Tomás Moro y Newman

Dios está antes que cualquier poder

Mundo · Massimo Borghesi
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29 septiembre 2010
El viaje de Benedicto XVI a Inglaterra es, sin lugar a dudas, un viaje "histórico". No por la insistencia que ha hecho la prensa sobre la pedofilia y el boicot, obviando lo esencial, sino porque se trata del primer viaje de Estado de un Papa a tierra inglesa. La vista de Juan Pablo II en 1982 fue una visita "privada", pues fue después de su viaje cuando, en el mismo año, se retomaron las relaciones con la Santa Sede. Que ahora el Papa pueda ser recibido con todos los honores por la Reina Isabel, responsable suprema de la Iglesia de Inglaterra, por el primado anglicano, por el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, por el primer ministro Cameron, significa que se cierra una época, la que inauguró el cisma de Enrique VIII, con todo lo que supuso: la ulterior división de Europa, con Inglaterra en el papel de principal potencia "anti-católica" en el frente protestante.

Un frío alejamiento que ha durado 500 años y que en un periodo de tiempo excepcionalmente corto se está resolviendo ahora: desde las relaciones oficiales del 82 al nombramiento del primer embajador católico en la Santa Sede por indicación de Tony Blair en 2005, y al viaje de estos días. El Papa en Inglaterra cierra una etapa. Eso no significa que los problemas estén resueltos o que las secuelas de una historia hecha de resentimiento y desconfianza se vayan a desvanecer. Más bien asumen una forma distinta, no más religiosa sino laica.

El contraste actual ya no mira hacia la histórica oposición entre católicos y anglicanos. Inglaterra ha visto en los últimos tiempos cómo los católicos superan en porcentaje a los protestantes. Lo que significa que el país, como está sucediendo también en Estados Unidos, ya no es de mayoría protestante. Esto explica el delicado papel de la Reina y su acogida al Papa, frente a una sociedad en proceso de secularización, de crisis de valores y de vacío ideal y profundo. El conflicto religioso queda atrás, en el pasado, frente al desierto espiritual que afecta a todos, sobre todo a las generaciones jóvenes. Ante esta crisis, que afecta sensiblemente a toda la vieja Europa, el Papa no viene a traer una Iglesia con ganas de revancha histórica. "Una Iglesia que quiera ser atractiva -ha declarado- iría por mal camino porque la Iglesia no trabaja para sí misma, para aumentar el número de sus miembros o su propio poder, sinoq ue está al servicio de Otro". Más llá de proyectos hegemónicos que podrían aprovecharse de la crisis de la Iglesia anglicana, el Papa ofrece a los ingleses, en un contexto que también vive alejado de las palabras más verdaderas, dos grandes ejemplos de vida determinada por la fe. Dos autores para los cuales la relación con Dios está antes que cualquier poder, eclesiástico o secular: Tomás Moro y John Henry Newman.

En su discurso londinense, en el Westmister Hall, Benedicto citó hasta tres veces el nombre de Moro, el gran humanista católico, Lord Canciller, condenado a muerte por Enrique VIII en 1535 por no haber querido renegar de su pertenencia a la Iglesia de Roma. Un discurso importante, pronunciado precisamente en el lugar, Westmister Hall, donde el estatista e intelectual inglés fue juzgado y condenado. Moro, en palabras del Papa, es el emblema de la "perenne cuestión de la relación entre lo que es debido a Dios y lo que es debido al César", una relación que no puede coartar la libertad de conciencia. Algo que exige, según el Papa, una doble "purificación": la de la razón sobre la fe, corrigiendo los sectarismos y fundamentalismos religiosos; y la de la fe sobre la razón, ayudando a esta última a evidenciar los principios éticos que deben regir el bien común. Así, la esfera religiosa y la política pueden colaborar sin violar el principio de laicidad. Un reclamo importante, orientado hacia el respeto de las tradiciones políticas y jurídicas inglesas, en las que el sentido de la dignidad de la persona y de su libertad nacen de raíces cristianas.

El otro modelo ofrecido por el Papa a los cristianos de Inglaterra es el de John Henry Newman, el gran intelectual anglicano del siglo XIX, líder del Movimiento de Oxford, convertido al catolicismo y nombrado cardenal por León XIII, beatificado por Benedicto XVI en la jornada dominical de su viaje. La primera beatificación en tierra inglesa en 600 años. Todo un acontecimiento. Como en el caso de Moro, se trata de un cristiano que ha confrontado su fe con los desafíos de la modernidad, valorando el significado y el valor de la libre conciencia en la búsqueda y afirmación de la verdad. Moro y Newman se convierten así en dos modelos, dos caminos para el encuentro entre el cristianismo y la modernidad, el precioso legado del viaje inglés del Papa Benedicto.

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