Cartas desde la frontera / XXXIX

Dios volvió a la tierra el día que se le entregó a Israel el Cantar de los Cantares

Escrituras · IGNACIO CARBAJOSA
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11 septiembre 2023
Cuando Israel y la Iglesia usan la imagen esponsal para hablar de las relaciones entre Dios y su pueblo lo hacen a partir de la experiencia humana del amor entre el hombre y la mujer.

Querido Pascual,

 

Hace un par de días estuve cenando en casa de unos amigos irlandeses que viven en una de las zonas más clásicas y bonitas de Dublín. Al despedirme, en la puerta de su casa, me dijeron: “mira, ahí enfrente vivía Grace, la de la canción”. Te confieso que en ese momento me conmoví profundamente. Había escuchado varias veces esa canción (está en mi lista favorita de Spotify: https://spotify.link/Tkd7whHzYCb). Cuenta un suceso real: en 1916 un grupo de irlandeses se rebelaron contra la ocupación británica tomando por las armas la oficina central de Correos de Dublín (conocida por sus siglas GPO, General Post Office). La revuelta duró una semana y acabaron rindiéndose a las tropas inglesas. Los cabecillas fueron condenados a muerte, entre ellos el joven poeta Joseph Mary Plunkett (28 años). Siete horas antes de la ejecución, en la capilla de la prisión, Joseph se casó con la mujer que amaba, Grace Gifford.

La canción recrea las horas previas a la ejecución, en las que Joseph explica a Grace por qué arriesgó su vida y por qué no era incompatible con su profundo amor a ella. La letra de la canción, retomando un poema del mismo Joseph Plunkett, dice que, con su muerte, “everyone will know I loved so much that I could see his blood upon the rose” (“todos sabrán que amé tanto que pude ver su sangre sobre la rosa”). En el poema, “su sangre” se refiere a la sangre de Cristo en su Pasión, que él ve en el rojo de una rosa. Para Joseph toda la realidad era un signo potente de Cristo y, no cabe duda, también su amada Grace lo era.

El amor a una mujer, ¿qué tiene que ver con el amor a Dios? Formulemos la pregunta de otro modo para introducir el libro que hoy te quiero presentar, el Cantar de los Cantares: ¿qué pinta un poema de amor entre un hombre y una mujer en un libro “religioso” como la Biblia? Esta es una cuestión que ya se plantearon los rabinos a finales del siglo I d.C., discutiendo si el Cantar de los Cantares “manchaba las manos” o no. En la terminología rabínica, un libro “mancha las manos” si es sagrado, de modo que uno debe tener cuidado y respeto cuando lo maneja. Esta discusión en el mundo judío se cerraría pronto, reconociendo que ese libro canta el amor entre Dios e Israel, su esposa.

Aunque se trata de un texto tardío, el Zohar Terumah (uno de los tratados de la cábala judía, del siglo XIII d.C.), no me resisto a citarte las palabras que dice sobre el Cantar, reinterpretando una tradición anterior. Esa tradición lee de este modo el progresivo alejarse de Dios a causa de los pecados de la humanidad: “Cuando Adán pecó, Dios subió al primer cielo, alejándose de la tierra y de los hombres. Cuando pecó Caín, subió al segundo cielo. Con la generación de Henoc subió al tercero, con la del diluvio al cuarto, con la generación de Babel al quinto, con la esclavitud de Egipto subió al sexto cielo y al séptimo cielo, el último y el más alejado de la tierra” (Genesis Rabbah 19,13). Para el texto al que me refiero, Dios elige un curioso modo para bajar del séptimo cielo: “Pero Dios volvió a la tierra el día que se le entregó a Israel el Cantar” (Zohar Terumah 143-144a). ¿Por qué vuelve a la tierra precisamente ese día? Podríamos decir que el Cantar es una especie de declaración amorosa por la que Dios vuelve a acoger a su esposa en casa.

La Iglesia, por su parte, no tuvo problemas en acoger el Cantar en su canon, habiéndolo recibido entre los libros sagrados leídos en la sinagoga. Por otro lado, la imagen nupcial usada en los libros proféticos para hablar de la relación entre Dios y su esposa Israel, le daba su marco de interpretación. A ello se une que el Nuevo Testamento retoma la metáfora esponsal, en la que Jesús aparece como el novio, el hijo del rey, cuyo padre invita a todos al banquete de bodas de su hijo (cf. Mt 22,1-14). Pablo, hablando de la relación entre el hombre y la mujer, afirma: “Es este un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia” (Ef 5,32).

Pero algo se tuerce en la interpretación de este libro cuando hace dos siglos el racionalismo y los presupuestos metodológicos de la Ilustración empiezan a permear la lectura del Cantar. Pero antes de avanzar, citemos los primeros versículos del libro para darnos cuenta de lo que estamos hablando:

“¡Que me bese con los besos de su boca! ¡Tus amores son más dulces que el vino! ¡Qué exquisito el olor de tus perfumes; aroma que se expande es tu nombre; por eso te aman las doncellas! Llévame contigo, ¡corramos!; condúzcame el rey a su alcoba; disfrutemos y gocemos juntos, saboreemos tus amores embriagadores. ¡Con razón te aman las doncellas!” (Ct 1,2-4).

