El diálogo con los musulmanes empieza dialogando entre nosotros

Mundo · Angelo Scola
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15 noviembre 2017
Derrotar al yihadismo y a las otras formas de terrorismo, ¿es una posibilidad real? Responder a esta pregunta es todavía más urgente tras los últimos atentados en España e Inglaterra. No basta el miedo, la condena firme, la rabia ante las atrocidades cometidas. Ni el trabajo necesario para poner en marcha medidas adecuadas de seguridad. En todo caso nunca serían suficientes para evitar la acción letal de los hombres bomba.

Derrotar al yihadismo y a las otras formas de terrorismo, ¿es una posibilidad real? Responder a esta pregunta es todavía más urgente tras los últimos atentados en España e Inglaterra. No basta el miedo, la condena firme, la rabia ante las atrocidades cometidas. Ni el trabajo necesario para poner en marcha medidas adecuadas de seguridad. En todo caso nunca serían suficientes para evitar la acción letal de los hombres bomba.

A menudo, la respuesta que llega desde los europeos –“No cambiaremos nuestros estilos de vida”– tiene más el tono de un manifiesto de firmeza que de la indicación de un camino. Es una respuesta a la que no le falta valentía. Siempre que seamos conscientes de que plantea un interrogante aún más radical. “¿Cuáles son, de hecho, nuestros estilos de vida?”. ¿Bastó en su momento con afirmar: “Volveremos al Bataclán, al estadio, al paseo marítimo de Niza”?

Nosotros, hombres del tercer milenio, para afrontar el cambio histórico actual que el Papa Francisco ha definido como “un cambio de época, no una época de cambios”, no podemos evitar afrontar una cuestión decididamente más comprometida: “¿Quién quiere ser el hombre del tercer milenio?”. Es la cuestión del sentido, es decir, del significado y de la dirección que queramos dar a nuestra vida personal y social. Independientemente de la cosmovisión en la que nos inspiremos los cristianos, los otros creyentes y los no creyentes, no podemos seguir huyendo de esta provocadora pregunta.

La cuestión del sentido

El trabajo realizado en Oasis desde hace quince años muestra analíticamente, entre otras cosas, el desafío que nos  ha planteado una parte del mundo musulmán. “Sois una ‘no civilización’. Habéis perdido toda fe, habláis de derechos y luego los pisoteáis. Sobre todo, no habéis dejado de recorrer, por vías cada vez más engañosas, el camino del dominio”. No podemos adentrarnos aquí en el análisis de las problemáticas que, a nivel religioso, civil, político, económico y ecológico, nos afligen. Ni rendir cuentas de una civilización que genera pobreza y exclusión, aquí y en muchas otras partes del mundo. Por no hablar de la facilidad que tenemos para olvidar la historia mundial en su integridad. Una historia que no solo registra violencia en nuestras relaciones con los musulmanes y que, por ello, deberíamos hacernos abandonar el lenguaje del “nosotros” y “ellos”.

Se trata de buscar el sentido adecuado del vivir y compartirlo en una confrontación apasionada que busque un reconocimiento mutuo. Y para hacerlo con los musulmanes hay que empezar a hacerlo aquí, entre nosotros.

Un instrumento abierto a todos: Oasis

El poeta T.S. Eliot hablaba en su tiempo de hombres “de paja”. Podría ser una descripción pertinente para nosotros, occidentales del tercer milenio, perdidos en un narcisismo autista que nos impide amar al otro porque no nos dejamos amar por Dios. Tal vez, deberíamos partir de este humilde reconocimiento en el diálogo con cualquiera de nuestros “hermanos los hombres”, por citar la expresión de Karl Barth. También con los musulmanes. Un conocimiento mutuo y amante que sepa narrar la belleza del vivir juntos es el único antídoto frente a cualquier forma de terrorismo.

La Fundación Internacional Oasis quiere ser un instrumento abierto a todos, sobre todo a aquellos que quiere construir una “civilización de la verdad y del amor”, por usar la expresión de san Juan Pablo II.

Oasis

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