El caso Farewell

Cultura · Juan Orellana
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30 junio 2011
A principios de los ochenta, el coronel Grigoriev, de la KGB, desencantado con el régimen de Brezhnev, se pone en contacto con un ingeniero francés en Moscú, Pierre Froment, para pasarle información sensible sobre la red de espionaje que la Unión Soviética tiene desplegada en los países occidentales. Los presidentes Mitterand y Reagan se ponen al frente de esta operación, llamada Farewell, y que puede obligar a Gorbachov a acelerar la Perestroika.

Se trata de una película de espionaje, basada en hechos y personajes históricos. Sin embargo no se puede considerar una película de género según los patrones del cine de Hollywood. Su hechura es muy europea y quizá por ello está más cerca del drama que del thriller. Su director, el francés Christian Carion, que mostró su habilidad en temas delicados con Feliz Navidad, consigue crear una atmósfera en el film, sobre todo en su segunda mitad, que le imprime una singular personalidad. Emir Kusturica y el todoterreno Guillaume Canet son los actores principales.

La película tarda un poco en coger el pulso, pero cuando lo coge ya no lo suelta. Y no nos referimos al ritmo, que es cadencioso y al que le vendría bien un poco menos de metraje, sino a la tensión dramática que consigue sobre todo gracias al trabajo de Emir Kusturica, que interpreta a Grigoriev. El drama humano se sobrepone a la trama política, y la preocupación del espectador por la relación de Grigoriev con su hijo y con su esposa, a veces eclipsa el interés por las decisiones del Elíseo o de la Casa Blanca. También tiene interés la trama familiar de Pierre, aunque es más convencional. Este entreveramiento de lo humano y lo político es el gran hallazgo de un film que al final propone la dignidad personal como sustento y cimiento del cambio político. Grigoriev no es un santo, pero tiene un corazón grande y un horizonte ideal. Y se come la película. Por la contra, los personajes de Reagan y de Mitterand son en exceso esquemáticos, y el primero roza el histrionismo. Agradecidos son los cameos de Diane Kruger y de Willem Dafoe. En definitiva una película muy poco habitual, enormemente interesante y que enamorará los paladares más exigentes.

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