No hace falta ser un “pérfido anticlerical” para pensar que, en este poema, con trazos de gran erotismo, se canta el amor entre un hombre y una mujer… y punto. H.H. Rowley, un autor de mitad del siglo pasado, afirmaba: “Mi interpretación [del Cantar] no ve en él sino lo que parece ser: cantos de enamorados que expresan su delicia el uno por el otro y las emociones cálidas de sus corazones. El resto de las interpretaciones encuentran en el Cantar lo que previamente traen”.

Quiero que tú, querido Pascual, entres en este debate. Las interpretaciones judía y cristiana ¿han “espiritualizado” lo que a todas luces es un canto erótico en el que un hombre y una mujer se anhelan? Dicho de otro modo, el amor entre Joseph Plunkett y su amada Grace ¿no es más que un amor humano que tiene poco de divino? ¿Acaso no es solo una atracción mutua truncada por la muerte? Pero vayamos más allá: el amor que tú sientes por Beatriz, ¿no es en el fondo más que física y química, necesarias para perpetuar la especie, con algo de poesía dado el desarrollo de nuestro cerebro favorecido por la evolución favorable de nuestra especie?

Perdona que hable así de Beatriz, pero es para empujarte a tomar parte en este debate. En el fondo se trata de ver quién es más “realista” cuando contempla el amor humano. Tú mismo puedes intuir, por experiencia propia, que la interpretación racionalista (o positivista) tiene algo de miope. Por otro lado, me atrevo a decir que existe también miopía cuando se pasa por encima de las imágenes “eróticas” de este libro buscándole rápidamente un “sentido espiritual”. Así describía el gran exegeta P. Beauchamp la doble miopía a la hora de interpretar el libro: “se ofende al amor de los dos enamorados que en él se responden, si se piensa que para darle un sentido espiritual hace falta encontrarle otro tema. A la inversa, es estrecho y estúpido querer que tal tema no signifique ninguna otra cosa”.

Cuando Israel y la Iglesia usan la imagen esponsal para hablar de las relaciones entre Dios y su pueblo lo hacen a partir de la experiencia humana del amor entre el hombre y la mujer. Así se dirige Isaías a la Jerusalén que ha sufrido el exilio por causa de sus pecados: “Ya no te llamarán «Abandonada», ni a tu tierra «Devastada»; a ti te llamarán «Mi predilecta», y a tu tierra «Desposada», porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá un esposo. Como un joven se desposa con una doncella, así te desposan tus constructores. Como se regocija el marido con su esposa, se regocija tu Dios contigo” (Is 62,4-5). Dios necesita acudir al amor esponsal, que Él mismo creó “a su imagen”, para poder expresar, de forma gráfica, la intensidad del amor a su pueblo.

Por otro lado, respecto a la segunda miopía, la relación entre el hombre y la mujer es algo más que física y química: es el lugar privilegiado de intuición del Tú divino para el que estamos hechos y que anhelamos de formas muy variadas. Dios ha querido crearnos con esa polaridad inscrita en nuestra carne: hombre que tiende a la mujer y mujer que tiende al hombre. ¿Cómo puede llamar Dios al ser humano sino a través de este continuo tender, necesitar, echar de menos, intuir la felicidad en los ojos de la persona amada? ¡Cuántas veces me has dicho que te sientes sobrepasado, sin palabras, cuando Beatriz te mira como si fueras la única persona en este mundo! Ella participa misteriosamente del modo con el que Dios te ama. Y ¿cuántas veces te has preguntado cómo puedes echar de menos tanto a una persona cuando acabas de verla? Ella es signo de ese Tú divino con el que dialogas desde que tienes uso de razón… ¡mucho antes de conocer a Beatriz!

Pero si te parece le doy la palabra, para terminar, a un Papa, que tiene más “autoridad” que yo. Así habla Benedicto XVI del libro del Cantar en su encíclica “Deus caritas est” (que te recomiendo encarecidamente):

“Dios es en absoluto la fuente originaria de cada ser; pero este principio creativo de todas las cosas —el Logos, la razón primordial— es al mismo tiempo un amante con toda la pasión de un verdadero amor. Así, el eros es sumamente ennoblecido, pero también tan purificado que se funde con el agapé. Por eso podemos comprender que la recepción del Cantar de los Cantares en el Canon de la Sagrada Escritura se haya justificado muy pronto, en el sentido de que sus cantos de amor describen en el fondo la relación de Dios con el hombre y del hombre con Dios. De este modo, tanto en la literatura cristiana como en la judía, el Cantar de los Cantares se ha convertido en una fuente de conocimiento y de experiencia mística, en la cual se expresa la esencia de la fe bíblica: se da ciertamente una unificación del hombre con Dios —sueño originario del hombre—, pero esta unificación no es un fundirse juntos, un hundirse en el océano anónimo del Divino; es una unidad que crea amor, en la que ambos —Dios y el hombre— siguen siendo ellos mismos y, sin embargo, se convierten en una sola cosa: «El que se une al Señor, es un espíritu con él», dice san Pablo (1 Co 6, 17)” (Benedicto XVI, Deus Caritas est, 10b).

La próxima semana abriremos este libro y haremos algunas “catas”. Hoy solo hemos tenido tiempo para leer la cubierta…

Un abrazo


Lee también: Dios no ha hecho la muerte, ni se complace destruyendo a los vivos


 

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