El Gobierno de los talibanes echa a andar
El portavoz Zabihullah Mujahid ha defendido la inclusión de las minorías y ha afirmado que en el futuro también podrían incluir mujeres en el gobierno. Según Mujahid, informa el New York Times, es responsabilidad de la comunidad internacional reconocer el gobierno talibán, independientemente de la inclusividad de su ejecutivo. El equilibrio de poder entre los talibanes parece haberse desplazado definitivamente hacia la corriente más radical y el papel de Abdul Ghani Baradar –figura clave en las negociaciones de Doha– resulta marginal en estas primeras semanas de gobierno talibán.
Mientras el mundo espera los próximos movimientos del gobierno talibán, la comunidad internacional se pregunta qué tipo de relación establecer con el nuevo emirato. Y las diferencias no están tardando en aparecer.
China ha invitado oficialmente a los países occidentales y a las organizaciones internacionales a permitir a los talibanes acceso a los miles de millones de dólares congelados tras la conquista talibán de Kabul. El ministro chino de Exteriores ha confirmado que los enviados de China, Rusia y Pakistán se han reunido con los líderes talibanes en una serie de encuentros que, según Financial Times, indica “una creciente fractura entre los gobiernos occidentales y China y Rusia sobre cómo responder ante la vuelta al poder del grupo islamista”.
Pakistán sigue siendo un observatorio especial debido a sus históricas y poco transparentes relaciones con los talibanes, y su ministro de Exteriores, Shah Mehmood Qureshi, entrevistado por Associated Press, invita a la comunidad internacional a enfrentarse a los hechos. “¿Cuál es la alternativa? ¿Cuáles son las opciones? La realidad es esta”, y no es posible escapar, afirma Qureshi.
Las monarquías de Golfo también se enfrentan a este dilema. Son conocidas las estrechas relaciones de Qatar con el movimiento islamista, acogiendo en Doha las negociaciones sobre Afganistán. Esto le garantiza una importante consideración por parte de su gran aliado americano, pero al mismo tiempo le expone al riesgo de quedar demasiado asociado a los talibanes. Es distinta la situación de Emiratos. La hospitalidad de Abu Dabi con el expresidente Ashraf Ghani crea problemas en su relación con los nuevos líderes afganos. Sin embargo, como afirma Samuel Ramani en Al-Monitor, la retirada americana, el retorno de los talibanes al poder y la caótica huida de Kabul han ofrecido a los Emiratos la posibilidad de mostrar a sus aliados occidentales su importancia y lealtad, revitalizando su imagen como país capaz de ofrecer una importante contribución humanitaria y mejorar sus relaciones con Pakistán e India.
Pero, a diferencia de lo sucedido en el periodo 1996-2001, tanto ni Emiratos Árabes Unidos ni Arabia Saudí parecen dispuestos a reconocer el gobierno talibán pues prevén que Kabul volverá a apoyar a Al-Qaeda y consideran a los talibanes demasiado cercanos a Qatar, según afirma Kirsten Fontenrose, directora del Atlantic Council.
Las decisiones de Washington los últimos años parecen responder en cambio a una lógica distinta, que analiza Lorenzo Vidino en Foreign Policy. En la raíz de las acciones de Estados Unidos en Afganistán reside la convicción de que los talibanes son (o pueden llegar a ser) yihadistas “moderados”, que no causarán problemas a Occidente mientras este les deje gobernar en sus territorios, a diferencia del Estado Islámico, por vocación universalista y por tanto con tendencia a colisionar con otros países. Sin embargo, según Vidino, la distinción entre yihadistas moderados y no moderados habría que sustituirla por la de “gradualistas” e “impacientes”, donde los primeros no son menos extremistas sino sencillamente “más inteligentes desde un punto de vista táctico”, y capaces de adaptarse a corto plazo para “llevar a cabo lo que va en el ADN de todos los yihadistas: desestabilizar la región y atacar a Occidente”.
La relación de los talibanes con los grupos yihadistas son fuente de muchas preocupaciones. Barbara Elias (profesora del Bowdoin College) reflexiona sobre Al-Qaeda e indica diversos motivos por los que no cree que los talibanes interrumpirán sus relaciones con el grupo fundado por Osama bin Laden. Veamos solo algunos. El primero se refiere a la naturaleza organizativa de los talibanes, un grupo formado por varias facciones que a su vez tienen varias relaciones con Al-Qaeda. La red Haqqani, por ejemplo, es conocida por tener unos vínculos muy estrechos. Cortar relaciones con el grupo terrorista amenazaría entonces la cohesión interna del grupo talibán. El segundo motivo se refiere a la ideología. Según Elias, aunque la tradición intelectual de Al-Qaeda mana de Arabia Saudí y del islam wahabita, mientras los talibanes nacen como movimiento deobandi, ambos describen su coalición como ligada por una “hermandad ideológica, resistencia y un objetivo religioso común”. No se trata, para Elias, de una cuestión secundaria, pues traicionar a un socio de esta coalición podría hacer fracasar la “pía y auténtica” marca talibán.