El girar de los católicos

Lo del giro católico nos está mareando a muchos. Sucede cuando perdemos los puntos de referencia. Y es que el famoso volteo debe ser justo al contrario. Lo que la Iglesia nos ha invitado siempre no es a que procuremos que nos miren más, sino a que los cristianos miremos mejor al mundo y a Dios a través de la realidad y el prójimo. Y que esta mirada es un gesto gratuito y abierto que no busca imponer una posición ni esperar un reconocimiento personal o colectivo. A veces nos dominan las ganas de que nos den la razón y de ser admirados. Y es lo que nos lleva a tener vahídos o vértigo.
En la agenda cultural reciente han tenido considerable éxito obras artísticas que miran con novedad el fenómeno religioso. Algunos la han querido llamar renacimiento o primavera católica. Nada de eso, de momento. Lo que sí existe, ha existido siempre, es la posibilidad de establecer un dialogo y un cambio de mirada sobre este asunto. Imaginemos por un instante que juzgáramos a los no creyentes de la misma forma que algunos de ellos están haciendo con los que sí lo somos: con asombro, sorpresa y sin prejuicios. Eso nos permitiría coincidir en un mismo espacio girados juntos hacia el otro distinto que yo, y a lo que realmente pasa y no a lo que quisiéramos que pasase. No desde una identidad excluyente sino a través de una capacidad de abrazo y comprensión mutua sin complejos ni prejuicios. Otro gallo cantaría.
Alauda Ruiz de Azúa ha dirigido la magnífica (y tensa) película “Los Domingos” con enorme éxito de crítica y público. No es para menos. Narra con fría pulcritud un tema complejo donde no conviene tomar posiciones a priori: asuntos familiares. Ya decía Tolstoi que todas las familias felices se asemejan, pero cada familia infeliz lo es a su manera. La familia de Ainara y Maite se parece a la de todos, pero a su manera.
En las entrevistas a su directora me llama la atención cuando manifiesta su motivación para hacer películas: “lo que me ha enganchado del cine desde pequeña era intentar entender a otras personas. Ese era el mecanismo que activaba en mí (…) Intento que lo cotidiano de alguna manera trascienda”. Y eso ha conseguido: una mirada limpia sobre lo ordinario que intenta salvar y entender la proposición del otro. Y eso ha generado atractivo y debate. Un hecho inusual para los tiempos que corren.
Algo similar consigue Rosalía con su disco LUX. Tras la admiración inicial por una música potente y muy bien trabajada, sucede, traductor en mano, la emoción ante peticiones que se abren momentáneamente abiertamente a lo trascendente. Sin censuras ni temor a decepcionar a nadie. Demuestra que implorar o rezar a Dios no es monopolio de los creyentes. “You know, it’s like break on through the other side. It’s just like going through one door. One door isn’t enough. A million doors aren’t enough”. Tal y como nos mostró Juan José Gomez Cadenas en su artículo la oración de un agnóstico.
Otro tanto podemos decir del último libro del ateo Javier Cercas. “Mi propósito siempre es egoísta. Yo escribo sobre lo que no entiendo, sobre lo que no conozco”. Los libros de Cercas son siempre viajes a lo desconocido donde no se quiere evitar nada con el único fin de llegar a descubrir un misterio. Al final “uno nunca encuentra lo que busca, si no lo que la realidad entrega”.
La que es religiosa, trascendente, es la realidad. Esa que nos desasosiega, que nos rebela o que nos entusiasma. La que genera fricciones, debates y finales inesperados. La única que nos puede unir si estamos dispuestos a ir hasta el fondo de su propuesta. Todo nos lo jugamos en el modo en el que nos ponemos delante de ella, ese es el reto de la libertad. Es lo propio del girar humano (y católico), ese movimiento que busca un significado que nos atrae y evita que acabemos mareados.
In memoriam Carmen Cervera, Ave Stella Maris
Recomendación de lectura: Huevos fritos católicos
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