El cuidado de la casa común no es ideología

Mundo · Francisco Medina
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10 diciembre 2019
Se ha convertido en el tema de estos días: la organización de la Conference Of Parties (COP) o Cumbre de Naciones Unidas para el Cambio Climático muestra que la cuestión medioambiental ya no es coyuntural. Con independencia de lo que pueda objetarse con el asunto Greta Thunberg, lo cierto es que no se trata de un exceso puntual. Se trata de cómo las consecuencias de un modelo de desarrollo económico sin horizonte ni brújula se están reflejando también a nivel medioambiental. Ya no se trata sólo de los incendios provocados, sino de las toneladas de residuos que se vierten o las emisiones de gases de efecto invernadero que se irradian a la atmósfera.

Se ha convertido en el tema de estos días: la organización de la Conference Of Parties (COP) o Cumbre de Naciones Unidas para el Cambio Climático muestra que la cuestión medioambiental ya no es coyuntural. Con independencia de lo que pueda objetarse con el asunto Greta Thunberg, lo cierto es que no se trata de un exceso puntual. Se trata de cómo las consecuencias de un modelo de desarrollo económico sin horizonte ni brújula se están reflejando también a nivel medioambiental. Ya no se trata sólo de los incendios provocados, sino de las toneladas de residuos que se vierten o las emisiones de gases de efecto invernadero que se irradian a la atmósfera.

Existen varias señales que muestran que este tema no es meramente ideológico, aunque, de hecho, pueda ser instrumentalizado de continuo. Primero, por cómo la cuestión ha sido abordada en el ámbito de la Unión Europea: hace poco, el discurso inaugural de la nueva presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen, señalaba el cambio climático como uno de los desafíos a abordar en el seno de la Unión, y señalaba los ejes de su actuación para los próximos años, destinados a la reducción de las emisiones de CO2 en un 50-55% para el año 2030; la formulación de un Pacto Verde para Europa; la presentación de una propuesta de Ley Europea sobre el Clima, la creación de un Plan de Inversiones Sostenibles para Europa; o la conversión de parte del Banco Europeo de Inversiones en un Banco Climático; sin olvidar el establecimiento de precios a las emisiones, el impuesto sobre el carbono en frontera, o la creación de un Fondo de Transición Justa.

En su discurso dado el miércoles 4 de diciembre en la COP de Naciones Unidas, en Madrid, Von der Leyen ya expuso tal contenido programático, en línea con la posición del Consejo Europeo ante dicha Cumbre, adoptada en febrero de este año, en el que hablaba de la Diplomacia Climática, recordando la amenaza y los efectos devastadores del cambio climático, así como la insuficiencia de las medidas adoptadas para contenerlo. Resulta claro el compromiso de la Unión Europea con el Acuerdo de París, como marco en el que se engloba la lucha mundial contra el cambio climático. Se oyen cada vez más conceptos como economía circular, transición climática o neutralidad climática. Y se busca seguir liderando la acción por el clima a nivel mundial y trabajar para reforzar aún más la cooperación internacional en materia climática.

En segundo lugar, y lo más llamativo, aunque muchos se han cuidado de ponerlo de relieve, es que es la perspectiva cristiana la que más propicia resulta para el trabajo cultural del amor por las cosas que crecen. Es rico, en este sentido, el contenido de las aportaciones de la Doctrina Social de la Iglesia: la llamada conversión ecológica acuñada por Juan Pablo II; la advertencia que, en su encíclica Caritas in Veritate, Benedicto XVI formuló acerca de los efectos nocivos de un crecimiento y un modelo económico desresponsabilizantes con el entorno, y de los intereses de ciertas empresas del sector energético; o la contundente encíclica Laudato Si’ del Papa Francisco, que algunos católicos –alineados incondicionalmente con el neoliberalismo económico– han criticado. Tampoco cabe olvidar, en este sentido, las aportaciones de la teología protestante –aunque, en ciertos aspectos, penetrada de sincretismo–, del judaísmo, el budismo o el mundo musulmán incluido.

Francamente, el cuidado de la casa común es un punto de encuentro para todos. Por eso, es esperanzador constatar cómo la COP 25 de Madrid ha sido una ocasión que la Iglesia ha aprovechado siendo protagonista para dar testimonio de lo que significa, desde la fe, la lucha contra el cambio climático: para empezar, con el Sínodo para la Amazonía; o la participación de la Santa Sede en la Cumbre de Madrid; o el hecho de que hayan surgido movimientos como el Movimiento Católico Mundial por el Clima.

Ya no es admisible sostener la negación del cambio climático, salvo que se siga sosteniendo que el mercado se autorregula y que no produce efectos negativos medioambientales. Que Chernóbil (1986) o Bhopal (1984) fue un invento del ecologismo radical. Si uno ama lo bello, si disfruta del aire que se respira en lo poco que no está afectado por la urbanización, o de la puesta de sol en el campo, o si se conmueve al ver cómo regiones de España están sufriendo la despoblación… no puede no conmoverse o dejar de interesarse por el futuro de nuestra creación. Que el movimiento ecologista haya sufrido desviaciones ideológicas o instrumentales no es justificación para no asumir la responsabilidad que tenemos con nosotros mismos y con nuestro entorno. No vivimos solos, aunque estemos continuamente aislados en la distracción del consumismo y la inmediatez de las series de las plataformas digitales.

Por eso, es un alivio grande ver cómo dentro de la comunidad cristiana surgen personas con un juicio cada vez más adulto sobre esto. El artículo El medio ambiente no se puede quedar al margen, de Giorgio Vittadini, publicado aquí hace unas semanas, nos ponía certeramente sobre aviso acerca del peligro de justificarlo todo en nombre de un desarrollo económico a cualquier precio. Ciertamente, ha habido mucha ideología. Hará falta separar la paja del grano, pero la realidad de la transición energética y el cambio climático es un proceso que nos urge a los creyentes a tomarnos más en serio la cuestión social e, igualmente, la cuestión ecológica. Cuidar nuestro planeta, ser conscientes de los efectos del cambio climático, no es ideología. Es hacer posible un hogar común. Ese espacio entre los hombres, en donde se hace posible la buena política, el conversar. Ésta es una buena oportunidad para poder dejar a las próximas generaciones un mundo más habitable. El mundo no es nuestro, es un dato: se nos ha dado.

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