar inspiradores. Hablar de ese gran proyecto que es Europa en clave trascendente, de trascendencia histórica, de lo que ha supuesto.

Recuerda al incendio de Notre Dame durante la primavera pasada.

Es un buen ejemplo de cómo Europa se emocionó, porque entendió que era un símbolo europeo, no solo un monumento francés. Podemos inspirar lo mejor de las personas. Recordando de dónde viene Europa (la Unión) que es la guerra mundial, y cómo se construyó para evitarla, y que sobre la base de la paz se pueden alcanzar las mayores cotas de progreso y desarrollo moral de la humanidad, es decir, Europa es una isla de la humanidad, no hay parte en el mundo donde libertad política, progreso económico y bienestar social se conjuguen de manera más óptima.

Debemos insuflar este discurso moral en todos los europeos para que realmente se sientan partícipes de este proyecto y generar este entusiasmo, sobre todo a través de las raíces morales de Europa y cómo se puede proyectar eso hacia el futuro, y poniendo de relieve no solo las culturas nacionales sino el acervo cultural común que tenemos, puede emocionar, y no hacerlo en clave identitaria sino en clave posnacional, recordando las raíces grecorromanas, judeocristianas, Ilustración, tantos momentos que han sido europeos y no solo nacionales.

¿Hay partido?

Hay partido. El resultado electoral cabe leerlo en esa clave. Es objetivo. Es muy fácil dar opiniones, escribir editoriales diciendo que Europa va a acabar pasto del nacionalismo, pero los resultados en las últimas elecciones europeas de mayo de 2019 fueron del 22%. Ni siquiera son todas fuerzas políticas 100% antieuropeas, pues ahí incluimos a los euroescépticos. Hemos obtenido cinco años para que Europa tenga una nueva oportunidad. Hemos pasado 10 años muy duros por la crisis y tenemos cinco años para demostrar que podemos trabajar por los europeos, para poner las instituciones de la UE al servicio de causas tan importantes, para luchar contra el cambio climático, afrontar el reto de la inmigración, pero también para acabar con la desigualdad. Europa tiene que demostrar que una Europa social es posible. Que el pleno empleo sea un objetivo de la UE es fundamental, no solo de los estados, que haya un seguro de desempleo europeo. Todo esto dará la medida de la Europa que protege, de la que también, por cierto, habla Macron. Son cinco años para construir el pilar social que necesitamos para reforzar en el conjunto de la ciudadanía la percepción de que la democracia europea en su conjunto es un sistema mejorable pero, democráticamente hablando, impecable.

Como conclusión, ¿cómo ve este inicio del año 2020 desde el Parlamento Europeo?

Verdaderamente estamos en una etapa compleja y apasionante. España ha vuelto a recuperar parte del peso institucional perdido durante los años de la crisis y lidera junto a Francia y Alemania la agenda de integración del proyecto europeo. Los británicos han confirmado su deseo de salir de la Unión y al mismo tiempo estamos a punto de que comience el próximo 9 de mayo la Conferencia sobre el Futuro de Europa, que hará copartícipes de nuestra Unión a la ciudadanía y a sus líderes institucionales para decidir sobre la agenda política para los próximos años. Yo espero que esa agenda incluya la reforma de los tratados en clave federal con más competencias para la Unión en materias en las cuales los estados ya no son capaces de dar soluciones. Voy a trabajar duro por conseguir ese objetivo, no le quepa duda.

´Europa puede ser más democrática de lo que es, pero antes de hablar de un déficit democrático, hablaría de un déficit de conocimiento´

´En política exterior es sangrante que aún persista la regla de la unanimidad´

´Si no queremos ser un continente envejecido, ni menos dinámico y menos diverso, la inmigración es una oportunidad y no debe parecer un fenómeno fuera de control, de lo que se aprovechan nacionalistas y populistas´

´La inmigración tiene costes y beneficios, pero bien gestionada los beneficios son mayores. Hay que verlo como un reto transnacional que requiere una gestión europea´

´Hay partidos que mezclan la inseguridad económica con la identidad y en esa dinámica de dar respuestas fáciles a problemas complejos identifican algunos enemigos´

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