Dialéctica ignaciana que guía el espíritu

Cultura · Massimo Borghesi
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17 diciembre 2019
El pasado 27 de noviembre falleció Juan Carlos Scannone, teólogo jesuita, uno de los protagonistas de la “teología del pueblo” de la escuela argentina del Río de la Plata, famoso también por haber sido maestro de Jorge Mario Bergoglio. Entre sus últimos libros está ‘La teología del pueblo. Raíces teológicas del papa Francisco’.

El pasado 27 de noviembre falleció Juan Carlos Scannone, teólogo jesuita, uno de los protagonistas de la “teología del pueblo” de la escuela argentina del Río de la Plata, famoso también por haber sido maestro de Jorge Mario Bergoglio. Entre sus últimos libros está ‘La teología del pueblo. Raíces teológicas del papa Francisco’.

Juan Carlos Scannone fue decano de filosofía en la Universidad del Salvador (en Buenos Aires y San Miguel) y vicepresidente de la Sociedad Argentina de Teología, y profesor de griego y literatura de Bergoglio cuando este era seminarista. Su tesis doctoral se titulaba ‘Ser y encarnación. El trasfondo teológico de los primeros escritos de Maurice Blondel’. Personalmente, lo recuerdo en el único encuentro que tuve con él, el viernes 21 de marzo de 2014 en la Radio Vaticana de Roma, con motivo de la presentación del libro-entrevista de Alver Metalli, ‘El Papa y el filósofo’, sobre la figura de Alberto Methol Ferré. Nos acompañaban el secretario de la Comisión Pontificia para América Latina, Guzmán Carriquiry y el padre Federico Lombardi.

Cuando publiqué en 2017 mi libro ‘Jorge Mario Bergoglio. Una biografía intelectual’, encontré su nombre ampliamente citado. Obviamente, sentí curiosidad por conocer su reacción pero, al no tener contacto directo, aquello no llegó a producirse. Un punto importante del texto se poyaba en su afirmación sobre el origen de la formación intelectual del joven Bergoglio, según la cual ejercía una influencia decisiva sobre el futuro Papa el pensamiento de Maurice Blondel. Pero las conversaciones que tuve con el Papa durante la realización de mi libro me llevaron a conclusiones diferentes. En una grabación sonora del 3 de enero de 2017, el papa Francisco confesaba que “el autor que ha tenido mayor influencia en mí fue Gaston Fessard. He leído varias veces ‘La dialectique des Exercices spirituels de saint Ignace de Loyola’ y otros textos suyos. Él me dio muchos elementos que luego se fueron mezclando”.

Fessard, y no Blondel, estaba al inicio del pensamiento de Jorge Mario Bergoglio. Scannone no podía saberlo, ni otros, pues entonces las citas del jesuita francés por parte de Bergoglio eran mínimas. Sin embargo, Scannone no se había equivocado al trazar una ascendencia blondeliana del futuro Papa, pues la dialéctica de Fessard depende directamente de Blondel. En el libro me preguntaba si “la cuestión pendiente de aclarar era su fuente, o de quién había tomado el joven Bergoglio ese interés por el libro de Fessard. Una lectura nada fácil para un joven estudiante. Muy probablemente de su profesor de filosofía, Miguel Ángel Fiorito. En un artículo de 2015, Juan Carlos Scannone fue el primero, y hasta entonces el único, en formular la hipótesis de una convergencia entre Fessard y Fiorito al inspirar a Bergoglio”. Se trataba del ensayo ‘La filosofía de la acción de Blondel y el obrar del papa Francisco’. Allí Scannone afirmaba que “es notable la coincidencia entre la interpretación de los Ejercicios de Gaston Fessard y la del jesuita argentino Miguel Ángel Fiorito, reconocida, al menos oralmente, por ambos. Por otra parte, es conocida la veneración de Bergoglio por el segundo, al que en la Provincia jesuítica argentina todos llamaban ‘el maestro’ por su comprensión de la espiritualidad ignaciana”.

Scannone revelaba así un conocimiento directo, naturalmente muy valioso, de los maestros y del ámbito, humano e intelectual, en que se había formado el futuro Papa. Ahora que nos falta el insigne teólogo argentino que tanto se desgastó por la causa de los pobres y por la fe de la Iglesia, ya no habrá más ocasiones de encuentro. Mi curiosidad de 2017 está destinada a quedarse tal cual. Pero no del todo. En una conferencia titulada “La ontología de la unidad repensada a partir de la fe trinitaria”, ahora disponible online y entonces celebrada en al Instituto Universitario Sophia, Scannone se detuvo en el punto focal de mi libro: la confesión realizada por el papa Francisco sobre la importancia de la obra de Gaston Fessard en su formación intelectual y espiritual. Reflexionando sobre la relación entre Dios y el hombre, gracia y libertad, de manera dinámica y no estática, Scannone afirma: “Es lo que pretende describir el apotegma que el jesuita húngaro Gabriel Hevenesi –en su obra ‘Scintillae Ignatianae’, Viena, 1705– atribuyó a san Ignacio y que, según el relato del papa Francisco a Massimo Borghesi, él conoció –y reconoció en su propia experiencia ignaciana– mediante el clásico libro de Gaston Fessard ‘La dialéctica de los ejercicios espirituales de San Ignacio’. Una posible traducción castellana del original latino de ese apotegma es la siguiente: ‘Ésta sea la primera regla para actuar: cree de tal manera en Dios, como si todo el éxito de los asuntos dependiera de ti, y nada de Dios; y, sin embargo, pon todo tu esfuerzo en el obrar, como si tú no hicieras nada, y solamente obrara Dios’ (en latín: ‘Haec prima sit ad agendum regula: Sic Deo fide quasi rerum successus omnis a te, nihil a Deo penderet; ita tamen in operam admove omnem, quasi tu nihil, Deus omnia solus sit facturus’). Según mi opinión, esa formulación, aunque no sea literalmente de Ignacio, con todo, expresa bien su espíritu y su mística. La historia posterior mostró que los intentos de cambiarla, a fin de hacerla más asequible, la desfiguraron o achataron, al quitarle precisamente su tensión dialéctica, en la que volvemos a descubrir la experiencia del Uno distinguiente, en este caso, la unidad de acción en la distinción de la Libertad Infinita y la finita”.

De manera ejemplar, Scannone identifica aquí la dialéctica ignaciana que, filtrada mediante el comentario de Fessard en palabras de Hevenesi, llega hasta el joven Bergoglio imprimiendo en su pensamiento la dirección de una polaridad ideal y espiritual. Según la tesis que subyace en mi trabajo, se trata de un importante punto de confirmación. Es una pena que no hayamos tenido ocasión de hablar. Ahora que ya no está, no podemos más que darle las gracias por la gran contribución que ha dado a la Iglesia y al pueblo fiel de América Latina, del que fue un gran intérprete, generoso e inteligente.

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